Jorge Miguel Ramírez Pérez
Ya hace 81 años que el petróleo está en manos de los mexicanos de acuerdo a la tradición histórica del país. Se habla de una epopeya de la que hay muchos libros, pero pocos, muy pocos, detallando las dificultades de ese hito, como en las memorias de Don Jesús Silva Herzog y también en los escritos de Narciso Bassols dos figuras que vivieron esos días y pudieron contarlo; otro libro “Lázaro Cárdenas: Un demócrata mexicano” menos conocido, es el de Cameron Townsend el misionero cristiano, que hizo amistad con Cárdenas.
En Waxhaw, Carolina del Norte en el museo dedicado a “México- Cárdenas” se exhibe el automóvil que éste, le obsequió a Townsend para cabildear con los empresarios estadounidenses y explicar en detalle las causas formales originadas en las injusticias a los trabajadores, por las que se expropió la industria petrolera.
Pero en ninguno de esos documentos se explican las causas geopolíticas por las que se tomó esa decisión, que de ninguna manera fue sin el consentimiento e incluso probablemente, el impulso en su momento, de las autoridades estadounidenses del mas alto nivel, para que el evento se llevara a cabo sin contratiempos.
Los empresarios del Águila la empresa señera que explotaba los principales pozos en la huasteca, eran estadounidenses de raigambre judía y habían cambiado sus sedes en su país de origen, para trasladar la oficina central a la City londinense, tanto con el fin de esconder datos fiscales, como también poner fuera del alcance los referentes a los clientes, entre los que se encontraba la Alemania de Hitler, que comenzaba su demoniaca carrera de pretender apoderarse del mundo.
Las inteligencias ya tenían diagnosticada la ruta de Alemania Nazi así como la testarudez, de los empresarios por vender el petróleo mexicano sin importar el destino y la estrategia de esos clientes, todavía entonces, enemigos potenciales de las fuerzas aliadas.
Lo crea o no, mi estimado lector, el hecho es que la coyuntura favoreció a México y de un día a otro se quedó el gobierno con una industria próspera y estratégica que desde entonces no ha sabido manejar.
Porque el rasero inexorable de los números en ningún momento ha podido demostrar algo más, que utilizar a Pemex, y sus ganancias, sino en fortalecer el gasto corriente del gobierno como si fuera una fuente inagotable de las ocurrencias y los compromisos destinados a engrosar la burocracia de todo el aparato gubernamental; y por supuesto, la propia de la empresa que en los rubros de empleados de cuello blanco, (altos funcionarios) y de cuello azul, los obreros; carga con un imponente pasivo laboral que sobrepasa el valor de la empresa desde que inició el milenio.
Hoy Pemex sigue siendo un dolor de cabeza para las finanzas públicas, porque independientemente de que la empresa no es lo productiva que debiera ser; de todas maneras sigue produciendo, con altos costos asociados a una operación, como dije: con excesos en el gasto y sin un plan verdadero y factible para cambiar esa realidad, en la que pesa además, la figura de Pemex como símbolo del nacionalismo mas que ninguna otra oficina del gobierno.
Pemex llega a la segunda década del milenio entre dos corrientes una, la que piensa que la apuesta al petróleo tal cual; es un esfuerzo estéril porque los yacimientos no son lo que fue la Faja de Oro o el maravilloso Cantarell; y que los lastres no se ven resueltos, como los de un sindicato que se pretende razón y esencia de la vieja expropiación, que ha sido un hoyo sin llenadera; así como las malas decisiones que han dejado sobre endeudada a la empresa con todo y su dizque “gobierno corporativo”, sin mencionar que la empresa nacional ha sido cobijo de toda suerte de corrupciones.
Y los otros, que creen que se puede extraer de Pemex una “segunda oportunidad” haciendo retrasar el reloj de la historia y recomponiendo procesos inconclusos, volviendo a la mística de una honestidad perdida, con un renovado sindicalismo y con inversiones, que deben fincar tal vez una nueva reedición de deudas dirigidas a propósitos específicos.
En estas horas está por verse cuál de las dos visiones se enfila.
Lástima que las dos no consideren que lo que tiene hoy México y lo que es más importante, sea tal vez el gas y no el crudo. Insertar ese tema como prioritario es lo que puede marcar la desviación institucional, hacia la certidumbre o a seguir en las inexactitudes.
Y no es que no se considere el gas, lo que pasa es que en prioridades de estrategia seguimos un rumbo impreciso, que ya debía haber mejorado después de tantos fracasos.