Por: Armando Ríos Ruiz
El Presidente y su equipo de obedientes servidores, ya deben tener preparado el fraude con el nombre de alguna letra de las que suele imponer a sus planes, para llevar al triunfo de las elecciones presidenciales a su candidata incondicional, Claudia Sheinbaum, la mujer más desangelada que tuvo la ocurrencia de elegir que, lejos de atraer simpatías, las aleja con su presencia por múltiples razones, que van desde su aspecto hasta su carácter impositivo.
Obviamente, antes de llegar a este punto, prepara el terreno con múltiples acciones que podrían evitar la imposición arbitraria —que de todos modos no le quitará el sueño—, con la aportación de miles de millones de pesos de los mexicanos, sin exagerar, en una campaña que sabe que tiene que ganar a como dé lugar, porque está consciente de que durante su administración ha cometido delitos de lesa humanidad que podrían llevarlo a la cárcel.
Aparejadamente, ha discurrido en la mejor manera de ayudarla a romper con el rechazo que su figura desgarbada ofrece, como allegarle personas que supuestamente le brindarán un soporte inconmensurable, como lo necesita. La renuncia reciente del ministro de Arturo Zaldívar a la Corte, es una muestra.
Aunque fue recibida por tirios y troyanos como una afrenta al servicio público, por oponerse a la Constitución y por la devoción de lacayo que siempre dejó entrever.
También deben tomarse en cuenta otros factores, como la venganza y sus múltiples complejos. Jamás pudo superar perder en las elecciones pasadas en las que buscó la Primera Magistratura y que bautizó como fraudes, desde su plantón en Paseo de la Reforma en 2006, frente a Felipe Calderón, hasta la exigencia de conteo de voto por voto, frente a Enrique Peña Nieto.
Se ha victimizado en muchas ocasiones ante los micrófonos de sus conferencias mañaneras, cuando dice que ha sufrido en carne propia los fraudes y tal denuncia pública no es más que un anticipo, para muchos invisible —para otros muy visible—, de lo que va a ocurrir con su candidata Claudia, a quien necesita como como el aire para respirar, tanto para consumar sus deseos de venganza, como para imponer una dictadura que podría manejar a capricho desde su rancho, o para consolidar su Cuarta Transformación, como suele decir.
Otra estrategia consiste en el pago de encuestas que hacen ver a Sheinbaun como arrolladora ante las preferencias de los mexicanos y como imbatible en 2024.
Dicha estrategia se estila en todo el mundo, para desmoralizar a los adversarios, al infundirles la idea de que ya no tiene caso acudir a las urnas, debido al tamaño insuperable de la ventaja.
Todos los elementos creados durante este sexenio están, obviamente, en abierta colaboración con ese plan “Y” o la letra que cualquiera dese ponerle. Los jóvenes destruyendo el futuro trabajan denodadamente en esas tareas. El denominado Crimen Organizado ya debe tener las instrucciones precisas de colaborar con la intimidación, el secuestro y los asesinatos. El Ejército, poderoso y armado, pero al servicio de un solo hombre, no de los mexicanos, igualmente.
¿Y qué significará el triunfo de la 4T? Nada más y nada menos que la destrucción total del país, que ya comenzó. Llevarlo a niveles inferiores a Haití y Venezuela, este último, otrora el más rico de América Latina. Hoy, el misérrimo del continente, gracias a la acción de un solo hombre.
Asegura un analista que en cinco años, el Presidente ha logrado imponer a nuestro país un atraso de 50. Hay que imaginar lo que ocurrirá en otros seis de cuarta transformación. Seguramente sólo permanecerán erguidas las cabezas de los descuartizadores, que no pararán con nada su acción destructiva, de esas que sólo mantienen multimillonarios a quienes ejercen el poder y en la miseria al pueblo bueno y sabio. Ignorante y resignado porque no quedará ninguna salida.
Así conviene a sus intereses. Un país limitado por la pobreza e incapaz de reaccionar, porque para eso se necesita más que la miserable dádiva bimestral.
Una entrega de Latitud Megalópolis para Índice Político