Norma Meraz
El escritorio no es para él. Planear, programar, escuchar, reflexionar, tampoco está en su esencia. Lo suyo es la algarabía, el silencio lo aturde, la soledad del Palacio lo asfixia.
Lo rigen las ideas fijas, inflexible e intolerante frente a cualquier pronunciamiento que no vaya de la mano con lo expuesto por él. Es capaz de ir contra el mundo si está convencido de que lo suyo es lo correcto, lo veraz, lo ideal.
Romper las reglas de lo establecido es un pasatiempo que distingue a los autócratas y cuando su ego es mayor que el poder se convierte en la bomba atómica de los regímenes populistas, de derecha y de izquierda.
Estar convencido de que su “verdad” es la única verdad… ¡es que hay otra verdad! Y en un régimen político bautizado como democrático no se vale relativizar todo.
México, como la mayoría de los países del globo, transita hoy por un camino desconocido.
Enfermo y pobre, salió de su zona de confort y deberá poner en juego todas sus capacidades creativas, científicas y económicas en el marco de una política innovadora de convivencia y racionalidad que le permita hacer un alto en el camino para ver con claridad cómo superar la pandemia que obnubila la ruta que lleva a una nueva realidad por supuesto distinta a la que imaginamos.
La sacudida que el Covid-19 dio al mundo nos sitúa de cara a un empobrecimiento económico inimaginable, pero al mismo tiempo ante la posibilidad de un enriquecimiento humanitario sin precedente.
La escala de valores individuales y colectivos será totalmente distinta a la ya vivida.
El confinamiento colectivo llevará obligadamente a un cambio de actitudes hacia dentro y hacia fuera de nuestro cuerpo, hacia dentro y hacia fuera de nuestra casa, de nuestra comunidad, y hacia una nueva visión del mundo que nos rodea.
Por lo pronto la incertidumbre invade el ánimo
De los mexicanos, al irse develando la fotografía en blanco y negro de nuestro país, a través de la numeralia.
¡Cuántos enfermos, cuántos contagiados cuántos muertos, cuantas camas, respiradores, personal médico, solo por el Coronavirus, sin tomar en cuenta los fallecimientos por falta de atención oportuna, carencia de medicamentos en general y específicamente los que urgen para la atención de miles de infantes con cáncer?
¿Cuántos muertos por asesinato, por enfrentamiento entre el crimen organizado y el ejército y la policía, además de los feminicidios que también se contabilizan al igual que los médicos, enfermeras y otro personal médico que lucha para salvar vidas a costa de la suya?
Números de desempleados, desocupados, empresas en quiebra, capitales golondrinos, nada menos que 250 mil millones de pesos que ya salieron del país en busca de mejores mercados, pues México ofrecía una tasa del 8% pero, al ir bajando éstas por el Banco de México, se vuelve menos a atractivo mantener eses capitales en medio de la incertidumbre de las políticas que en esa materia aplicará el gobierno de la 4T.
¿Cuál será el diseño de las nuevas políticas públicas que amortigüen la crisis económica en nuestro país?
¿Cómo se hará una economía incluyente?
Es de suma importancia que aumente el Producto Interno Bruto, pues sólo así se podrá coadyuvar a tener una mejor calidad de vida de la población. El debate debe ser cómo sacamos a los de abajo hacia arriba y no bajar a los de arriba.
Nos guste o no, el PIB seguirá siendo un indicador con el que se mida el desarrollo social de México, no como se quiere medir ahora con un indicador subjetivo como es la felicidad pues los indicadores subjetivos tienden a subestimar el estado de bienestar.
Es una falacia eso de insistir en que se crearán dos millones de empleos en ocho meses, cuando los especialistas calculan que, para fines de este año 2020, se perderán alrededor de un millón y medio de empleos
Vivimos como nunca lo imaginamos y exclamábamos como el título de una película “Cuando el destino nos alcance”. ¡Y el destino nos alcanzó!
Pero aquí, llueva, truene o relampaguee se imponen las decisiones políticas de un solo hombre que “ve la tempestad y no de hinca”. En medio del pico de la pandemia reta a la muerte, al realizar sus giras con tinte electoral y exponiendo a un sinnúmero de personas, de elementos de seguridad, camarógrafos, fotógrafos, periodistas, personal de salud que lo siguen a que se contagien o transmitan el virus, siendo que aún debe cumplirse con la sana distancia y otras medidas como usar el cubrebocas, cosa que el Presidente López Obrador nunca sigue, tal vez por cuidar su imagen ante las cámaras. La necedad ante todo.
El señor Presidente Andrés Manuel López Obrador no ceja en descalificar a los medios de comunicación y a la iniciativa privada como sus “adversarios”, pero como decía un líder alemán, en 1942, “al adversario no hay que darle la mano”.
Y ni modo, “el poder tiene la razón”.
¡Digamos la verdad!