El toluquita César Camacho Quiroz, designado presidente del CEN del PRI, nunca pudo pasar la prueba de las urnas: la única vez que fue candidato por mayoría relativa perdió vergonzosamente contra un mozalbete de Tlalnepantla.
En las demás ocasiones, ha sido candidato plurinominal, arrastrado por los cocientes nacionales de su partido y no ha tenido que someterse al veredicto ciudadano. Cuando fue Gobernador de su tierra, suplió al titular Emilio Chuayffet por ausencia en el encargo.
A pesar de que jamás ha tenido necesidad de sudar la gota gorda, ni la experiencia de dirigir una campaña propia para algún cargo de elección popular, Camacho fue a dar con sus pequeños huesos al PRI al arrancar este aciago sexenio.
¿Por qué al PRI, que se entendía era la catedral de los colmilludos de la urna, de los grandes maestros de la componenda, de la sociología y la ingeniería electoral, de los tiquismiquis de los amarres, de los señores de los equilibrios de fuerzas, y de las conciliaciones de grupos de interés, de presión y de la militancia efectiva?
Porque no se encontró otro lugar disponible para él. Lo que habla también de lo no reconocido de sus atributos técnico -administrativos y de sus pequeñas habilidades profesionales, porque se entiende que alguien que ha sido diputado, presidente municipal, senador, etc. se sabe manejar en todos los tinglados del quehacer político y casi siempre es pluri-funcional en cualquier desempeño de gobierno.
Pero no César Camacho. Su carrera “política” provinciana, estaba confeccionada a la medida y a la estatura de su formación profesional de mediano abogado, profesor de civismo de alguna prepa y firmón a modo para certificar los documentos que se otorgaban en la secretaría de Gobierno de Toluca.
Cuando mucho, algunos conocimientos de derecho público para intervenir en los deslindes de algún ejido o arbitrar en alguna presidencia municipal de tres al cuarto que hubiera tenido reñida competencia en alguna localidad colindante con Michoacán.
Chuayffet, siempre detrás de Camacho
Desde que lo conoció Chuayffet, que tenía los padrinazgos necesarios para aspirar a posiciones más elevadas, supo que era el hombre indicado para dejarle encargado el changarro, una vez que pasara lo que tenía que pasar.
El dedo de Chuayffet lo inició, ayudó, promovió y defendió toda su vida política. Quienes lo conocen dan fe de que es impensable su trayecto por las Cámaras y por las Comisiones correspondientes, si no se sabe quién ha estado atrás de él. Es de esos hombres privilegiados por el destino. Sólo han necesitado un dedo.
César Camacho no tiene el mínimo sentido de la ubicación. Es capaz de pronunciar el discurso más solemne, casi de velorio, en medio de una fiesta charra. Lo mismo que puede hacerse el gracioso en una procesión del silencio en Chalma.
Anticlimático por naturaleza, César Camacho es incapaz de motivar o encender un auditorio de más de cinco oyentes. Sus chistes o gracejadas en público incitan a la compasión. Su figura es conmovedora, por sus enormes desvalimientos.
César Camacho es el tipo humano indicado para confirmar la sentencia hegeliana de que para conocer a un hombre, basta verlo por encima un rato. No es necesario más.
Cuando los que integraron el gobierno peñanietista se lo toparon en algún recodo de Palacio, se dieron cuenta que no lo habían incluido. Gobernación, Sedesol, Sedatu, la PGR, Educación, hasta Sagarpa habían sido llenadas por los buscadores de chambas Atracomulcas.
Faltaba César Camacho. Pero ya no había por dónde. Se dio la feliz coincidencia de que nadie quería ir a hacerse cargo del PRI. Todos venían a “lo grande”, a solucionar los afanes de su vida y los problemas anȻestrales de sus familiare$.
(La historia se repite “como farsa”, decía Marx: En 1982, habiendo repartido ya todos los cargos del gabinete, algún paniaguado preguntó qué cargo le había tocado al gran amigo de MMH, Adolfo Lugo Verduzco. “¿Adolfito? ¿Adolfito? ¡Se nos olvidó Adolfito! Lo bueno es que todavía no nombramos a nadie en el CEN del PRI. Hay que mandarlo ahí”.)
Los propios toluquitas descompusieron el tablero
Tradicionalmente, los primeros años de un gobierno, el partido del mismo no tiene presupuesto posible. Como no hay elecciones federales, no hay demasiada “maleta”. Se trata casi de un cargo honorífico, de esos que se conceden para no dejar fuera a los paisanos que algún miembro del grupo estima.
Además, no era un lugar estratégico, pues Peña Nieto había ganado con cierta holgura (casi 8 puntos) gracias a los votos del Verde Ecologista –pero también merced a las tarjetas de Monex y de Soriana– hasta entonces el noble aliado. La oposición andaba apurada y entretenida escarmenando el camino de los toluquitas con el Pacto por México.
No había mayor problema. Todo era miel sobre hojuelas y el PRI se daba el lujo de exigirle a Gustavo Madero hasta el perfil que necesitaba para designar a los coordinadores parlamentarios blanquiazules.
Lo mismo en tratándose de Los Chuchos pastores amarillos, tan urgidos de distanciarse del hombre de Macuspana.se dieron el lujo de poner desde un comodín como Silvano Aureoles hasta un inefable Alonso Raya, que nunca ha sacado más de cien votos en ninguna campaña local o federal, pero que ahora pontifica más que Fernández Noroña.
Pero las cosas empezaron a complicarse. Los propios toluquitas descompusieron la conducción del gobierno. y los partidos de oposición, antes acaramelados, comenzaron a pintar franjas de distancia con los atascados Atracomulcas.
Le ordenaron entonces a Camacho que arremetiera de entrada con una recia campaña de “consulta popular” (el objetivo era desinflar a la contra energética y a la de alza a los salarios mínimos) para echar abajo las diputaciones plurinominales de las Cámaras, sin reparar en que él no era el indicado para encabezar la cruzada, simplemente, porque era de ADN plurinominal.
Su cabeza de turco se blandió en todas las picas de la arena política. La opinión pública se cebó materialmente en su desastrada carrera política y llegaron a provocarle un pánico escénico marca llorarás. Una carcajada de mofa selló su presencia.
La necia reforma fiscal regresiva y antipopular pactada entre el PRI y los amarillos, comenzó a despertar la ambición de los panistas por el descontento en el norte del país, donde el canto de las sirenas les indicó que tenían con qué disputarle los votos del triunfo al tricolor.
La frustrada reforma energética que elevó inusitadamente el costo nacional de la vida y los reclamos por lo de la familia Aguirre-Abarca en Iguala, despertaron a Los Chuchos de su letargo, y se volvieron a creer en la pelea.
Los tricolores tuvieron que apoyar todos los atracos de la propaganda electoral del Verde para hacerlo crecer como “valedor”. Panistas y perredistas, enfrascados de soslayo, esperando cuál de ellos se mueve primero para aliarse con o contra el otro, con el Tri y el Verde, y asegurar la presidencial de 2018.
El bloque de los “de izquierda”, Dante, Los Chuchos y Beto Anaya, cazando los movimientos de AMLO para treparse en la primera oportunidad, cuando su gente no se dé cuenta. Tienen que luchar por su registro y sus prerrogativas.
El ciudadano se las cobrará a EPN y al PRI
César Camacho visita los Estados en actos de militancia y supuesto proselitismo. Enciende los mismos ánimos que un abulón en lata. El que no se duerme, se sale del auditorio. Todos abominan los famosos discursos “incendiarios” del toluquita.
Según él, anda en campaña, acompañado siempre de una legión de muchachos fortachones que lo rodean y lo acuerpan a placer. Es feliz, rodeado de su garde du corps. Mientras, los números electorales de su Partido van en picada.
Focos realmente rojos en el Distrito Federa l–donde el procónsul de Osorio resultó ser un mamarracho afectado–; Sonora; Sinaloa; Durango; Baja California; Nayarit; Nuevo León; Colima; San Luis Potosí; Querétaro; Tamaulipas; Veracruz; Estado de México; Puebla; Jalisco; en elecciones federales y locales. Tres cuartas partes del país no le garantizan a los peñanietistas ninguna jornada tranquila; puro sobresalto.
El tricolor puede salir airoso en Guerrero; Oaxaca; Michoacán; Chiapas; Campeche; Yucatán; Quintana Roo; Tlaxcala; Hidalgo; Zacatecas; Coahuila; Chihuahua; Baja California Sur y tan, tan. Puros padrones flacos; bisutería, pues.
La verdad es que se espera una votación con la cabeza y el estómago. Una jornada de protesta y de hartazgo. Nadie en su sano juicio confía en depositar otra vez su voto en favor de un partido que los decepcionó, poniendo en todas las posiciones de poder a puros paisitas Atracomulcas.
México, opinan los encuestados personales, es mucho más que el Valle de Toluca. No puede dirigirse con criterios aldeanos, los ciudadanos no pueden confinarse a sus ritos y costumbres.
Sí las cosas siguen como van, con los mismos verdugos del pueblo en el gabinete, Peña Nieto llegará al día de la elección con un 15% de aprobación sobre sus modos y maneras de gobernar.
Como se ha comprobado hasta la saciedad, las elecciones intermedias son un referéndum o aduana sobre el ejercicio presidencial del poder. Al mismo tiempo, una señal o un guiño a los planteamientos de la oposición.
Nada de lo que pase nos va a sorprender. Todo está escrito en la conciencia de los ciudadanos. El pueblo nunca se equivoca. El PRI podría obtener un 20% del 30% del padrón.
Y se confirma: En esta vida, todo se paga.¡EPN y el PRI, a la báscula electoral!
Índice Flamígero: Sobre la censura imbécil del INE al spot del PAN que apunta que “son chingaderas” que César Camacho use relojes carísimos, el colega Sergio Sarmiento apuntaba ayer: “A lo mucho me parece que los consejeros podrían cuestionar al PAN por haber realizado un mal trabajo de verificación de datos. El mismo César Camacho ha reconocido estar fascinado por los relojes y señaló en una entrevista con Reforma en enero de este 2015 que tiene ‘unos ocho’ de ellos. El más costoso, según él, es un Patek Philippe que según el periódico tenía en ese entonces un precio de 797,298 pesos. Es caro, pero ciertamente no rebasa los 2 millones de pesos. Camacho le dijo al Reforma que en el caso de ese reloj ‘me tardé más de dos años entre querer comprarlo y haberlo conseguido’. Los políticos también sufren.”
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Crudo pero realista analisis Paco.
Totalmente es verdad Paco.
Toluquitas es un término perfectamente utilizado para distinguir a una caterva de salteadores, atracadores (de aquí y de la tierra que penosamente les dió su primera luz, se desprende el otro, perfectamente utilizado, sobrenombre de Atracomulcas), cínicos, deshonestos, corruptos y muchos etcéteras y sinónimos más que no viene a cuento discutir. No confundir con otros naturales del Estado de México, que alguien comenta que son harina de otro costal. A estos últimos siempre se les ha conocido cuales: ‘Toluca Buen Gente. No mata… Nomás “Taranta”‘