Luis Farías Mackey
Así como la razón puede ser insensata, la ignorancia puede tener visos de razón, aunque ni siquiera se dé cuenta de ello. Tal es el caso del cadáver viviente mejor conocido como Rocha Moya.
Este homínido dijo con relación a la manifestación por la paz el pasado domingo en Sinaloa: “el pueblo no es alguien que grita”.
Y le asiste la razón: el pueblo no es alguien, no es un sujeto, por ende, no es imputable de razón, de derechos, de libertades, de obligaciones, de voz. El pueblo es un algo. Una masa informe, maleable, voluble. En la masa el individuo ve diluirse el epitelio que lo hace único, que lo diferencia de los otros, que le permite actuar como unidad indivisa, y se funde en lo indeterminado, impersonal, dúctil, amorfo.
Alguien es un sujeto indeterminado, pero con unicidad, inteligencia y conciencia. Por supuesto que cada vez usamos menos nuestra inteligencia, somos menos conscientes y nos movemos por atracciones y repulsiones, las más de ellas a impulsos del algoritmo, de suerte que juega con nosotros como ratoncitos en la caja de Skinner.
Pero aún así, somo alguien; el pueblo no es alguien. De allí que Rocha Moya, en su infinita ignorancia, haya dicho algo racional sin darse cuenta.
Le asiste también la razón cuando dice que el pueblo no grita. El discurso, la deliberación, el cuestionamiento o el reclamo al gobierno son siempre de ciudadanos, de personas libres en el ejercicio de su libertad, pero si el pueblo no es persona, menos es ciudadano, y menos aún libre; de allí que tampoco pueda emitir palabra ni grito alguno.
El pueblo es un Tótem silente que supuestamente habla a través de sus sacerdotes que siempre son unos fantoches impostores. El pueblo no habla ni por sí, ni por interposita persona. No puede hablar porque el habla es humana y el pueblo, siendo un amasijo humano, no por ello es necesariamente humanoide.
Lo humano es real, complejo, contingente, volátil, imprevisible; el pueblo es una simplificación e invento que acomodan a contentillo para burlar, en su nombre, a los ilusos que se identifican bajo esa bandera.
Lo que dice el irredento Rocha Moya, es lo mismo que dijo el Marqués De La Croix: “sabed de una vez por todas que nacisteis para obedecer y callar”. Por supuesto, no se lo dijo al pueblo, se lo dijo a los ciudadanos, ¡sus ciudadanos, sus mandantes, sus representados!
Y por eso, habrá que traer a su memoria, durante una década en estas sagradas tierras dedicamos nuestros días y horas a “coger gachupines”.