Luis Farías Mackey
El problema no es de porcentajes, financiamientos, autonomías, derechos partidistas, mesas de expertos, sabiduría electoral ni pedigrí comunista, aunque sea impostado.
La disyuntiva es pueblo o ciudadanos: democracia de ciudadanos, plural, libre, igualitaria, controvertible; o de pueblo, única, univoca, inapelable, sagrada, incorpórea.
Los pueblos no votan, no tienen credencial de elector, no aparecen fotografiados en los listados nominales; no se ven, no se oyen, tampoco goza del derecho a ser votados. Son tan inelegibles como intangibles. Las libertades, los derechos y las obligaciones políticos son ciudadanos, no pueden ser imputados a eso que llaman pueblo.
La democracia, pues, o es de ciudadanos, o no es. No hay democracia del pueblo, por más que se diga que es la del pueblo, por el pueblo y para el pueblo; el significado es de ciudadanos, por ciudadanos y para ciudadanos. Lo demás son pamplinas,
Y allí es donde la puerca tuerce el rabo y radica la trampa de esta reforma. El timo no está en los detalles, que serán consecuencias, sino en el nombre. ¡En el principio era el verbo! Y quien nombra ejerce en los hechos un poder, impone un significado a los demás. Nombrar a esta reforma de la “representación del pueblo”, lo que en los hechos hace es fulminar, desaparecer, ningunear al ciudadano: lo hace ninguno y nada.
Una democracia sin ciudadanos lo es sólo de nombre. Lo demás, si son 100 o 200, si el porcentaje es 43, 51 o 99, si son de primera minoría o de representación proporcional, si son con partidos o sin ellos, con prerrogativas o sin ellas, con INE o con Taddei, con justicia o con Soto, con sesudos análisis y los expertos de siempre o sin ellos es lo de menos.
De qué nos sirven todas las teorías políticas, toda la sapiencia electorera y todos los abajofirmantes, si nuestra democracia está vaciada de ciudadanos.
Antes de envolvernos en los sagrados mantos de la democracia teórica y en las citas de los grandes tratadistas, debiéramos reparar si discutimos una reforma de democracia de ciudadanos u otra del constructo pueblo.
Lo demás, repito, es consecuencia.
¿Seremos capaces de entender, o se trata de discutir por discutir o, peor aún, hacerse notar?