Juan Luis Parra
Morena no cae por una derrota electoral, cae por su propio veneno: la corrupción que prometió erradicar y terminó abrazando. En tan solo cuatro meses, de mayo a septiembre, perdió seis puntos de respaldo ciudadano, bajando de 51% a 45%, según Enkoll, eso lo publicamos recientemente. No por la oposición, que sigue igual de extraviada, sino por una sucesión de escándalos que harían sonrojar al viejo PRI. Todo esto mientras Sheinbaum intenta sostener su popularidad, pero sin poder, o sin querer, controlar a los suyos.
El discurso anticorrupción ya no le alcanza a la 4T.
Y justo ahí es donde entra el dato que muchos aún no han querido mirar. La más reciente encuesta nacional de Arias Consultores, de agosto del 2025, revela que Morena sigue perdiendo terreno en silencio, mientras el PRI se mantiene en pie, esperando su momento. No lo dice una intuición ni una nostalgia tricolor: lo dicen los números.
Morena bajó en preferencia de 35.6% a 31%: 4.6 puntos en tres meses.
Si comparamos la misma encuesta de Mayo y Agosto, salen estos datos:
El PRI, aunque lejos aún, sube de 6.2% a 6.9%. Y más importante: el rechazo a Morena se disparó, de 39.1% a 44.2%, el más alto entre todos los partidos.
Este escenario no es nuevo para los priistas. Lo conocen de memoria. Lo estudiaron en su escuela de cuadros, lo leyeron en sus manuales internos. Saben que los votantes se van… pero también saben que casi siempre regresan. Porque el PRI no desapareció: se diluyó en Morena. Buena parte del voto guinda de hoy es priista disfrazado, desencantado, confundido. Pero no perdido.
¿Quién puede resistir mejor una crisis? ¿El partido que llegó al poder gracias a un solo hombre y se está hundiendo por sus propios excesos? ¿O el partido que ya fue odiado, expulsado y condenado… pero sigue ahí?
En realidad, lo que hoy llamamos “oposición” es el mismo voto duro del PAN, ese 30-40% que nunca ha variado demasiado. El PRI juega en otra cancha: la del voto volátil, el voto popular, el que va y viene. Y ese tipo de votante, cuando se desencante de Morena, no se volverá panista. Volverá a lo que conoce.
No es que el PRI esté ganando. Es que Morena está perdiendo, y no tiene plan para administrar el rechazo. No tiene base ideológica, ni cuadros formados, ni cultura de resistencia. Todo lo que construyó en los últimos años fue un capital de ilusión. Y la ilusión, cuando se rompe, se convierte en decepción. Una decepción que se tendrá que capitalizar.
El PRI no necesita convencer. Solo necesita aguantar.
Y en eso, nadie le gana…
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Les comparto la encuesta citada en esta columna, realizada por Arias Consultes y publicada por Revista 32. Ahí están las cifras. Lo demás, es interpretación.