La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Senil, el tío Sam se suicidó disparando frente al espejo
Patético hasta el fin, Donald Trump provocó una crisis de política interna jamás vista en los Estados Unidos, una situación que no obedece a la defensa de una causa del bien común, sino, a la desbordada ambición del magnate aupada por su frágil inteligencia emocional.
Forjado en un ‘reality show’, el derrotado personaje no supo distinguir entre la televisión y la realidad y como triste esbozo de ‘apprentice’, arrojó al caño el capital electoral que aún conservaba.
Porque no hay duda que, apenas Joe Biden rinda protesta, dirigirá todo el poder del Estado americano en contra de su principal amenaza: el trumpismo.
Locuaz, Donald no supo parar su propio juego propagandístico y estiró la liga hasta que la rompió y aunque la democracia estadounidense esté maltrecha, conserva la suficiente fortaleza, para ajustar cuentas con el sedicioso perdedor.
Montado en el supremacismo, el todavía presidente hizo un mal cálculo, al suponer que su demagogia seduciría a un variopinto de funcionarios (incluido Mike Pence), para por medio de una asonada, apropiarse cuatro años más del famoso despacho oval.
Quizá, con el paso del tiempo, el establishment le agradezca que, gracias a sus desatinos, se vieron obligados a modernizar un sistema electoral que, al menos desde el 2000, vive con respiración artificial. Ni hablar, ayer, siendo ejemplo, dejaron de ser ejemplares.