Luis Alberto García / Moscú
*Conflictivo y problemático, Vidal ha superado sus defectos.
*Tuvo la confianza de un gran entrenador como Pep Guardiola.
*Carlo Ancelotti lo quería jugando en el Real Madrid.
*Dejó la Bundesliga para enrolarse en la Juventus de los Agnelli.
*El Chelsea de Londres lo buscó a petición de Roman Abramovich.
Arturo Vidal, el “Rey Arturo”, futbolista chileno que invadió Alemania, Italia y España con su maestría y calidad sobre las canchas desde su participación en la Copa FIFA / Sudáfrica 2010, transformó en acciones positivas su ímpetu de joven conflictivo y problemático; pero reconocido también por su buena actuación en Brasil cuatro años después.
Sin haber asistido a la XXI Copa del Mundo de Rusia, en seis partidos mundialistas anteriores y muchos más en los clubes profesionales en los cuales jugó desde 1999, cuando aún no cumplía catorce años, tuvo actuaciones que los aficionados de Chile y otras naciones agradecen y recuerdan gratamente.
Empezó de adolescente en las fuerzas juveniles del Colo-Colo de Santiago de Chile, su ciudad natal; a los 24 años fue contratado por el Bayer Leverkusen, el equipo de la fábrica de la Aspirina, el analgésico –dicen los médicos- más efectivo del mundo.
Dejó temporalmente la Bundesliga para irse a la Juventus de Turín, hacerse de nombre y adornar las vitrinas del cuadro blanco y negro de la familia Agnelli, a la que sobra dinero para adquirir a quien desee, a un equipo por el que ha desfilado cualquier cantidad de estrellas del firmamento balompédico universal.
Con cuatro ligas, una copa, dos Supercopas y una notable presencia en la final de la Champions de 2015 -conquistada por el Barcelona, en semifinales formó en la alineación de la Juve que dejó fuera al Real Madrid-, Florentino Pérez descartó a Arturo porque consideró que Toni Kroos era el mejor centrocampista del mundo.
“El mejor para el Real Madrid es Arturo Vidal”, corrigió Carletto Ancelotti; pero su petición de nada sirvió ante la necedad característica del directivo madrileño, con una sorpresa que dejó fríos a los tifossi de la gran escuadra de la que formaron parte Michel Platini y Zinedine Zidane en otra época: en el verano de 2016 se fue al Bayern Munich.
El primer sorprendido fue su técnico Pep Guardiola. “¿Arturo Vidal?”, preguntó cuando se lo comunicó Matthias Sammer, director deportivo de los rojos bávaros: “Pasados los meses, Pep reconoció que había sido una contratación increíble”, explicó Sammer.
Ni siquiera las lesiones pudieron con él: fue operado de la rodilla derecha en dos ocasiones, una antes del Mundial de Brasil; y otra en abril de 2018, por lo que el Barcelona, su club desde agosto de este año, lo sometería a una revisión médica antes de firmar el contrato que lo liga a los culés.
Quien lo conoce no duda: “Tiene una galopante salida con el balón, es completísimo y ofrece un plus de agresividad, lo da todo, roba, llega y además hace goles”, añadió Philip Lahm, el capitán de la Alemania monarca en Brasil 2014.
“Si he de ir a la guerra con él y diez más, lo quiero a mi lado”, exigió Pep Guardiola, consciente de las palabras que le dijo Antonio Conte cuando entrenaba al Chelsea londinense, que también buscó a Arturo a petición de Roman Abramovich, su propietario desde 2003, el siberiano que todo lo quiere y casi siempre lo puede.
“Más le exiges, más te da: es el Messi de los centrocampistas”, dijo a su vez Jorge Sampaoli, entrenador de Chile y Argentina en los últimos años, a quien se responsabiliza del fracaso de los rioplatenses, cuyo equipo no supo renovar, sin poder gestionar los egos presentes en Rusia.
En el Barcelona quiere ser no rey, sino un modesto escudero y, como tal, nadie cree que le quite la pelota para lanzar los penales como hizo con Andrea Pirlo en la Juve y como intentó sin éxito en el Bayern Munich con Thomas Müller y Arjen Robben.
“Puede que Leo Messi sea D10S en el universo del futbol; pero para Chile y la barriada de San Joaquín, el rey es Arturo, el `Cometierra` que nos dejó atrás para conquistar otras canchas”, dijo Eduardo Vargas, su antiguo compañero de La Roja chilena, quien lo acompañó en numerosos juegos internacionales.
En Baviera, Vidal ganó admiradores y detractores porque, una vez en el ojo del planeta-futbol, se destapó como alguien conflictivo y difícil de controlar, echándose a los aficionados rivales encima por simular un penal en las semifinales de la copa alemana ante el Werder Bremen, que permitió el pase del Bayern Munich, del que fueron ases Gerard Muller, Franz Beckenbauer y Sepp Maier.
Se peleó a gritos con el entonces entrenador de Chile, Marcelo Bielsa, al hacerle notar de mala manera que se excedía con las órdenes tácticas desde la banda en un duelo ante Israel, y numerosas fueron las veces en que lo encontraron de fiesta y con copas de más, que incluso pudo costarle la vida en la Copa América de 2015.
En un día de asueto, acompañado de una novia, estrelló su lujoso Lamborghini con un índice de alcohol en el cuerpo más elevado de lo permitido: “Espósame, pero te vas a cagar en todo Chile”, les dijo altaneramente a los policías que lo detuvieron, en un mal papel de rey de nada.
“Puede hacer algunas cosas estúpidas y quizá no es el tipo con el que quieres que se case tu hija; pero eso no le resta valor como jugador”, lo defendió uno de los directivos del Bayern, aunque preocupado por su comportamiento.
“Sabe dónde viene y nuestro vestuario es sano”, respondieron desde el Barça antes de su contratación, aunque también saben que este apasionado de los caballos —tiene un cuadra hípica en el hipódromo de Santiago de Chile, al que iba de niño para cuidar a los animales y así ganarse unas monedas para sostener a su madre y hermanos—, representa como nadie a su barrio bravo de San Joaquín.
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