Cómo olvidar aquella sentencia del entonces secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, quien advertía palabras más, palabras menos, que en México una familia puede vivir bien con el sueldo mensual de seis mil pesos de sólo un integrante de la misma y hasta comprar automóvil e ir pagando mes a mes el costo de una casa propia.
Este discurso de Cordero estuvo más que fuera de lugar, fuera de la realidad del mexicano común.
Lo relevante del asunto, es que más allá de que los funcionarios crean o no que una familia en México puede sufragar todos sus gastos de manera cómoda y hasta tener acceso a créditos para la adquisición de bienes de costos mayores incluso de lo que devengan por salarios en un sólo año, el hecho es que no hacen lo necesario y suficiente para concretar en sustancia sus discursos.
Como muestra, el asunto del “Buen Fin” que en su reciente edición acabamos de vivir por segunda ocasión, mismo que tiene sus pros y sus contras.
Es cierto que se critica que muchos mexicanos aprovechan estas oportunidades de crédito sin intereses o descuento en efectivo para comprar un televisor, una computadora, un refrigerador y hasta una lavadora, y que en muchos casos los pescarán aún endeudados en la tercera ocasión del Buen Fin en caso de presentarse con la nueva administración sexenal. Pero también muchos de quienes adquirieron estos artículos en verdad sólo esperan ocasiones como estas para adquirir estos aparatos, porque con sólo seis mil pesos al mes, sería impensable hacer el gasto en otro momento. Y son los compradores que incluso, no tienen acceso a escuelas privadas para sus hijos, ni a vacaciones estructuradas fuera del ámbito familiar, ni a créditos para autos, ni mucho menos para casas.
El lado contrario y aberrante del “Buen Fin” es que los productos de abasto familiar y que sobre todo tienen que ver con los alimentos y productos para el mantenimiento diario de una casa, han aumentado su precio de forma excesiva; algunos de estos más del 50% de seis o cinco años a la fecha, al grado que con la misma cantidad de dinero que se compran diez o doce pollos en un supermercado, se puede adquirir también un televisor.
Pero a Cordero quien la fortuna no le sonríe del todo pero tampoco lo abandona para seguir cobrando sueldos exorbitantes del erario público, se le hace saludable que quienes le pagamos con nuestros impuestos, sí le otorguemos por su actividad legislativa, un carro nuevo, una computadora personal –además claro de su sueldo y demás prestaciones–, sólo porque es un ahorro para la Cámara de Diputados.
Si a Ernesto Cordero le importa o no que con seis mil pesos se pueda vivir bien en Mèxico, estaría bien que al menos mostrara un poco de cordura en el manejo de las finanzas del erario y familiares, y lo de menos sería, que igual que al que critica, le falle el manejo de sus lecturas al momento de presumirlas.
Acta Divina… El presidente del Senado, Ernesto Cordero Arroyo, y el responsable de la Comisión de Administración, Jorge Luis Lavalle, aseguraron que la entrega de 275 mil pesos a cada uno de los 128 legisladores para la compra de un automóvil y de una computadora personal constituye un ahorro significativo para el poder Legislativo.