Joel Hernández Santiago
“Ganarás el pan con el sudor de tu frente” dice el mandato bíblico; o también práctico lo que decía abuelo: “Aquí el que no trabaja no come” (como era)… “El trabajo dignifica”; “Yo trabajo-tu trabajas-él trabaja” y todas aquellas referencias al trabajo como responsabilidad y dignidad; como fuente de tranquilidad y hasta de felicidad… Sí, pero no.
Resulta que el trabajo es fuente de riqueza, de vida y de tranquilidad social y hasta de honorabilidad. Siempre y cuando lo haya, que es cuando un buen gobierno influye en que las fuentes de trabajo generen eso: trabajo, bien pagado y bajo reglas de prestaciones sociales, como lo marca el artículo 123 Constitucional: Todos tenemos derecho a un trabajo remunerado y digno, y toda la filosofía social que se sustrajo del larguísimo periodo de esclavismo y abuso laboral.
Pero resulta que cada vez es más escaso ese trabajo. Que muchos se esmeran en conseguirlo y para contar con un mejor puesto laboral se estudia, se devanan los sesos y se queman las pestañas estudiando… Y cuando no es así, cuando aquel o aquella que quieren trabajo pero no tuvieron oportunidad del estudio… o no quisieron, pues también ellos tienen derecho al trabajo: y lo buscan en cualquier circunstancia.
Y lo dicho: cada vez es más escaso el trabajo formal en nuestro país. Esto es así por distintas razones: En fechas recientes la pandemia de salud que asola al mundo; pero también las políticas económicas de gobierno que han propiciado el cierre de empresas o de negocios o comercios, que son fuente de trabajo.
En todo caso trabajar es fuente de vida y tranquilidad y cuando no hay esa fuente simple y sencillamente algunos toman otras opciones. La primera de ellas en nuestro país, como se ve, es la del empleo informal, que es decir, autoemplearse y generar sus propios ingresos, como es el caso de la venta callejera, la que puebla calles, banquetas, avenidas, plazas, ciudades, mercados externos…
Esto mismo ha generado el fenómeno de compra venta de espacios de comercio. Algunos tienen uno o dos “puestos” en lugares estratégicos en busca de más clientes y mejor venta de sus productos; pero también existen grupos y mafias que se hacen de calles completas y que rentan pequeños espacios públicos a vendedores que requieren un lugar. Así se multiplica la condición de abandono y desprotección social; pero también el abuso y la corrupción…
En todo caso, muchos quieren tener el trabajo firme y con un salario apropiado a la tarea realizada y con esas mismísimas prestaciones sociales tan ambicionadas porque significan la estabilidad de la familia y propia.
Muchos otros que no consiguen trabajo ni en las ciudades ni en el campo, en la industria o los servicios se van del país. Son los marginados del sistema económico y de producción en un país que no les proporciona alicientes y cuyo gobierno prefiere verlos marchar porque sabe que estos trabajadores enviarán cantidades estratosféricas como remesas, para la manutención del país y sustituyen estos ingresos a la responsabilidad pública de desarrollo social y por tanto ese gobierno aplaude por estos envíos en un contraste lamentable con su propia responsabilidad.
Muchos otros deciden por la delincuencia. Por ese “trabajo fácil” de la confrontación social. Por supuesto existe el delincuente-criminal que lo hace por razones patológicas, por maldad en sí mismo, porque así es su condición humana. Y sin embargo muchos hay que no, que en su desesperación por llevar recursos a su casa delinquen. No es justificación de la delincuencia, por supuesto, pero sí es una de las razones por las que muchachos y muchachas deciden “el mal camino” que se decía.
Lo cierto es que el trabajo es indispensable en lo individual y colectivo y, sobre todo, como factor de equilibrio colectivo en el que los fenómenos de migración o delincuencia pueden ser sustituidos por enriquecimiento nacional con mano de obra nacional.
Y todo esto viene al caso porque apenas hace unos días el INEGI dio a conocer las cifras de empleo y desempleo en México a diciembre de 2021.
Según este reporte 2.1 millones de mexicanos en edad productiva no tuvieron trabajo ese mes. Que la tasa de desempleo en México cayó al 3.7% de la Población Económicamente Activa (PEA) sin olvidar que es en diciembre cuando se generan más empleos provisionales debido a las fiestas decembrinas, lo que se contrae apenas al comenzar el año siguiente.
Esto en cifras ‘desestacionalizadas’ (sin factores coyunturales por temporada) fue de un 0.1 punto porcentual mayor al del mes anterior. La PEA fue de 59 millones de personas de 15 años y más.
Asimismo, en el último mes del 2021, hubo 5.7 millones de personas sub-ocupadas, que son aquellas que declararon tener necesidad y disponibilidad para trabajar más horas. Esto implica una disminución de 1.7 millones de personas respecto a diciembre de 2020.
En tanto, la ocupación informal en diciembre de 2021 ascendió a 32.2 millones y situó la tasa en el 56.5 por ciento, superior en 0.8 puntos porcentuales a la de diciembre de un año antes.
Son muchos millones de mexicanos que no tienen trabajo o que se ocupan en actividades informales. Mucha gente, sobre todo jóvenes, están a la expectativa de un trabajo y ganar el sustento personal y familiar “con el sudor de su frente” o tendrán que optar por una decisión alterna. El gobierno lo sabe y tiene mucho por solucionar. ¿Lo hará ya?