Luis Farías Mackey
Los políticos tienen un sexto sentido para leer a las gentes, más aún, para descubrirles sus debilidades. Por más que se diga lo contrario, Andrés Manuel tiene un talón de Aquiles y es el dinero. Que no lo use para viajes a Ibiza, boletos en primera clase, relojes millonarios o grandes festejos, es otra cosa. Y su debilidad por el dinero se le conoce desde hace mucho. De cierto desde Salinas, pero es probable, tal vez algún día lo sabremos, que fue cuando como presidente del PRI en Tabasco tomaba palacios municipales, la mayoría del PRI, que se le haya conocido su gusto por el dinero a cambio de liberarlos.
El caso es que cuando llegó de plantón al Zócalo de la Ciudad de México con Camacho de Regente, éste lo recibió con un “¿cuánto?”, por la mediación de un joven de apellido Ebrard. Tan tomó la lana que religiosamente regresó por más, como el propio Camacho lo confesó en la tribuna de la Cámara de Diputados años antes de entregarse a él.
Entre esas sus peregrinaciones al Zócalo capitalino apareció una herencia familiar que incluía una gran finca en Palenque, ¡baratijas…!
Quién nos dice que sus 18 años recorriendo la República no fueron otra forma de esquilmar presidentes municipales y gobernadores.
Se sabe que llegando a la presidencia del PRD pidió descuentos en nómina de sus empleados para la causa, y por Carlos Navarrete conocemos que semanalmente el PRD le entregaba maletas de efectivo, bajo la creencia que con él llegaría finalmente al poder. Llegó, por cierto, pero sin el PRD. Tal vez las maletas de Poncho Romo y de Salinas Pliego fueron aún mayores en tamaño y número, pero ellos, que sí llegaron con él, hoy gozan junto con los Chuchos el desengaño y el oprobio.
Tan pronto se sentó como jefe de Gobierno en el entonces Distrito Federal, descontó de todos sus empleados parte de su nómina que, así, se sumaban a los descuentos en las del PRD. Ya para entonces Delfina, en Texcoco, y sabrá Dios cuántos munícipes más, retenían recursos a sus trabajadores para la causa y el prócer.
No es pues difícil que Peña Nieto como gobernador fuese un asiduo cliente de Andrés, ni tampoco que los dineros que Velasco en Chiapas tiempo después le entregaba fuesen por instrucciones del propio Peña. ¿Cuántos gobernadores no habrán entregado bolsas de manila instituidas en pos de pactos de impunidad?
El hecho es que Peña, sabedor de sus propios haberes y andanzas, desde el inicio de su gobierno (es un decir) pactó con López. Y nada hay en la ya historia que lo desmienta.
Se sabe que Romero Dechamps, entregó su reino y negocio, se dice que hasta su avión privado, a cambio de libertad; la otrora combativa Maestra se sumió en un oscuro silencio y priístas corruptos por los cuatro costados y hasta el alma han gozado de una paradisiaca tranquilidad sin que sus nombres apenas se recuerden. El huachicol, en lugar de desaparecer se industrializó. Los negocios y contratos de las mal-obras insignias de la 4T exudan “pudrición”.
Los grandes contratistas, concesionarios y permisionarios del pasado siguen siendo los mismos hoy, más algunos “empresarios” de nuevo cuño que aún falta por ver si persisten o desaparecen como comalada de sexenio
Y ya del crimen organizado mejor ni hablamos, ni modo que sabiendo de dónde cojeaba el joven no le tocaran las fibras correctas. Fibras que hoy desvelan en salpimentadas conversaciones con autoridades norteamericanas.
Pero todo se rompe por el eslabón más débil y este suele ser la avaricia. Quién nos dice que lo que vemos hoy en Tabasco no es un pleito en casa por un negocio que los nuevos inquilinos de Palacio en Villahermosa (El Centro) reclaman para sí y los anteriores creen que se lo escrituraron de por vida.
Se me dirá: “ni una sola prueba”, pero sí muchas historias.
En fin, poco vivirá el que no vea el desenlace.
