CUENTO
Érase una vez un joven que vivía en un lugar muy lejano, y que se hacía llamar “el vato loco”. Su nombre -según él- se lo debía a que vivía una vida muy loca.
El vato loco casi era un ignorante, es decir que nunca había ido a la escuela. No tenía padres. Estos lo abandonaron cuando apenas tenía seis años. Desde entonces el vato loco vivió en la calle, y así es como conoció todo su ambiente.
Era el años 2017 y él ya tenía dieciocho años, pero seguía sin saber el abecedario, ah, eso sí, la única letra que pronunciaba era la S, sin embargo tampoco sabía que ésta era una letra. “Simón ese, claro que sí ese, qué onda ese; barrio loco ese.” Cuando hablaba ¡a todo le ponía al final la S! Ese por acá, ese por allá… ¡Todo el tiempo! El vato loco pronunciaba esta letra como veinte mil veces en un día.
Su vestimenta consistía en pantalones como de payaso, camisa de manga larga como para vestir a cuatro, cinturón de hebilla cuadrada, que parecía una soga por lo largo, zapatos que solamente él sabía dónde los agarraba, y calzoncillos de cuadritos que le gustaba exhibir y presumir. Y ahí lo podías ver caminando con su pantalonsote que parecía pesar una tonelada, moviéndose como si se hubiese cagado y temiese embarrarse el resto de sus piernas. “¡Simón ese!” “¡Mi vida loca ese!”
Él tenía la costumbre de hacer una especie de saludo o seña con sus dedos siempre que se encontraba a alguien mirándolo como a fenómeno de circo. El vato loco enseguida alzaba sus dedos y hacía esto que solamente él sabía lo que significaba.
Pobre de él, que al ser un marginado social se escondía detrás de aquel disfraz el cual le servía para evadir su triste realidad: no tenía padres, y tampoco familiares para que le hayan dado escuela, una oportunidad.
Cuando cumplió los diecinueve años empezó a fumar, primero cigarrillos simples y después de mariguana. Tiempo después se volvió adicto a estas dos cosas, pero todo esto no es gratis. Así que para obtenerlo empezó a robar cosas que después canjeaba por la hierba.
Al vato loco, como era un vago que todo el tiempo andaba sucio, nadie le ofrecía trabajo. Después de todo, si hay algo que no quería era precisamente trabajar. A él solamente le gustaba pasarse todo el día vagando en la calle, y estar “volando” con su hierba.
-¡Estoy bien high! -decía, mientras se encontraba tirado en el monte. Luego, por el efecto de la droga, añadía-: ¡Qué bien se siente tocar las nubes, están bien suavecitas!
El vato loco estaba volando muy alto, y así permaneció durante un buen rato. Tirado sobre la hierba seca siguió gozando de su viaje, hasta que sucedió algo que le derribó “su avión”.
-¡Uayyyy! -gritó, y el eco de su grito resonó por todo ese lugar-. ¡Uayyyyyyy…!
Su grito duró más de cinco minutos, hasta que el dolor se hizo más fuerte, y esto lo hizo desmayarse. Su viaje en clase ejecutiva, con champagne y todo, había sido sustituido por algo
muy horrible. Cuando se despertó no supo en dónde estaba, pero cuando miró su brazo y vio que éste tenía una aguja con una manguerita, comprendió que estaba en un hospital.
-¿Qué me sucedió? -se preguntó, mientras trataba de recordar. Al no conseguirlo empezó a buscar por todo su cuerpo. Se palpó la cabeza, la nuca, los hombros, y no encontró herida alguna.
¿Qué es lo que le había sucedido? ¡Casi nada!
Él, había estado tan drogado que nunca escuchó el cascabeleo de aquella alimaña, así que ésta se le acercó sin problema alguno y se le metió dentro de su pantalonsote. El vato loco tampoco sintió su cuerpo deslizarse sobre su piel, porque estaba “volando muy lejos”.
La serpiente, obedeciendo a su naturaleza, le clavó sus colmillos, y enseguida le inyectó todo su veneno. Éste rápidamente empezó a viajar por todo su torrente sanguíneo, y en cuestión de segundos llegó a su cerebro. Así es como el efecto de la droga fue sustituido por el dolor, y esto hizo al vato loco perder el conocimiento.
Acostado sobre su cama, no se le había ocurrido buscar en la parte inferior de su cuerpo, porque tenía un cobertor encima. Pero después de un rato, cuando sintió una comezón en toda la parte derecha, se destapó y descubrió que ¡ya no tenía una pierna! Se la habían cortado hasta arriba de la rodilla.
-¡Uayyy! ¡Uayyyyyy! -volvió a gritar, y su grito hizo que el médico viniera corriendo a su cuarto.
-¿Qué te pasa? -le preguntó.
-Mi pierna, ¡mi pierna! ¡¿Dónde está mi pierna?!
-Te la tuvimos que amputar, si no el veneno te habría matado.
-¿Qué veneno?
-El de la víbora…
El médico le explicó al vato loco que una serpiente de cascabel lo había mordido en su pierna, y que de no ser por un leñador que lo encontró tirado y lo auxilió, él ya estaría muerto…
-¡Cómo pude ser tan bruto! -dijo, entre sollozos el vato loco-. Gracias a mis vicios yo ya no tengo una pierna. ¿Qué voy a hacer? -se preguntó.
-Como que ¿qué vas a hacer? -le respondió el médico-. ¡Pues que más! Esperar a reponerte y ponerte a trabajar. ¿O es que acaso crees que tu hospitalización se va a pagar por sí solo?
-¡Uayyyyy! ¡Uayyyyyyyy! -volvió a gritar el vato loco. Y el médico le dijo:
-Ya cállese!
-¡¿Dónde está mi pierna?! ¡Por favor que me la devuelvan! ¡Quiero a mi pierna! ¡Nunca más vuelvo a fumar mota…! ¡Juro que nunca más vuelvo a drogarme…!
Pero ya era demasiado tarde. Ahora el vato loco, gracias a sus vicios, no solamente ya no tenía una pierna, sino que ahora también tenía una enorme deuda que pagar.
¡VATOS LOCOS FOREVER ESE! ¡VATO LOCO 4-EVER SIN PIERNA ESE!
Mensaje: Joven. Tú que tienes la oportunidad de estudiar, ¡NO LA DESPERDICIES! Muchos, como el vato loco, nunca llegan a tenerla, y terminan mal. Este cuento aquí termina, por ahora, pero… CONTINUARÁ…
ANTHONY SMART
Junio/06/2017