La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
La crisis es tal, que los evolucionistas creen en los virus de generación espontánea
Aunque todos los virus son exterminadores en potencia, el COVID19 no pone en riesgo la existencia del género humano, su amenaza destructiva se focaliza en otros aspectos.
Este virus, exterminó la soberbia del hombre orondo por sus logros científico-tecnológicos, le demostró que eso no lo exime de su vulnerabilidad genética.
Quebrantó el concepto que vislumbraba a los países desarrollados ajenos a los problemas sanitarios, humilló a la fatua Nueva York (Sabina dixit) ¿dónde quedó el sueño americano?
El bichito atropelló el solaz de las elites, que por sí mismas valen un carajo y, requieren por fuerza, del concurso de los ‘sin voz’ para recrear sus anodinos paraísos.
De golpe, el coronavirus sepultó la vanagloriada ‘normalidad democrática’ y nos remitió, temerosos, a la cueva, porque con todo y Tics, no tenemos la sabiduría del Neanderthal.
Destruyó nuestra fábula, porque demostró que no somos los dueños del mundo.
Aquella noche, cuando el conde COVID hundió sus colmillos en el cuello de la heroica y dulce Susana Distancia, acabó con los sueños del guajiro que gobernaba la vereda tropical.
Pero no te preocupes, némesis civilizatoria, en realidad, nos volviste a nuestro lugar.