In principio erat Verbum©
Simón Vargas Aguilar©*
“Cambiar no siempre equivale a mejorar, pero para mejorar, hay que cambiar”. Winston Churchill
Nuestro país enfrentó uno de los cambios más radicales cuando en 2018 el priismo quedó fuera de la contienda electoral por un fenómeno avasallante llamando Andrés Manuel López Obrador, fue una difícil derrota para el partido que recién regresaba al poder después de haber perdido dos elecciones consecutivas, y aunque mucho tuvo que ver la enorme popularidad del actual Presidente de la República, se debe reconocer que el rechazo de la ciudadanía, los escándalos de corrupción, los escasos nuevos liderazgos, el hartazgo a continuar sin innovación, pero sobre todo la falta de confianza en los candidatos, hizo que el denominado voto de descontento definiera, no sólo las elecciones de ese año sino probablemente el rumbo en general de los movimientos políticos sociales en el país.
Pero, este fenómeno no es sólo exclusivo de México, también ha sucedido en Estados Unidos, Chile, Costa Rica y más recientemente Argentina, solo por mencionar a algunos países de Latinoamérica, donde la polarización aunada a un escenario de insatisfacción generalizada por la poca capacidad de inclusión en las políticas públicas ha hecho que los electores “castiguen” de alguna manera a las diversas instituciones del Estado.
Por otro lado, se debe reconocer que afortunadamente, la sociedad ha decidido alejarse de la tolerancia a la corrupción, hoy incluso gracias a las redes sociales la facilidad para exponer a trabajadores deshonestos, abusivos o injustos es cada vez mayor, lo que a su vez impulsa que se tomen medidas contra ellos y que la población comience a realmente exigir de sus gobernantes acciones encaminadas al desarrollo y crecimiento de la población.
La paciencia ciudadana ha comenzado a llegar a un punto límite lo que podría colocar a la democracia en peligro, de acuerdo con datos publicados por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo a pesar de la disminución en la confianza de las instituciones, la participación en los comicios se ha mantenido constante, incluso a pesar del COVID-19, sin embargo, ha disminuido la intención de los votantes de favorecer al partido de turno o al retador, mientras que ha aumentado significativamente la opción de asistir a las elecciones, pero anular el voto.
Desde hace varios años los electores utilizan los comicios como una oportunidad para hacerse presentes y demostrar su descontento y frustración ante una realidad cada vez más llena de inseguridad y violencia; una realidad que continúa sin cambios significativos, porque lamentablemente, a pesar de que los candidatos afirman tener en sus manos los proyectos para resolver temas como el desempleo, la pobreza, la salud, la educación y la inseguridad, éstos aún no surten el efecto requerido y el tiempo ya juega en contra de las instituciones gubernamentales.
Diversos fenómenos y variables deben ser consideradas por los candidatos rumbo al 2024: el cansancio de la ciudadanía, las nuevas plataformas políticas, la edad de los votantes y por supuesto el alarmante crecimiento de la polarización social en América Latina y el Caribe, que de acuerdo con datos de Variety of Democracies (V-Dem) es la región en la que más ha aumentado en los últimos 20 años.
La democracia se enfrenta a un escenario complicado alrededor del mundo, el totalitarismo va ganar terreno rápidamente, pero de manera paradójica, hoy la forma en la que un candidato llega a conectar con el electorado podría significar un detonante para que en las urnas se pase de un “en contra o a favor de”, por un “trabajemos juntos”.
*Consultor en temas de seguridad, justicia, política, religión y educación.
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