Joel Hernández Santiago
Como en la peor pesadilla que cualquier ser humano pudiera tener, de pronto aparecen por aquí y por allá seres monstruosos, descompuestos, mal olientes, primitivos y sin cepillar.
De pronto, también, esos personajes redivivos por azares de su pasado, caminan, avanzan, se nos aproximan, nos extienden la mano, nos sonríen, sonríen, ríen. Han conseguido la vida eterna… La vida política eterna en un país que todo lo ve, y todo lo perdona en tiempo electoral… o casi.
La memoria es flaca. La memoria social, digo. Y peor aun la memoria política. Esto de memoria y olvido es un cuento de nunca acabar. Aun cuando pergeñamos el pasado de cada uno de los políticos que están en la lisa por conseguir posiciones legislativas o función pública en las elecciones del primero de julio de 2018, todo se convierte en folklore y en desfiguros tolerables o de “mejor me lo río, y no me lo lloro”.
Y como parte de este panorama horrido, de pronto los mismos candidatos –porque los tres personajes de la contienda más relevantes hasta hoy, ya lo son—pues se empeñan en mostrar sus virtudes y sus imágenes santificadas, pero al mismo tiempo nos enteramos por filtraciones (“como cosa tuya”) que cada uno de ellos tiene sus pecados concebidos.
A Ricardo Anaya le va mal, pero él sonríe, con esa sonrisa burlona que tiene. Está seguro de que su inteligencia y su verbo son supremos y, como el whisky aquel, camina y camina. Está –dice- en segundo lugar de las preferencias musicales hasta ahora. Y quiere el primer lugar y ganarle a Andrés Manuel López Obrador, aunque sus dardos ahora son lanzados en contra del PRI, al que acusa de filtrar y reciclar información que lo pone en entredicho por aquello de las triangulaciones financieras en las que se presume que se pudo ver favorecido él o su familia o sus socios.
Él responde acusando al ‘dinosaurio agonizante’ (como denomina al PRI) de hurgar en asuntos que ya están aclarados –dice-. Pero él no los aclara. No dice con precisión qué fue lo que pasó ahí. No demuestra inocencia, sobre todo en momentos en los que se le pone en la picota de la corrupción. Y él, a modo de escudo, dice que quienes lo acusan son corruptos a más no poder. Y así.
Meade, por su parte, se alcanzó la puntada de proponer un ‘Registro Nacional de Necesidades de Cada Persona’ y crear una comisión que recoja lo que requiere-necesita-exige cada uno de los 127 millones de mexicanos sin grito y sin guerra. Seguro que será el día del Juicio Final cuando se conozcan los resultados de esta propuesta…
… Aun así, insiste en que su formación académica y su experiencia burocrática son su fortaleza: ¿será? Ya le cantan aquello de que permitió y estimuló los aumentos al precio de la gasolina y los combustibles y que lo mismo le da “chicha que limonada” con eso de que no es del PAN pero tampoco del PRI. O que por su posición como secretario de Hacienda debió saber los chanchullos de los gobernadores priístas ahora en capilla.
La militancia priísta que parece disciplinada, ya muestra enojo por el nivel en el que se encuentra su candidato presidencial y amenazan con levantarse a gritos de “¡Fuera!”…
Y quien nos lleva de sorpresa en sorpresa es AMLO. Montado en su primer lugar de preferencias hasta el momento. Decide retar la paciencia no sólo de los militantes de Morena, sino también de millones de mexicanos imponiendo a políticos de los que “de su pasado, preguntan todo, que cómo fue”.
En unas semanas, AMLO ha decidido incorporar a su partido, para posiciones relevantes en el proceso electoral, a personas que, en casos, son mal averiguadas. Como Napoleón Gómez Urrutia, quien como líder del sindicato de los mineros, luego de la explosión en la mina 8 de Pasta de Conchos en febrero de 2006 -65 mineros muertos-, se fue a Canadá, con su familia.
Para 2014 la Interpol le emitió una ficha roja por un presunto fraude de 55 millones de dólares en contra de los trabajadores mineros de México.
Un hombre polémico al que AMLO defiende diciendo que al traerlo al legislativo como Senador, se está haciendo un acto de justicia. Esto no le ha caído bien a millones y, seguramente tendrá un costo electoral alto, como también la llegada a Morena de políticos desahuciados en sus partidos y que buscan refugio y apapacho en Morena.
¿Qué tal Gabriela Cuevas, panista que hace poco maldecía y recontra maldecía a AMLO? Y Esteban Moctezuma, un zedillista-priísta que ocupó relevancia en Gobernación, y Lino Korrodi, de los ‘amigos de Fox’… Y así. Se acusa a AMLO de ‘locura’. A él esto no le importa y sigue… Los militantes de Morena podrán ser muy fudamentalistas pero como que esto ya les está calando.
En fin, que así va la feria y su jugada electoral. Poco a poco los partidos políticos se desdibujan y dan paso a los candidatos, por sí mismos. Esto es grave porque en democracia los partidos son el interlocutor entre la sociedad y el gobierno, pero esto parece que ya no funciona en México y, de ser así, estamos siendo testigos de una transición hacia lo nebuloso. Esperemos a ver.