Rúbrica
Por Aurelio Contreras Moreno
El ambiente político en Veracruz se enturbia rápidamente entre más se avanza hacia el momento de la sucesión en la gubernatura.
Sabedor de todos los excesos y abusos en que ha incurrido durante el sexenio que se acerca a su último tramo, el gobernador Cuitláhuac García Jiménez se aferra al poder que inevitablemente se le va de las manos, pues más temprano que tarde vendrá el cobro de todas las facturas pendientes por los agravios cometidos.
Manipulando con todo al aparato judicial de la entidad, García Jiménez busca mantener amarras del poder junto con la aprobación presidencial recurriendo al abuso descarado, mostrando su lado más autoritario a través de la persecución de adversarios políticos y el sometimiento de servidores públicos vía la Fiscalía General del Estado y el Tribunal Superior de Justicia, ambas instituciones reducidas a serviles “brazos ejecutores” de las venganzas del gobernador y su grupo.
El “affaire” del caso Rogelio Franco es el ejemplo más claro de lo anterior, aunque está lejos de ser el único. Luego de más de dos años de mantenerlo preso mediante una serie de chicanadas legaloides, el ex secretario de Gobierno y diputado federal electo del PRD logró salir de prisión este fin de semana, aunque se mantendrá en arraigo domiciliario para seguir los procesos legales que la Fiscalía estatal le ha abierto con el objetivo de neutralizarlo políticamente.
Ese mismo día que ya no pudieron mantener en prisión a Franco y le cambiaron la medida cautelar, el gobierno de Cuitláhuac García recurrió a la intimidación de otros actores políticos aliados del perredista, para dejar claro que va a seguir actuando de la misma forma contra los que considera sus enemigos políticos.
De camino hacia Xalapa para asistir a la audiencia de Rogelio Franco, el ex senador y ex dirigente estatal del PRD, Arturo Hérviz Reyes, fue detenido y trasladado al penal de Pacho Viejo por supuestos delitos cometidos durante su gestión como alcalde de Ángel R. Cabada. Horas después, el perredista recobró su libertad.
En realidad, el objetivo era tomarle la foto de la detención para la ficha correspondiente y humillarlo.
Casi al mismo tiempo, también en la capital del estado, policías estatales detuvieron en las calles del centro de la ciudad al dirigente estatal del PAN Federico Salomón, sin causa real, más que a los elementos de la Secretaría de Seguridad Pública les pareció “sospechosa” la manera en la que circulaba el político.
Nada de ello es producto de la casualidad. La intimidación y amenazas a jueces, la persecución judicial de contrincantes políticos, el hostigamiento a los periodistas, son parte del mismo mensaje: es lo mínimo que el régimen estará dispuesto a hacer en los tiempos por venir con quienes le disputen el poder que creen que les pertenece o que desvelen sus abusos, incompetencia e innumerables corruptelas.
Pero son tan burdos y silvestres que hasta “a los de casa muerden”. Como sucedió el mismo viernes pasado en Coatzacoalcos con el aspirante presidencial del Partido Verde, Manuel Velasco Coello, quien de gira proselitista por el sur de Veracruz también fue detenido por policías estatales e incluso hasta encañonado.
¡Y eso que es “aliado” de la “4t”!
Ése es en suma el verdadero problema. Al elevar la tensión y el tono autoritario, Cuitláhuac García está subiendo también el nivel de la confrontación y provocando un entorno en el que la violencia se puede encender con una pequeña chispa.
Y sobre sus hombros cargará con esa responsabilidad. Ya lo está haciendo, y no lo está soportando.
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