Rodolfo Villarreal Ríos
En pocas ocasiones nos ponemos a reflexionar como las decisiones tomadas, en el mundo y en nuestro país, en el año de 1919 habrían de marcar el destino del resto del Siglo XX.. Demos una vuelta por los acontecimientos que entonces se suscitaban.
Si bien el 11 de noviembre de 1918 fue la fecha en que Alemania capituló y solicitó el armisticio, no sería sino en el transcurso de 1919 cuando los gobernantes de las potencias triunfantes Estados Unidos de América (Woodrow Wilson), Francia (Georges Benjamin Clemenceau), Inglaterra (David Lloyd George) e Italia (Vittorio Emanuele Orlando) elaboraron los Tratados de Versalles mediante los cuales impusieron una serie de sanciones políticas, económicas, militares, territoriales, laborales y políticas al país derrotado, Alemania. El contenido del documento fue un ejemplo de lo no que se debe de hacer, ni aun en la victoria. ”.
El 28 de junio de 1919, al momento en que los cuatro líderes antes mencionados firmaban los Tratados en comento, la tinta de sus plumas estaba fecundando el huevo de la serpiente. Pero de esto, no se percataron. Sin embargo, hubo alguien quien si percibió lo que vendría. Ese fue el economista inglés, John Maynard Keynes, quien, en noviembre de 1919, escribiría un libro que resultaría premonitorio, “Las consecuencias económicas de la paz”.
Pero para cuando el volumen mencionado vio la luz, cada uno de los líderes, embriagados de triunfo, estaban ya de regreso en sus respectivos países buscando como habrían de emplear las ganancias de todo tipo que les asignaban los Tratados. . En el caso del presidente Wilson retornó para librar una gran batalla tratando de justificar el ingreso de los EUA a la Sociedad de las Naciones (el antecedente de la ONU). Sin embargo, las resistencias internas terminaron por derrotarlo y los EUA no fueron parte de dicha organización y el Senado estadunidense, con mayoría republicana, le negó la ratificación de los Tratados de Versalles.
En medio de esa lucha, el 25 de septiembre, Wilson sufrió un accidente vascular cerebral que impactó su físico y lo postró en cama por varios meses.
Independientemente de aquellas desavenencias políticas, el triunfo en la Guerra, permitiría que durante casi toda la década de los 1920s, los EUA gozara de una economía próspera en todos los sentidos.
Tres fueron los presidentes durante esos años, Warren Gamaliel Harding (19121-1923), quien si bien es más recordado por sus excesos a la hora de los negocios y flirteos amorosos, en cierta forma fue quien dio los primeros pasos para que el crecimiento económico se encarrilara. Muerto en circunstancias cuestionables, sería sucedido por Calvin Coolidge (1923-1929) quien es uno de los presidentes más subvaluados en su gestión. Ello, en parte, era derivado de su abstinencia verbal hasta el punto de ser conocido como “Silent Cal”. Sin embargo, a la hora de dar resultados los dio y muy buenos. Fue un presidente que se negó a realizar incursiones armadas en otras naciones para convencerlos de las bondades de la democracia.
En lo económico, cultural y social, la bonanza prevalecía en todos los sentidos. Inmersa en ella, desafortunadamente, la codicia de algunos crecía y todos pensaban que podrían convertirse en millonarios de súbito. Eso se reflejó cuando el crack de la bolsa en 1929 y un presidente capacitado técnicamente a nivel de excelemcia, Herbert Hoover (1929-1932) careció de habilidades políticas para evitar entrar en una crisis.
Él, ingeniero de profesión, cuando le preguntaron acerca del problema, en lugar de mencionar que se trataba simplemente de un bache económico, señaló que era una depresión y como dicen “de ahí pa’l real”. Pero si, la prosperidad que los estadunidenses vivieron en los 1920s, se generó como consecuencia de las decisiones tomadas en 1919.
Mientras lo descrito sucedía por los rumbos de los vencedores, en el de los derrotados las decisiones de ese año tenían seria repercusiones. En Alemania, la crisis económica era tremenda, la inflación arrasaba con cualquier ingreso. Las condiciones de vida eran pésimas y lo peor, el porvenir lucía ominoso. Las medidas impuestas por las naciones triunfadoras no les dejaban margen para la reconstrucción, todo era cumplir con las obligaciones, además de que el orgullo del pueblo alemán, altivo por naturaleza, estaba muy lastimado y eso lo único que generó fueron rencores, mismos que fueron oteados por quienes vieron una oportunidad para vender soluciones mágicas.
De pronto, apareció un austriaco de nacimiento quien poco a poco fue introduciéndose como la humedad en la política alemana. Ni quien dude que era hábil y cuando un pueblo está carente de liderazgos y vive momentos de estrechez y angustia es capaz de colgarse del primer clavo ardiendo que se le presenta y le promete que los habrá de sacar de la penuria en que estaban sumergidos.
La serpiente ya había roto el cascarón del huevo y se arrastraba por los pueblos y ciudades de Alemania agitando el cascabel a cuyos sonidos muchos creían escuchar música celestial. En febrero de 1920, se funda el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, lo que se conoce como el Partido Nazi. Para el año siguiente, la bestia austriaca se convierte en su líder y durante los años siguientes desarrolla una labor febril para ganar el poder, algo que logra en 1933. Lo que siguió ya todos lo conocemos de cómo, nuevamente, los EUA, tuvieron que ir a rescatar a Europa.
En esta ocasión, en parte era lavar la parte de responsabilidad que tuvieron en 1919 cuando impusieron sanciones draconianas a los vencidos, algo que ya no repetirían en 1945 cuando tras de la victoria les implantaron el Plan Marshall. Ahora, revisemos como andaban la situación en México en 1919.
En muchos círculos estadunidenses, continuaba el resquemor hacia el estadista Venustiano Carranza Garza por no haberse involucrado en el conflicto bélico y dado su apoyo a los EUA. Había quienes lo acusaban de germanófilo aun cuando no mordió el anzuelo del nirvana que le prometían los alemanes en el Telegrama Zimmermann. Pero no todas eran opiniones negativas
En los inicios de 1919, Don Venustiano continuaba ocupado en cómo dar forma a lo que había diseñado, el Estado Mexicano Moderno. Una muestra de ello está reflejada en las palabras de quien entonces era el embajador estadunidense en México, Henry Prather Fletcher, quien en Washington, el 6 de febrero, declarara: “El presidente Carranza en los dos últimos años ha llevado a cabo una difícil obra de preparación para la reconstrucción nacional y el futuro desarrollo de la riqueza de la nación… En lo que se refiera a la reorganización de los servicios públicos, ha desarrollado una amplia labor de mejoramiento, digna de todo encomio”.
Mientras reconocía la existencia de gavillas que inquietaban la paz pública, las calificaba de poco significativas. En igual forma, no dejaba de hacer mención “acerca de las dificultades surgidas entre el gobierno mexicano y algunas compañías petroleras extranjeras, entre las que se encuentran algunos intereses norteamericanos, manifestó que en su concepto, se podría llegar a solucionarlos de manera satisfactoria”. Eso sí, dejaba claro que el “único poder real y legal en toda la República Mexicana es el gobierno del presidente Carranza” (El Pueblo, 07-II-1919). Vayamos ahora a la perspectiva que, acerca de las relaciones con los EUA, tenía, en 1919, un mexicano quien sería fundamental para el futuro.
Durante un viaje a San Francisco California, el general Álvaro Obregón Salido emitió su perspectiva. Consideraba que “en México predomina un sentimiento general, en favor del más cordial acercamiento amistoso y comercial con ese país [los EUA]”. La del sonorense era la perspectiva de los hombres del norte quienes conocían de cerca a los estadunidenses. En ese contexto, afirmaba: “Creo, fundamentalmente que a excepción de algunos grandes capitalistas y compañías, cuyos intereses materiales han sido afectados por nuestra nueva legislación, todos los demás ciudadanos de esta república verían con gusto que las relaciones entre ambas naciones se encaminaran hacia la más franca armonía”.
Lo que declararía a continuación estaba inmerso en el nacionalismo pragmático fundamento esencial del Estado Mexicano Moderno. En ese sentido, Obregón reconocía que “México, además de ser uno de los mercados de mayores ventajas para los productos industriales de este país [los EUA], puede llegar a ser la fuente principal donde estas mismas industrias pueden obtener las materias primas, a precios más ventajosos”. Eso era en el entorno externo, el futuro de las relaciones entre ambas naciones lucía prometedor, pero ello pasaba por las decisiones que en lo interno se tomaran.
En el caso de México, el estadista Carranza Garza continuaba su labor constructora para el futuro. Algo que no gustaba a todos, especialmente a los rescoldos del huertismo y aquel que había pedido derrocar al presidente legítimo, Madero González para que Pascual Orozco o él, Emiliano Zapata, ocuparan el cargo. En el primero de los casos, desde los EUA llegaría un grupo encabezado por Aureliano Blanquet quien venía dispuesto a echar fuera al estadista Carranza. Pocos los siguieron y el 7 de abril de 1919, pereció en una forma horrible acorde con un tipo de su calaña.
Tras días después, las fuerzas de Pablo González Garza le tendieron una celada a Zapata y ahí terminó la vida de quien sería elevado a la calidad de héroe en uno más de los actos rastreros que protagonizaría en su vida el saltimbanqui-cobarde-gigoló-cristero de closet-sinarquista-nazi, José Vasconcelos ese sujeto al que algunos en el pueblo homenajean. Ese par de acciones permitieron que don Venustiano pudiera enfocarse a ver cómo podría darse su sucesión.
Cuando todos esperaban que la decisión la tomaría entre Obregón y González, el coahuilense les había prometido, en 1916, que apoyaría a cualquiera a cualquiera de los dos cuando llegara el momento de su sucesión. Sin embargo, en 1919, le entró la amnesia y decidió que su “gallo” sería el embajador mexicano en Washington, Ygnacio Bonillas Freijo.
Si bien nadie dudaba de la capacidad intelectual de éste ingeniero graduado del Massachusetts Institute of Technology (MIT), ni había olido el olor de la pólvora, ni tenia influencia alguna sobre los miembros del ejército, a más de que resultaba un extraño para la mayoría de la población. Pero a don Venus la invadió la terquedad, que en otras ocasiones le dio resultados excelentes, e insistió en imponer a Bonillas.
Lo anterior, ocasionó que sus discípulos más cercanos, la trinca sonorense, le manifestaran su oposición. Si bien al principio buscaran hacerlo mediante el convencimiento, el estadista no estaba dispuesto a cambiar de opinión. Para el otoño de 1919, otro problema le aparecería a Carranza, éste proveniente del exterior.
En los EUA, algunos demandaban que se invadiera a México. En ese contexto, el senador republicano por New Mexico, Albert Bacon Fall, decidió que era necesario sentar en el banquillo de los acusados a México y a su presidente. En ese momento, Carranza Garza mostró su estatura de estadista y mandó al diablo a quienes sin tener autoridad querían juzgarlo aduciendo derechos de extraterritorialidad. De los detalles sobre este caso no nos ocuparemos, pero si usted, lector amable, está interesado en conocer la historia completa les recomendamos el libro de nuestra autoría “El Senado estadunidense enjuicia a México y al presidente Carranza (INHERM 2017) que lo puede acceder en la liga https://www.inehrm.gob.mx/recursos/Libros/El_senado_estadounindense.pdf
La decisión tomada en 1919 por don Venustiano habría de tener su conclusión el 21 de mayo de 1920 cuando el coahuilense fue asesinado en Tlaxcalantongo, Puebla. Difícil de explicar por qué un estadista como Carranza Garza se obnubiló y no fue capaz de comprender que los únicos que podían materializar el diseño por él elaborado eran los integrantes de la trinca sonorense, De La Huerta Marcor-Obregón Salido-Elías Calles Campuzano. Ellos fueron, cada uno realizando la labor que les correspondió, quienes se ocuparían de la construcción del Estado Mexicano Moderno.
Ese que permitió que el país creciera y se desarrollara, que se transformara de uno rural a otro urbano, que se generara la movilidad social, que existiera el acceso a la educación de calidad, que se creara una industria incipiente y muchas otras cosas positivas que, hoy, algunos insisten en negar.. Claro que se cometieron errores y muchas fueron las fallas, pero ningún sistema es perfecto. Sí ya sabemos que nos van a decir que no había democracia y que el presidente todopoderoso. Sin embargo, eso no es una verdad absoluta, es una mentira que el presidente de la república tomara las decisiones sin considerar la opinión nadie, ni emitía leyes por sus pistolas, muchas eran las consultas que se realizaban con todos los grupos de poder económico y político.
Esa mentira del absolutismo fue un invento que vendieron los panistas acerca de quienes no debemos de olvidar que su fundador, Manuel Gómez Morín, era el bogado personal de don Eugenio Garza Sada. Ni tampoco podemos dejar de lado que los abogados panistas eran quienes llevaban los negocios de muchos políticos priistas y otros más eran hombres de paja de la Iglesia Católica.
En el Estado Mexicano Moderno que, querámoslo o no, surge de decisiones tomadas en 1919, todos cupieron y había para todos, inclusive la esperanza objetiva de un futuro mejor siempre estuvo presente. Y a quienes hoy lo descalifican les haríamos una pregunta: ¿Acaso durante los últimos veinticinco años hemos superado las condiciones económicas y la calidad de vida que se tuvieron durante los últimos setenta años del Siglo XX, con todo y las crisis que sufrimos durante ese lapso? No debemos de olvidar que las decisiones tomadas, en el mundo y en México, en 1919 habrían de determinar lo que sucedería durante el resto del Siglo XX.
vimarisch53@hotmail.com
Añadido (24.28.96) Nos enteramos de que, el pasado miércoles 9 de julio, emprendió el viaje hacía su cita con El Gran Arquitecto quien fuera nuestro maestro de biología, José Guadalupe Betancourt Flores. Vaya un abrazo solidario para su familia, en especial para quien fuera nuestra condiscípula, amiga muy apreciada, su hija, Lidia Angélica Betancourt Hernández.
Añadido (24.28.97) Observábamos la fotografía y no pudimos sustraernos a pensar que aquello era un maridaje entre la misoginia y la endogamia. Las personas que ahí aparecían lucían retadoras, arrogantes, orgullosísimas de ser un fiel ejemplo de esa unión.
Añadido (24.28.98) Muy conveniente sería que los neoyorkinos en lo particular y los estadunidenses en general, recordaran, al tratar de entronizar a un fulano nacido en Uganda de padres indios cuyo nombre es Zohran Mamdani, que el chaparrito no era francés sino corzo, la bestia no era alemana sino austriaca, y el carnicero no era ruso sino georgiano. Ninguno trajo cosas buenas para los países que los adoptaron, eso sí todos les prometieron el paraíso.