Historias para armar la Historia
Por Ramsés Ancira
Conocí a Marcelo Ebrard alrededor del año 2000. Ambos teníamos 39 años y él competía por el Partido del Centro Democrático a la jefatura de gobierno del entonces Distrito Federal.
Manuel Camacho Solís, era el presidente de ese partido. Me dijo que lo había fundado como un seguro de vida para protegerse de Carlos Salinas de Gortari. Seis años antes habían asesinado en Tijuana a Luis Donaldo Colosio, un crimen del que hay muchas y creíbles referencias de que fue planeado en la antigua residencia presidencial de Los Pinos.
Vamos a retroceder aún más en el tiempo. En la década de los sesenta, cuando Camacho Solís y Carlos Salinas de Gortari estudiaban en la Universidad Nacional Autónoma de México había un programa de televisión muy popular donde aparecían niños destacados por sus dotes como declamadores, cantantes y músicos. Lo patrocinaba una golosina, llamada “Toficos”, que usaba el lema “Mh, que ricos”.
La UNAM estaba concebida como universidad para las clases socioeconómicas medias y populares. Ni Camacho Solís, que era hijo de un médico militar, ni Salinas de Gortari, que era hijo de un ex secretario de Estado, eran de clase media, por eso al grupo que formaban, entre otros con José Francisco Ruiz Massieu le apodaban sus compañeros: los toficos.
Este grupo de estudiantes, que luego se incorporó al PRI, acordó trabajar el resto de su vida por un proyecto político para México de centro y nacionalista. Cuando Salinas llegó a la presidencia nombró a Camacho Solís jefe del gobierno del Distrito Federal y había pactado con él para la sucesión presidencial en 1994, no ocurrió así: el nominado fue Colosio y como hemos dicho, y es parte de la memoria histórica de muchos mexicanos, este fue asesinado.
Nuevamente regresamos unos años, Camacho Solís fue profesor del prestigiadísimo Colegio de México, donde fue maestro de Marcelo Ebrard Causabon. Cuando el primero fue jefe de gobierno de la Ciudad de México invitó como su segundo a Ebrard quien ocupó la Secretaría de Gobierno.
Camacho no era el típico funcionario priista. En ese tiempo no acostumbraba llevar guardaespaldas y conducía su propio automóvil. Junto con Ebrard reconstruyó la Ciudad de México tras el terremoto de 1985 y reparó o construyó docenas de edificios para los sobrevivientes damnificados, sobre todo en la Colonia Roma, que hoy es una de las más caras para rentar o comprar departamento en la Ciudad de México.
Regresamos pues al año 2000. Todavía la prensa vendida era mayoría y cuando Marcelo Ebrard invitó a los medios de comunicación a presenciar como en la Tesorería del Distrito Federal eran maltratados los ancianos y era una tortura para los contribuyentes pagar una licencia de manejo, la tenencia o el impuesto predial nadie acudió, excepto yo, como reportero de Canal 40 y creo que ni cámara me dieron.
Me platicó con gran entusiasmo sus ideas, me dijo que el mensaje que mandaba el gobierno de la Ciudad era “Por favor, no pague impuestos” y que, si él fuera jefe de gobierno, en lugar de torturar aún más a los ciudadanos, que ya de por sí tenían que hacer un gran sacrificio, haría convenio con las tiendas de autoservicio para que ahí se pudieran pagar los impuestos. Además, instalaría módulos de atención en estas tiendas con el propósito de que fuera más ágil sacar la licencia de manejo y evitar la corrupción, proyectos que efectivamente realizó, aunque no de inmediato.
A pesar de la simpatía e incluso el cariño que tenía Marcelo Ebrard entre las personas que finalmente pudieron ser dueños del departamento que habitaban, y de los comerciantes de mercados ambulantes, quienes redujeron considerablemente las “mordidas” a los inspectores, declinó su candidatura a la jefatura de gobierno y la cedió en el año 2000 para que Andrés Manuel López Obrador tuviera el camino libre.
Me consta personalmente que Ebrard no se había enriquecido como Secretario de Gobierno del Distrito Federal en el sexenio de 1988 a 1994, al grado que la Unión y Vecinos y Damnificados 19 de septiembre le facilitó dinero para sobrevivir, pues administraban edificios que ya tenían valor de cientos de millones de dólares. Por cierto, un terreno que había expropiado Ebrard para que se construyera un complejo habitacional para periodistas, se convirtió en un estacionamiento y, años después, cuando todo estaba olvidado lo vendieron a una empresa particular.
López Obrador rescató a Ebrard y le dio como premio de consolación la Secretaría de Seguridad Pública. En ese tiempo la delincuencia se redujo casi un 10 por ciento en el Distrito Federal. Sin embargo, el linchamiento de tres agentes de la policía en Tláhuac, al extremo oriente de la Ciudad de México, obligó al presidente Vicente Fox a sustituirlo de su cargo.
En ese momento llegar por tierra del centro de la Ciudad a Tláhuac no podía tomar menos de 150 minutos, el doble de lo requerido para llegar a Cuernavaca. Esta sería una de las razones para construir la línea 12 del metro, que mejoró la vida de millones de personas.
Alrededor del año 2010, el partido Alternativa Socialdemócrata había logrado obtener dos diputaciones en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, con una agenda progresista. Estos legisladores propusieron dejar de encarcelar a las mujeres que abortaban, muchas veces involuntariamente; las sociedades de convivencia, que legalizaban no solamente la unión de homosexuales, sino la posibilidad de que una madrina pudiera afiliar al seguro social a su ahijada, o que dos mujeres, independientemente de su orientación sexual pudieran unir sus salarios para obtener un préstamo para la compra de vivienda. Ebrard se jugó todo su capital político y pese a la campaña de linchamiento promovida por el Arzobispo Norberto Rivera Carrera, ordenó que, en la Ciudad de México, cualquier mujer mayor de edad, que, por razones de pobreza, violación o simplemente porque así lo decidiera, no quisiera continuar la gestación antes de 90 días desde la concepción, pudiera interrumpir el embarazo, gratuitamente en hospitales públicos de la Ciudad de México.
A partir de entonces y durante más de una década, ninguna mujer murió por abortos clandestinos, dejaron de abandonar a niños recién nacidos en terrenos baldíos, donde acababan muriendo mordidos por ratas y dejaron de aparecer fetos de abortos, en las calles de la Ciudad de México.
Todavía hubo otra ley que incluso recibió el beneplácito de gran parte de las congregaciones católicas. En ella se establecía el derecho a decidir no prolongar artificialmente la vida de enfermos desahuciados, condenados a sobrevivir, meses o incluso años intubados. Esto, que resultaba un negocio inmoral de muchos hospitales privados, acababa con la herencia de cientos de familias y representaba una tortura para miles de personas incurables o absolutamente discapacitadas.
Perseguido por el ex procurador torturador y fabricante de culpables Miguel Ángel Mancera, Ebrard salió varios años del país. Contra lo que se han empeñado en afirmar sus enemigos políticos, Marcelo había ganado suficiente dinero como jefe de gobierno para sobrevivir cómodamente. Además, había ganado prestigio como mejor alcalde del mundo en 2010. Esto le permitió seguir obteniendo ingresos en el exilio como consultor y además fue el líder de la propaganda presidencial de Hillary Clinton entre las comunidades latinas.
De su culpabilidad o no en el derrumbe de la línea 12 del metro, haremos un análisis exhaustivo en un próximo trabajo.
Bitácora suplementaria
En la primera mitad del siglo XX, a los españoles que hacían fortuna en América, los llamaban despectivamente los indianos.
Exactamente así consideraba el ex primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu a los judíos mexicanos, personas de tercera clase, pero ricos, a los que había que sacarles todo el dinero posible.
Cada vez que pudo, Netanyahu denostó a México, porque era uno de los pocos países que protestaban en la ONU, por el incumplimiento de resoluciones de Israel.
Defendió siempre el proyecto de Trump para construir un muro en la frontera México Estados Unidos y decía que los palestinos eran ridículos por pedir que se dejara de construir ilegalmente en su pequeñísimo territorio, es como si los mexicanos exigieran derechos por la invasión de 1847, llegó a decir. Ignoraba que estos mexicanos no solo tienen derechos, sino que sus descendientes representan un porcentaje importante de los legisladores, juristas, científicos y gobernantes de ese país.
Como Secretario de Relaciones Exteriores de México, Ebrard es jefe del representante de nuestro país en Naciones Unidas, el doctor Juan Ramón de la Fuente, quien condenó al gobierno de Netanyahu por el uso excesivo de la fuerza con la que se asesinó y quemó vivos a más de 50 niñas y niños palestinos, con igual o peor crueldad que la inquisición quemaba a los “judaizantes”. En realidad, peor, porque ellos no llevaban a la hoguera a los infantes.
Los fabricantes de armas, la extrema derecha, es parte de la gente que hoy patrocina el linchamiento de Marcelo Ebrard por el accidente en el que murieron 24 mexicanos. Cada muerte es lamentable pero numéricamente inferior a miles que provocó Netanyahu como primer ministro israelí durante 11 años, de 2009 a 2021.
El ex primer ministro hizo todo lo humanamente posible por aferrarse al puesto ya que hay múltiples pruebas de su tremenda corrupción y el negocio que le representó el asesinato de sus vecinos. Netanyahu debe terminar en la cárcel, y pronto. Si el Estado de Israel es tan democrático como presume, no hay otra salida posible.