• En el atentado a Ciro Gómez Leyva, el ganso es ¡La víctima! Pobrecito
*Miguel A. Rocha Valencia*
Ahora resulta que el sujeto que se siente y de facto lo es, dueño de México, es la víctima en el atentado contra el periodista Ciro Gómez Leyva, a quien corresponde ponerse el traje de villano y cómplice en el compló para dañar al extraordinario gobierno del ganso.
En su retorcida mente, donde él es el centro del universo, el machuchón de Tepetitán en vez de solidarizarse con el periodista y atender el llamado de los 177 miembros del gremio que le exigen parar las agresiones contra comunicadores, sale conque todos ellos son sus enemigos y lo son, “porque en cuatro años no han escrito no algo positivo a mi favor, sino equilibrado” Son los mismos, insistió.
Lo que los periodistas firmantes le dicen al ganso es que todas las emanaciones de odio hacia comunicadores “se incuban, nacen y se esparcen” desde Palacio Nacional donde “la difamación que sustituye al debate de ideas, es una convocatoria a la violencia física contra periodistas estigmatizados por el presidente”.
Pero como en este y todos los casos el egocéntrico macuspanense se victimiza, dice que el tal desplegado es obra de sus enemigos quienes no dicen nada positivo de su régimen, y es que la verdad, no hay nada bueno por decir, todo está mal, los números oficiales, los del Inegi y las encuestas de instituciones de gobierno, dicen que estamos mal.
El Péndulo de la realidad del país es que en economía estamos tan mal, que, si no fuera por las tasas de interés que se pagan por deuda de gobierno, se irían miles de millones de dólares sobre todo en cetes cuyo premio a 28 días está en 10.20 por ciento. Gracias a ello los capitales especulativos no se van y nos dejan encuerados con la exigencia de la liquidación de al menos 35 mil millones de billetes verdes.
En seguridad ya resulta tan reiterativo que no sólo han asesinado a más de 140 mil mexicanos, sino que en la impunidad con que se mueve el crimen, se dan el lujo de atentar contra periodistas, jefes de seguridad, secuestrar altos mandos militares o matar a representantes del “orden”.
Salud, refleja un país donde la “vida no vale nada” pues la gente se muere más de enfermedades crónicas que antes por la ausencia de atención, encarecimiento de tarifas en alta especialidad o la negativa del servicio y sus tratamientos y medicamentos. La sobretasa reportada por Inegi es de casi 200 mil personas que perdieron la vida “de más”, comparado con años anteriores, a pesar de la cacareada corrupción neoliberalista.
Y es que la ordeña a los servicios de salud donde 15 millones de mexicanos más no tienen acceso, sirve para la compra de votos, la tan mentada “consolidación de la 4T” con ancianos y ninis agradecidos por pensiones y becas a fondo perdido y por los cuales, todos pagamos no sólo con nuestros impuestos sino en salud, empleo, bajos salarios y bienestar.
La economía irá de mal en peor. Lo mejor que puede suceder a México es que al final de este sexenio de destrucción, corrupción sublimizada y venganzas es que el crecimiento alcance un 0.3 por ciento en promedio anualizado, frente a los “pésimos resultados” de administraciones neoliberales que después de Miguel de la Madrid, oscilaron entre el 1.7 por ciento con todo y la crisis de la N1H1 y la debacle financiera inmobiliaria con Calderón, hasta el 2.4 del “inepto” Enrique Peña Nieto.
De Salinas diremos que alcanzó el cuatro por ciento y de Ernesto Zedillo con todo y la debacle causada por la fuga de capitales de 1994-95, llegó al 3.2 por ciento.
En cambio no hay obra pública, la iniciativa privada no invierte, el gobierno gasta en resumideros como el AIFA, Dos Bocas y Tren Maya donde se va casi un billón de pesos sin que los proyectos sean viables ni generen empleo pues están en manos de militares que gastan dinero presupuestal incluso distrayendo a las tropas de sus tareas de seguridad para convertirlas en albañiles y a la jerarquía, en directores, contratistas y administradores donde la corrupción que ya existía en los cuerpos castrenses, se volvió parte de la nómina y los contratos.
O sea, no hay nada qué festejar, ni un logro ni un avance, sólo retrocesos incluso en el fortalecimiento de la democracia o el entramado social, donde la destrucción de instituciones y la siembra de odios son lo relevante, si eso es logro, el profeta cuatrotero debe sentirse orgulloso.