Eduardo Sadot
Cuando Bruto apuñaló a Julio César, como cuando Judas Iscariote – de la palabra latina sicarius (sicario), que significa “hombre de la daga – traicionó a Cristo, seguramente ninguno de los dos, pensaron que su conducta los inmortalizaría como paradigmas de traición, quizá tampoco pensaron que todas sus acciones, todo lo que hicieron en su vida se perdería, se olvidaría o resultaría intranscendente frente a su traición, que ésa traición los estigmatizaría a ellos y a sus descendientes para la eternidad.
El proceso de elecciones del Estado de México, puede ser al mayor símbolo de reconstrucción de la patria para los próximos años o los últimos clavos del ataúd a las esperanzas de los mexicanos que luchan y que se reunieron en el zócalo el pasado 26 de febrero.
Rumores electoreros, estrategias para disminuir la moral de la oposición y debilitarle, surgen de diversos lados, la duda de una elección de Estado invadida por las huestes de los siervos de la nación, al servicio de MORENA pagados con los impuestos del pueblo, esa organización similar a los batallones, pelotones y escuadras de Hugo Chávez, que está preparada para sustituir a los ciudadanos en el INE en las casillas electorales para garantizar su triunfo con su intervención fraudulenta hoy y en el 24.
La elección del Estado de México es campo fértil para probar estrategias y velar armas que predispongan el ánimo electoral para ganar o perder, según quiera verse.
Una clase política, ésa criticada y señalada durante décadas que se resigna y se acomoda a modo de los nuevos tiempos, que cambia de partido y se incrusta en el que le ofrezca mayores posibilidades de triunfo y beneficio, ésa clase política que por supuesto no piensa ni en México, ni en la Patria y menos en el pueblo, ésa que babeante va tras el poder por el poder mismo, cambiándose al partido en el poder, abandonando sus raíces, ignorando el juicio de la historia y sacrificando su lugar para la posteridad que prostituye su fuerza, al servicio de quien le garantice las miserias del poder que pueda recuperar o conservar. Mientras un pueblo expectante, una clase media truncada en el momento del despegue del milagro mexicano, mientras observa como arañas aferradas a la telaraña política, trepadora y trapecista de la política, sin decoro, ni dignidad, ni amor propio que se cambian de partido.
Pocos son los que se mantienen fieles a sus colores, con la vista puesta en el horizonte de México y dispuestos a librar una o mil batallas por reconstruir y rescatar a México de la improvisación, la ignorancia, la mentira, la infamia, la antidemocracia, el autoritarismo, esos que distinguen al lobo cubierto con piel de oveja, esos que señalaron desde el principio que hay hombres que hacen cosas buenas para después hacer cosas malas impunemente.
El gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, heredero de una familia de políticos mexiquenses, cuyo abuelo y padre fueron igual que él, gobernadores priístas, hoy lo arrojan a la encrucijada de responder a su sangre y su historia ganando o entregando al Estado de sus mayores y transitando por el sendero de la historia que lo cubrirá de gloria o lo condenará al basurero de la historia, su actuación no pude juzgarse hasta después de la elección, entonces se sabrá de qué lado jugó. Resultaré relevante o intrascendente por qué no asistió al aniversario de su partido, si fue una buena estrategia o una mala señal para la alianza, que incluye a su partido.
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