Eduardo Sadot
La lealtad es un valor escaso en la política, su antítesis o antónimo, es la deslealtad, hermana de la ingratitud y de la traición.
A la traición la personifica Dante en su divina comedia con los tres grandes traidores de la humanidad, Judas, Bruto y Lucifer, colocándolos precisamente en el fondo del infierno por traicionar a Cristo, Julio César y a Dios.
En política la lealtad como la gratitud, son virtudes escasas en la política, inclusive se llega a tener la creencia de que solo deben ser leales y agradecidos los subordinados con su jefe. Y no solo es así, también los jefes deben aprender a ser leales y agradecidos con sus subordinados, porque la lealtad y la gratitud son siempre de dos vías, de abajo para arriba y de arriba para abajo.
Para la política también aplica el principio de la amistad, “si bien a un amigo no se le puede exigir nada, también a un amigo se le puede negar absolutamente nada” así, se supone que, un amigo no va a pedir, menos a exigir, nada que lesione, afecte, dañe o disminuya a su amigo, porque igualmente sabe y entiende, que su amigo no le va a negar nada.
La preocupación de los presidentes, en el ocaso de sus gobiernos, es la lealtad de sus colaboradores y de su sucesor, a quien les encumbró, su comportamiento en los años más difíciles del sexenio de un gobernante, éstos son los séptimo y octavo años del sexenio. Precisamente porque es en esos dos años donde ya no hay ninguna posibilidad de arrepentirse o remediar lo hecho durante el sexenio.
Pero más importante aún, debe ser la lealtad de un político con sus electores, no debe confundirse con esa masa amorfa, que pareciera no tener rostro por incluir a todos los rostros, esa lealtad con el tiempo se traduce en el juicio de la historia, es la “summa” de lo actuado fuera de apasionamientos, cuyo veredicto es inapelable, se manifiesta en la lealtad a sus principios, a sus ideales, a sus promesas a sus compromisos cumplidos a cabalidad, no simulado, ello lo descuidan, pero siempre está presente y más aún cuando se van.
Sí la lealtad es el valor apreciado, más apreciado es su ejercicio, junto con la gratitud es la carta de presentación que no se ve, pero que está presente en la censura silenciosa y acechante que todos saben y conocen y pocos lo señalan.
Pocos o ningún gobernante se prepara para la salida, para cosechar lo que en verdad sembraron, no lo que creyeron sembrar, el descalabro es mayor, cuando se mantienen en una burbuja de incondicionales o timoratos que no se atreven a contradecirle o señalarle.
El proceso de selección de la sucesión presidencial va a tener muchos bemoles, descalabros para obrador y desencantos para su equipo, donde parece que no están preparados.
Lo más grave es que el mismo gobernante no ha sido capaz de ser leal a su equipo, ni agradecido. La pregunta es si estará preparado para resistir. En el primer día del destape de Miguel de la Madrid, entrevistaron en el avión al presidente López Portillo, una reportera el preguntó, que qué iba a hacer ahora, y no pudo contener su molestia, le contestó, seguir gobernando, porque hasta el último día, soy el presidente. Vamos a ver la cara que ponga el presidente si su candidato no gana, montará en ira, desde la mañanera lo va a descalificar, o apuesta a poner un pelele en lugar de Lorenzo Córdova, de ese tamaño es y será el fin de éste sexenio. Y el papel del poder legislativo.
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