CUENTO
-¡Dense prisa! -gritó el coyote a todas esas personas que en total eran quince. Al escuchar esta orden, el joven intentó ser el primero en tirarse dentro de aquel vehículo. Su mente no había tenido tiempo para procesar lo que ahora sucedía… o tal vez y sí. Porque después de todo, más que proteger su cuerpo, lo que a él le importaba de verdad era mantener a salvo aquel montón de hojas dobladas que llevaba dentro de su camisa.
Se dirigía a California. Perseguía su más grande sueño: llegar a Hollywood para vender el guion de una película que él mismo había escrito. Y ahora aquí estaba, pagando un poco el costo de todo su camino.
El joven no era fuerte que se diga, sino todo lo contrario. Era débil y muy enfermizo; cualquier cosa lo vencía rápidamente. Y ahora, tirado bajo el peso de todas esas personas, empezó a maldecir su suerte.
El vehículo -una minivan sin asientos en la parte de atrás- siguió rodando sobre la carretera, pero después de un rato, al entrar por un camino pedregoso, el joven -debido a las sacudidas que el vehículo hacía- empezó a golpear su cara contra el piso de lámina. Al sentir el dolor que esto le producía, maldijo con todas sus fuerzas lo que ahora estaba viviendo.
Acostado como estaba, hacía todo lo posible por mantenerse concentrado ante el dolor que lo torturaba, lo cual le daba resultado… hasta que el peso que tenía encima se le empezó a hacer insoportable. Entonces empezó a tratar de moverse… pero todo era en vano. El peso de todos esos cuerpos era tanto, que ni siquiera le permitieron mover un dedo de sus manos…
-No… ¡No! ¡NOOOOOOO! -gritó, y se despertó. Estaba sudando.
Después de más de veinticinco años de haber llegado a California, siempre seguía teniendo esta pesadilla. Él nunca imaginó que su pase por la frontera fuese a ser tan difícil. De todo por lo que había pasado, la parte que más dolor le causaba recordar era donde se había visto sepultado por todos esos cuerpos, porque justo ahí es donde creyó de que moriría.
Y aunque al final logró más de lo que había venido a buscar, nada de todo este éxito había logrado borrar de su mente el precio que tuvo que pagar para conseguirlo. Pasar por situaciones que ni siquiera los animales mismos pasarían jamás. Todos esos sufrimientos, maltratos y condiciones, no eran para su espíritu frágil, pero él, de manera increíble, los había aguantado.
En la actualidad, aquel ser que había llegado a California siendo apenas un muchacho, ya tenía cincuenta años, y era uno de los guionistas más talentosos, aclamados y millonarios de toda la industria cinematográfica de los Estados Unidos.
Después de reponerse de su pesadilla, el hombre se levantó de su cama y caminó hacia el balcón de su casa. El mar de Malibu siempre lo tranquilizaba. Las olas iban y venían, rompían sobre la arena. Luego de mirar las olas, el hombre miró lo más lejos que pudo, mar adentro, y entonces se preguntó cuántos jóvenes como él habrían ahora en el mundo, esparcidos como granos de arena en un desierto, soñando con hacer lo que él había hecho: sacrificar la vida misma en pos de una meta.
FIN.
ANTHONY SMART
Octubre/22/2017