La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
La razón desprovista de fe, es el principio de la deconstrucción evolutiva
Los seres vivos, particularmente los que llamamos ‘animales’, se rigen por un equilibrio ecológico, el cual les permite mantener un ecosistema inalterable en sus estructuras básicas, lo que no implica que dejen de evolucionar. No obstante, si los recursos son insuficientes para conservar a una o varias poblaciones, hay una disminución en la fertilidad.
Esto, es lo que definimos como la sabia naturaleza, pero, el punto se ubica, en que, siendo la especie humana la que se encuentra en la cima de la evolución, por una pretendida capacidad de raciocinio, somos los únicos que vulneramos las leyes naturales.
Así pues, mancillamos la tierra que produce alimentos, maltratamos a los seres que nos proveen su cuerpo para comer, ensuciamos el agua que bebemos y el aire que respiramos.
Sin embargo, lo más grave, es que, ante el diferendo radical, la solución no es construir un consenso, si no, buscar aniquilar al de enfrente. Se desatan guerras cuyo fin principal son el exterminio, el sometimiento y cumplir destinos manifiestos creados ad hoc.
Se puede argumentar, que todo lo anterior es realizado por las elites del poder, no obstante, el perjuicio es para todos, por lo tanto, somos responsables, al ser mayoría, de no poder cambiar el estado de cosas.
Un sistema económico predominante, basado en las ganancias y el consumo desmedido que prohíjan la destrucción, nos lleva a preguntar: ¿en realidad somos tan civilizados?
Establecer el parámetro, con el que nos medimos, es sólo autocomplacencia.