RODOLFO VILLARREAL RÍOS
Es de sobra conocido como a lo largo de la historia algunos personajes, en cuanto prueban las dulzuras del poder, inician una metamorfosis que termina por hacerlos creer que el detentarlo les hace pasar de la condición humana a la de poseer virtudes que los transforma de simples mortales en poseedores de nobleza-realeza, cualquier cosa que esto signifique.
Recordemos el caso del “plebeyo” Bonaparte quien, envuelto en los humos de las victorias militares, terminó por creerse heredero de las condiciones de aquellos a quienes había combatido. En el caso de nuestro país, si bien han sido varios quienes han caído bajo el embrujo de sentirse superiores al resto de los mortales, aun cuando hubieran pensado que ello los investía de “realeza,” solamente uno de ellos dio el paso siguiente y se auto ungió en emperador… de opereta.
Fue aquel criollo vallisoletano, hoy sería moreliano, quien se sintió noble, Agustín Cosme Damián De Iturbide y Aramburu. En esta ocasión no habremos de echar un vistazo a lo acontecido alrededor de aquella charlotada, eso ya lo hemos hecho en ocasiones varias. De lo que ahora nos ocuparemos es de lo acontecido hace 199 años cuando Agustín decidió regresar a México para salvar a la patria. Muy poco favor le hicieron quienes lo alentaron y patrocinaron para que volviera.
El 19 de marzo de 1823 fue la fecha en que Agustín abdicó a su acto bufo y salió huyendo hacia Europa en donde al trascurrir del tiempo no faltaron quienes le hicieron comprar la idea de que solamente él podía encauzar hacia buen puerto a la nación apenas naciente y, con toda certeza le recordaron como él fue capaz de anexarse los territorios de Guatemala, San Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica hasta convertir a México en vecino fronterizo de Colombia, recordemos que Panamá aun no era inventado por los estadounidenses. Lo que, seguramente no le evocaron fue que al momento en que se largó, esas naciones inmediatamente decidieron romper la subyugación y recobrar su independencia. Eso sí, los habitantes de aquellos países no guardaban una memoria grata del criollo vallisoletano. Un ejemplo de esto último fue lo acontecido en El Salvador.
Acorde a la nota aparecida, el 24 de junio de 1824, en la publicación editada en la Ciudad de México, El Sol, se daba a conocer que, el 28 de abril de ese año, el Congreso Constituyente del estado de San Salvador emitió un decreto en el cual se leía: “El Congreso Constituyente del Estado deseoso de borrar la odiosa memoria del tirano de México en los pueblos que por desgracia hizo sucumbir, por medio de la fuerza que invadió esta provincia, ha tenido a bien decretar y decreta: 1. Que en todos los pueblos del estado, dentro del término de tres días de recibido este decreto, sean quemadas las actas, u otros documentos, en que algún modo conste haberse jurado vasallaje, o reconocido la autoridad del intruso emperador Agustín de Iturbide, para que lo desglosaran de los libros y expedientes donde estén agregadas.” Los salvadoreños buscaban que no quedara huella de aquel acto de sometimiento que los avergonzaba y mostraba las debilidades de algunos al deslumbrarse con el oropel.
A continuación, se daba cuenta de donde, como y quien realizaría tal acto. “2. Esta operación se verificará en las plazas principales, a la hora de mayor concurso, por el ministerio público. 3. Las autoridades del estado a quien toque la ejecución de este decreto, la ejecutaran con certificación de los alcaldes constitucionales que recogerán las municipalidades de los pueblos cabezas de partido, i los jefes políticos donde los haya. 4. Dichas certificaciones se remitirán al jefe de estado a la mayor posible brevedad y bajo responsabilidad.” Allá, buscaban olvidar la intervención de Agustín simplemente mediante la destrucción de papeles que hicieran recordar la incursión poco grata. En México, sin embargo, las cosas contemplaban algo más para borrar de una vez, y para siempre, al auto ungido por la interpósita persona de Pío Marcha.
El 26 de julio del año referido líneas arriba, en la Gaceta Extraordinaria del Gobierno Supremo de la Federación Mexicana aparecieron 14 pliegos que el gobernador de Veracruz, Miguel Francisco Barragán y Ortiz de Zarate (descendiente de Moctezuma Xocoyotzin y ancestro “Apolo de la Revolución,” así como del actual embajador de México en los EUA) enviaba a los encargados del gobierno mexicano. En ellos, se comentaba acerca de como se dieron los acontecimientos alrededor del viaje que Iturbide efectuó entre Londres y Padilla, Tamaulipas.
Desde Londres, se hacía saber que esta persona habíase embarcado, el 11 de mayo, en South Hampton llevándose a su esposa, Ana Huarte, a dos hijos y su servidumbre. Posteriormente, el dia 21 de ese mes, en la capital británica The Public Ledger publicaba una nota en donde se indicaba: “Hemos visto cartas de Italia y Paris (de fecha no muy reciente) que hablan de la partida de Iturbide para México como una intriga meditada por el gobierno francés. Habiéndose visto chasqueado por un congreso en el sur de América, por la firmeza de Inglaterra, el nuevo esfuerzo de Francia y España ha sido impedir el reconocimiento de independencia de nuevos estados y para este fin se dice que Iturbide es la persona escogida para descomponer los asuntos de México.” Como siempre, el comportamiento de este sujeto actuando en plan de veleta conforme aparecieran los dineros que le permitieran lucir como el gran salvador, pero retornemos al texto londinense.
Ahí, se mencionaba que “Una de esas cartas dice ¿Cómo puede Inglaterra reconocer la Independencia de México (a donde ha enviado comisionados) si Iturbide sale de Europa con el fin de tomar las riendas del gobierno, y alterar los asuntos políticos del país… El buque dinamarqués Cruel, se dice, es en el que se embarcó Iturbide para México.” Esta información no era precisa del todo. En la comitiva que lo acompañaba iban, también, su sobrino José Ramón Malo, el padre José López, el padre José Treviño, el italiano Macario Morandini, el impresor inglés John Armstrong, y el coronel polaco Carlos Beneski. Ahora si que, por lo que se pudiera ofrecer, traía entre sus cosas una imprenta. La embarcación en la que viajó no fue danesa sino en el bergantín ingles Spring.
Tras sesenta y cuatro días de navegación, el 14 de julio de 1824, la comitiva encabezada por el criollo quien se sintió noble arribó a la boca del Río Soto la Marina en Tamaulipas. Envuelto en los sueños de que venia a recuperar su trono, envió por delante a Beneski quien se dirigió a entrevistarse con el general Felipe De La Garza Cisneros. El polaco se presentó como representante de tres capitalistas irlandeses, dedicados al comercio en Londres, quienes tenían interés en realizar actividades de colonización en México. Respecto a lo que aconteció después hay dos versiones.
Una es la que aparece en el informe que De la Garza envió al ministro de guerra y marina, Manuel Mier y Terán, (aquel quien, en 1832, se ensartara en su propia espada sobre la tumba de Iturbide) al dia siguiente del arribo, cuando Beneski retorna para volver a entrevistarse con él, le pregunta acerca de Iturbide y sus planes hacia México. La respuesta es que el otrora realista-independentista, en realidad fue un oportunista, habíase quedado en Londres “pasando una vida mediana con su familia.” Tras de ello, regresó a la embarcación para hacerse acompañar con otro de los viajeros y emprender camino vía terrestre. El 16 de julio, De La Garza recibió un informe del jefe de destacamento “que el referido Beneski marchaba para esta [el poblado de Soto La Marina] acompañado por otro sujeto que por venir disfrazado no se conocía.”
Esto despertó la inquietud del militar tamaulipeco quien se dirigió “con una partida de tropa, a perseguir al expresado Beneski y su compañero.” Alrededor de la cuatro y media de la tarde, a una distancia aproximada de seis leguas del poblado, en el paraje de los arroyos, De La Garza encontró a los viajeros y reconoció al disfrazado que no era otro sino Iturbide a quien procedió a apresar.
En la otra versión, al entrevistarse Beneski con Felipe de la Garza, este le preguntó por Iturbide y obtuvo por respuesta que se encontraba a bordo del barco. Acto seguido, el general procedió a redactar una carta dirigida a Iturbide en la cual le expresaba su aprecio y cuan necesaria era su presencia en México para enderezar las cosas. Una vez que Iturbide la leyó decidió desembarcar sin preocupación alguna. En esta versión de los hechos, Iturbide fue reconocido por su forma de montar por el teniente coronel José Manuel Asúnsulo y Alcalde quien da aviso a De La Garza para que fuera a detenerlo.
Cualquiera de las dos versiones que sea la verdadera, con toda certeza es factible asegurar que Iturbide desconocía el paquete de recepción que le tenía preparado si decidía regresar. El 23 de abril de 1824, “El soberano congreso general constituyente se ha servido decretar lo que sigue: 1. Se declara traidor y fuera de la ley á D. Agustín de Iturbide, siempre que bajo cualquier título se presente en cualquier punto de nuestro territorio. En este caso queda por el mismo hecho declarado enemigo público del estado; 2. Se declaran traidores a la federación, y serán juzgados conforme a la ley de 27 de septiembre de 1823, cuanto cooperen por escritos encomiásticos o de cualquier otro modo a favorecer su regreso a la república mexicana.” En esa ley, el mismo Congreso “expidió un decreto contra los bandoleros, salteadores de caminos y contra “las cuadrillas de conspiradores en despoblados y sus cómplices.”
En ese contexto, se publicó “ordenamiento que reformó los procedimientos penales con relación a salteadores de caminos en cuadrilla y ladrones en poblado o en despoblado, disponiendo que serían juzgados militarmente en consejo de guerra…” Para que ninguno de esos fulanos fuera a quedar al margen, el Congreso ensanchó el concepto de salteadores de caminos, hasta confundir con aquéllos o con las cuadrillas de conspiradores a individuos aislados, o a uno solo, simplemente porque se presentara en cualquier punto del territorio mexicano.”
En el tercer punto del decreto de 1824, se indicaba que “la misma declaración se hace respecto de cuantos de alguna manera protegieren las miras de cualquier invasor extranjero, los cuales serán juzgados con arreglo a la misma ley.” Bajo estas premisas, De La Garza decidió que pondría a Iturbide a disposición del Congreso de Tamaulipas “para que resuelva lo que le parezca conveniente.” Lo que siguió fue de lo mas expedito que pudiera esperarse. A las ocho de la mañana, llega De La Garza con el reo que entregó al Congreso. A las tres se le entrega la declaración de este conforme al decreto de abril y a las seis de la tarde se ejecuta la orden.
El 18 de julio, el gobernador de Tamaulipas, José Bernardo Gutiérrez De Lara ya había comunicado al ministro de relaciones exteriores e interiores, Lucas Ignacio Alamán y Escalada, lo de la aprehensión. Para EL 20, agregaba que el “honorable Congreso de este estado…deseando el cumplimiento del decreto del 23 de abril anterior, que tenía proscrito y fuera de la ley al mencionado Iturbide, dispuso que el ciudadano general mandase ejecutar en aquel, la pena de muerte, a que según el citado decreto era acreedor, y de facto así se verificó, fusilándolo el mismo día de ayer, [19 de julio] a las seis de la tarde.”.
El gobernador Gutiérrez De Lara continuaba su reporte y apuntaba que “este acontecimiento, sr. Excmo. [Excelentísimo] destituye sin duda alguna , las conmociones que a cada momento se temían de los prosélitos de Iturbide, y hará que la opinión se uniforme y concentre en favor del sistema que felizmente hemos adoptado, pues quitada de en medio una de las causas que lo hacían vacilar, es consiguiente que cesen sus efectos; por esto me apresuro a dar la noticia a V. E. [Vuestra Excelencia] para que poniéndolo en el conocimiento del Supremo Poder Ejecutivo se sirva su S. A. [Su Alteza] aprobar semejante paso, ordenándome al mismo tiempo lo que debe de hacerse con la familia y equipaje de Iturbide, que se halla detenida en Soto La Marina, hasta esperar la resolución suprema.” Es de imaginarse el impacto que estas palabras causaron en Alamán quien era el jefe de los conservadores y seguramente guardaba esperanzas de que volvieran a apoderarse del gobierno bajo la egida de Agustín. Lucas, sin embargo, era más inteligente que conservador y según se daba a conocer, el 5 de agosto de 1824, en el Águila Mexicana, hizo una propuesta de amnistía al Congreso.
En ella, indicaba que “con la muerte de Iturbide han acabado las esperanzas de una multitud de mexicanos que, por error de opinión, por una gratitud mal entendida o por otros principios menos disimulables ansiaban por verlo restituido al trono o al menos a la cabeza de los negocios públicos. No podemos dudar que el número de los llamados iturbidistas era considerable y que contaban con sujetos de valor, de pericia militar, de buenos servicios a la independencia, de luces y de influjo en el pueblo a cuya consecuencia y a virtud de las sabias providencias que dio el gobierno se hallan presos, procesados y aun condenados a muerte y desterrados algunos hermanos nuestros. Ellos y sus familias llenarían de bendiciones al Congreso si los salvase y la nación toda, cuyo carácter es bien conocida la lenidad, aplaudiría una medida tan filantrópica y liberal.”
Acto seguido, Alamán pintaba a los seguidores de Agustín como seres que al perder a su líder se reconvirtieran en entes sosegados que aceptarían cualquier cosa que viniera. En ese contexto, se preguntaba: “¿Los que por gratitud o amor personal a Iturbide o por opiniones monárquicas, se adherirán a la forma imperial querrán que venga un Borbón a dominarnos?… No Sr: esto es imposible, y de los iturbidistas se podrá decir cuanto se quiera, menos que propendan al borbonismo, porque para estos tienen el doble crimen del independientes y haber apoyado al que intentó asemejárseles.”
Dado que Lucas Ignacio estaba consciente de que esos a quienes ahora defendía terminarían por ser al fin de cuentas parte del grupo que el encabezaba y no iba a dejarlos ir así como así, cerraba su petición señalando que: “Me parece por tato que lejos de desconfiar de los iturbidistas y de tenerlos en una especie de proscripción, se les debe tender una mano generosa, se debe correr un velo sobre todo lo pasado y publicar una amnistía amplísima, infundiendo al mismo tiempo terror a los que quieran envolvernos en nuevas revoluciones cualquiera que sea el objeto…” El esfuerzo fue en vano en cuanto a que se tomara en cuenta la propuesta en el Legislativo, ni siquiera fue sometida a discusión.
Sin embargo, a los ojos de los conservadores, de cualquier filiación, Alamán se consolidaba como aquel quien habrían de encabezar sus luchas políticas hasta que la primera mitad del siglo XIX terminara. Pero por lo pronto, en 1824, los imperialistas-conservadores se quedaban sin una cabeza visible que los guiara. Ello, no los hizo desaparecer y de manera constante han estado presentes en cuanto acto de retroceso se ha suscitado en México. Aun hoy en dia hay quienes continúan añorando a Agustín y claman que sus restos no se llevan al Ángel de la Independencia, insisten en que se olvide que el criollo quien se sintió noble no fue sino un oportunista que cambió de chaqueta para apoderarse de la lucha independentista la cual había combatido con ferocidad singular. Esa fue la deuda que le hicieron efectiva el 19 de julio de 1824 en Padilla, Tamaulipas.
Tras e ello, el 22 de julio, en nombre del Congreso Constituyente Libre de Tamaulipas, los diputados Miguel De La Garza García (vicepresidente), así como José Ignacio Gil y José Feliciano Ortiz (secretarios) daban a conocer a sus conterráneos un informe sobre cómo se habían dado los acontecimientos en torno al apresamiento y ejecución de Iturbide, documento que concluían: “Ciudadanos: he aquí una lección para los que quieren romper las barreras que ponen la ley y las obligaciones; sea escarmiento para los que pretendan orgullosamente entronizarse sobre los otros, para los genios inquietos que desprecian la ley e intentaren hacerse superiores a los pueblos que por esencia tienen la soberanía.” Ahí quedan esas palabras como reflexión intemporal. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (23.30.135) Y siguen con las fantasías de que la inflación disminuye, ¿Usted sabe en dónde? Y de que la “fortaleza” del peso es un indicador de lo bien que vamos. ¿Se han preguntado cuanto le cuesta al país dicha “fortaleza”?
Añadido (23.30.136) Al parecer las leyes, reglamentos y autoridades electorales pasaron a convertirse en un símil de lo que se le unta al queso.