-Victor Roccas
Lo he descrito hasta la saciedad, son los gobernantes, los dirigentes engendrados por la pútrida partidocracia, que no políticos sino demagogos, politiquillos miserables y corruptos que acopian excelencia para la transa, el oportunismo, la labia, la mentira y la corrupción, esos cabrones que tienen un solo principio y es el principio de intercambiar sus principios por otros principios, esos son.
Todos esos tipejos de la peor calaña quienes se benefician de un pueblo enfermo de ignorancia voluntaria total, con una pasividad monacal, con una esperanza supina y una fe tan inconmensurable como estéril, un pueblo enajenado en el hedonismo a quienes han logrado mal gobernar imponiendo un destino funesto a un país entero.
Pero si algo más se les debe reconocer a este atajo de parásitos es sin duda su empeño y mañas por mantenerse encaramados en el árbol del poder político y electoral.
Solo basta ver estos últimos días como el espectro informativo se ha saturado de cada detalle en una diatriba de lavadero entre dos titanes de la demagogia y el ¡autopublirrelacionismo! electoral, semejantes maestros de la retórica hueca y la argumentación sofista se han declarado una supuesta guerra que les está generando dividendos extraordinarios entre las huestes de pendejos que les siguen la pista como si tal antagonismo fuese la promesa y meta de un estado social más justo, equitativo y consciente.
Sin embargo debo señalar que ni Andrés Manuel López Obrador es un pendejo como tampoco lo es Ricardo Anaya… Se hacen pendejos y se mueven como peces en el agua en la plataforma de lo absurdo pero polémico (y por tanto altamente publicitado), entre los pendejos son literalmente leyendas, insisto no porque sean pendejos sino por la maestría que ostentan para mimetizarse entre los realmente pendejos y hacerles creer que no lo son.
En las redes es impresionante como miles de pendejos opinan, defienden y denuestan a uno o al otro, pero lo que realmente impresiona más es como el capital político de ambos aumenta exponencialmente, no importa si uno es un ratero, falsificador, evasor, corrupto, demagogo, excreción también de la cloaca partidocrática, no importa si el otro es el ejecutivo, el representante de una nación, y no el gallo que canta los amaneceres o el heraldo de sus propia grandeza, o el mayor fanático de si mismo, el bardo de sus propias leyendas, el juglar de sus epopeyas o apóstol de su propio evangelio, lo que ambos hacen es recuperar capital político a carretadas, y lo hacen de una manera realmente eficaz.
Pues lamentablemente en este pinche país bananero el capital político lo dispensan los pendejos, no importa si son pendejos arrogantes y ojetes de derecha o pendejos entorilados y serviles de falsa izquierda, en esta nación de telenovelas cursis, de narco-series, de ignorantes elevados a paladines del conocimiento, el país del ¡Viva México cabrones! y el ¡Comes y te vas!, del futbol empresarial, de héroes de libros gratuitos de educación pública, de honores a la bandera, de celebraciones a la primavera, de rodillas sangrantes y desmayados rumbo a la basílica, de discriminación mediática y elitista, de desfiles militares e institucionales, de una historia de hule a conveniencia del gobierno, de consultas y elecciones amparadas en la estulticia de un pueblo y mucha, muchísima esperanza y fe religiosa, tanta esperanza y fe que la sobrante se desparrama al servicio de la demagogia, un país en donde un criminal de cuello blanco obtiene muchísima más prosperidad y protección del estado que un niño o joven con sed de aprendizaje, un país donde los narcos prosperan en sus negocios nacionales mientras millones de mexicanos migran ilegalmente a USA para mantener a sus familias, un país en donde la optimista verdad se dicta por la mañana y por la tarde la triste realidad traiciona el dictado matutino y a la patria misma.
Un país en donde los derechos humanos se traducen en “asistencia social” y la propiedad privada para millones de mexicanos no existe o existe en comodato con bancos o instituciones financieras de préstamo y crédito institucionalizadas o privadas, un país donde al rico se le dispensan tasa impositivas muchísimo menores que al trabajador común. Un país en donde Carlos Slim no hace antesala en palacio nacional pero a un gobernador se le exige programar cita, y no por ser Silvano Aureoles corrupto, transa, manipulador o desleal con el ejecutivo, sino porque los intereses financieros privados siempre son más importantes y encuentran su curso con mayor ductilidad, facilidad y prontitud.
Un país en donde la política se trabaja enarbolando la corrupción del pasado, escándalos, frivolidades, sospechas, misterios, chismes, desatinos y sobre todo otros datos, un país en donde el mismo presidente de la república sentencia; “¡No afecta a un inocente ir a la cárcel!” no porque Anaya sea inocente, sujeto de piedad cristiana o alguna consideración legal, sino por la “presunción de inocencia o culpabilidad” sin fundamento jurídico emanado además de quién no le corresponde emitir juicio, aún cuando el mismo ejecutivo se ha pasado buena parte de su tiempo señalando corrupción en todo el poder judicial y dinamitando su poco prestigio restante.
Y mucho menos porque tal enunciado fuese un intento por re-establecer nuevos puentes de concordia con la estructura de impartición de justicia en México…
Pero, ¡Si se trata de un enunciado que en la imaginación de AMLO le supone situado al nivel de Nelson Mandela! Y por ello a la altura de alguien que admira pero no es. Porque solo en una mente idílica como la de AMLO se le ocurre decir que estar en una cárcel mexicana no afecta a un inocente ¡Puta madre, claro que afecta y muchísimo!
Estadistas como José Mujica estuvieron en la cárcel por más de una década a raíz de un presunto de culpabilidad ante un gobierno totalitario de ultraderecha con normas y leyes criminales de censura en un estado faccioso y dictatorial, hoy día aquellas leyes parecen tiránicas e inhumanas por tanto José Mujica es hoy inocente y justificado en sus procederes de antaño, como líder de izquierda real, una historia similar existe en cuanto a Nelson Mandela y muchos otros lideres y dirigentes revolucionarios, empero la estancia en una cárcel afecta y quiebra profundamente la mente, la razón de cualquiera, ya no se diga inocente, y por tanto decir lo contrario es francamente una estupidez fruto de una inconsciencia monumental o una genialidad para embaucar pendejos.
Y por supuesto que López Obrador se hace pendejo enarbolando a Anaya que tampoco es pendejo pero si demasiado ambicioso y traicionero, pues al final ambos están encaramados en el árbol del poder, pero uno de ellos está adelantando cosecha de los frutos electorales que crecen a base de tantísimos imbéciles que le abonan, riegan y protegen con su capital político regalado a cuenta de esperanza y fe.
-V.Roccas.