La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Ese es el sumun del determinismo: morir sometido al ‘destino’
Cuenta la leyenda que, en alguna provincia de México, el ofuscado propietario de una huerta, acudió a reclamar al director de la escuela, que un par de alumnos se habían almorzado unas naranjas, el viejo profesor le contestó: ¡hombre! que buena noticia, eso significa que están sanos, si estuvieran enfermos, no habrían querido comer.
En este contexto, cuando vivimos una circunstancia traumática, lo humano es reaccionar a ello y si en este caso, se trata de la violencia de género que han padecido miles de mujeres (muchas de las cuales han muerto), es insano pedirles que se guarden el agravio.
Por desgracia, la propaganda oficial, con gran eco en el conservadurismo (al final los extremos se juntan), respecto de lo que califican como ‘conducta inapropiada de las feministas radicales’, confirma que, al no tener repuesta a las demandas, recurren a desautorizar el movimiento, clamando a las ‘buenas conciencias’.
Las mujeres violentadas, se atragantan todos los días con un profundo dolor interno, por lo general, se mantienen activas, buscando un alivio, personal y colectivo, que no llega.
Si hacen pintas y tiran guamazos, es de dar gusto, porque demuestran que, a pesar de todo, no les arrancaron la dignidad y buscan, con legítima vehemencia, que les reparen el daño.
Habrá que preocuparnos, cuando las víctimas quieran hacer justicia retributiva.