Luis Alberto García / Moscú
*Griezman, Modric, Hazard y Kane, la nueva cuarteta de ases.
*Cristiano Ronaldo, Lionel Messi y Neymar, millonarios fracasados.
*“The Guardian “ falló en sus pronósticos con una final entre belgas y croatas.
*Michael Robinson apostó por el tercer sitio, en duelo Francia vs. Inglaterra.
En su lectura sobre los sorprendentes resultados de la Copa FIFA / Rusia 2018, comentaristas, cronistas, reporteros y demás fauna que, in situ o de lejos, siguieron con interés el torneo desde meses antes de su inicio el 14 de junio, al concluir éste se preguntaban quién los engañó, debido al desenlace de muchos partidos.
Hubo sorpresas mayúsculas porque los marcadores definitivos se produjeron en los últimos segundos, o por fallas y errores escandalosos, con sobresaltos y vuelcos apasionantes como pasó en el encuentro entre Corea del Sur y Alemania, en el cual ésta perdió el cetro en Kazán, con dos goles anotados en el tiempo de compensación por Kim Young Gwon y Son Heing Min.
Sin embargo, aunque otros estuvieron cerca, los cuatro semifinalistas –Francia, Croacia, Bélgica e Inglaterra- mostraron argumentos sólidos para llegar a los primeros cuatro sitios, con futbolistas que valen su peso en oro, en una época en que se mide su valor en millones de dólares, dado que son considerados como piedras preciosas perfectamente engarzadas en sus conjuntos.
Las hasta ahora consideradas estrellas de segunda magnitud, un peldaño por debajo de los antiguos dioses –Antoine Griezmann, Kylian Mbappé, Kevin de Bruyne, Eden Hazard, Iván Rakitic, Luka Modric, Harry Kane y Harry Maguire- asaltaron el trono sin necesidad de caer en extravagancias, como hizo Neymar con sus actitudes de payaso y mal actor de teatro.
Los jovencitos mencionados tuvieron que emplearse a fondo, con una intensidad extraordinaria en cada partido, en lo que fueron batallas épicas, guerras a muerte y sin cuartel, el contrario de lo que, por ejemplo, enseñó España, pues al ver a esos semifinalistas, el recuerdo de La Roja dirigida por Fernando Hierro se hace más penoso.
Y la pregunta planteada inicialmente se repite una y otra vez: quién los engañó, o quién nos engañó, o cómo llegamos a engañarnos unos a otros para creer que Alemania, España, Uruguay, Argentina o Brasil eran mejores que los restantes contendientes.
Hubo demasiadas alabanzas, como quienes hacían suyos los comentarios de Didier Deschamps, el entrenador de Francia, referido a Mbappé, al que se vio distraído y arrogante en su partido frente a Uruguay; pero que podría valer para Neymar Santos, Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, los tres grandes astros apagados en el evento mundial.
Algunos dizque especialistas aseguran que en Rusia se practicó un futbol disparatado, de cifras escalofriantes, tan desmesurado que ningún mortal podía mantener la cabeza en su lugar: ese trío lo componen tipos aparentemente normales; pero un buen psiquiatra encontraría en sus mentes particularidades interesantísimas.
Viven envueltos en celofán, bajo kilos de elogios, cubiertos de incienso y mirra; pero que han perdido de vista lo que siempre tuvieron claro Alfredo Di Stéfano, Ferenc Puskas, Waldir Pereira “Didí” y el mismo “Pelé”, genios que nunca perdieron la lucidez, porque el futbol es un juego de asociados -foot ball soccer-, y Ronaldo no lo sabe, a Neymar se le olvida, y Messi aprendió al lado de grandes compañeros en el Barcelona.
Aficionados, periodistas, obispos y embajadores -para recordar a José Martí en su poema a la niña de Guatemala- esperan ver cómo esos multimillonarios, prestos a anunciar hasta calzoncillos, pasteles, relojes suizos y otros minucias, digerirán sus derrotas, despedidas y fracasos, y de paso mencionar a Elías Canetti, quien escribió: “Solamente merece la alabanza el que la supera”.
¿O es que acaso la XXI Copa del Mundo en Rusia se convirtió en teatro del malo?, cuestionó el diario inglés The Guardian, al publicar algo que merecía ser leído con atención, al señalar la gran mancha que, en este torneo -localifica de “brillante y muy limpio”- significan los gestos teatrales e histriónicos de algunos jugadores al pretender engañar a los árbitros, olvidándose de que ya funciona el Video Assistant Referee (VAR) como último grito de la tecnología.
Ciertos jugadores alcanzaron lo máximo en las últimas interpretaciones de Neymar, revolcándose de dolor como un torturado por una insignificancia en el partido contra México, o desplomándose como abatido por un rayo en el área sin que nadie le tocara en el encuentro que menos nos guste.
El periódico británico subraya que estas prácticas de simulación se han extendido tanto, que ya forman parte de la normalidad de un futbol que se dice moderno, de gladiadores “galácticos”, ejecutantes de comportamientos que se deberían erradicar sin contemplaciones, ordenando sanciones fulminantes y severas.
Michael Robinson, autor del texto difundido por el cotidiano londinense, quien lleva mucho tiempo predicando la misma letanía, entendió la gravedad de las cosas cuando descubrió a niños de diez años copiando las trampas de sus ídolos en un campeonato infantil.
Por otra parte, el colega falló mínimamente en sus pronósticos, haciendo valer lo dicho en el primer párrafo de esta crónica: ¿Quién los engañó?, pues el mismo Robinson, al final engañado y sorprendido –no obstante verse más o menos atinado en sus resultados-, apostaba por una final entre Bélgica y Croacia, y por una disputa entre Francia e Inglaterra por el tercer lugar.
Las cuatro fueron escuadras bien provistas de jugadores competentes, jóvenes y poco adictos a la teatralidad, comprometidos profesionalmente y sin ser fatuos ni engreídos como los nuevos “rock stars” que sí fracasaron en toda la línea.
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