RODOLFO VILLARREAL RÍOS
Continuamos con este recuento acerca de cómo percibía la prensa, en instancia primera, los acontecimientos que ocurrían en noviembre de 1910. Ya habría tiempo después para que los historiadores analizaran los acontecimientos con información mayor. Pero retomemos ese pasado a partir de que, en la colaboración anterior, relatábamos lo bien que un diario estadounidense veía la situación en México.
Aunado a eso, acorde con la versión provista por Ireneo Paz Flores, nuestro país vivía una situación idílica que nada tenía que ver con el resto del mundo convulsionado. Revisaremos las notas publicadas entre el 8 y el 14 de noviembre de 1910 y en ellas encontraremos algunas manifestaciones de que no todo era armonía.
Como siempre nos ha sucedido, y ocurrirá, a todos importaba lo que en los EUA se publicará sobre México. En ese contexto, en su edición del 8 de noviembre, La Iberia reproducía que en The Springfield Republican, el decano de los periodistas estadounidenses, Samuel Bowles, escribía una nota altamente laudatoria para el gobierno mexicano.
En ella, mencionaba que en México “es seguro que se alcanzarán grandes resultados en el desarrollo de los recursos naturales del país por el mejoramiento de las condiciones sociales e industriales. Últimamente ha llegado la nación a gran altura en la práctica de la más genuina democracia”. Las plumas, también, se cargaban con tinta verde.
Para que no hubiera duda, don Sam escribía: “Los extranjeros observadores que han seguido el curso de los acontecimientos mexicanos por algunos años están convencidos firmemente de que el general Díaz y sus colaboradores son patriotas sinceros [del presidente no hay duda de que lo era, pero de que todos sus asociados lo fueran hay dudas] que trabajan con honradez para educar a las masas populares en el sentido de hacerlas capaces de gobernarse por sí mismas.
El peligro está en esos espíritus incansables e impacientes por el lento proceso de la educacion popular, [bola de necios quienes no entendían que la cosa era calmada] y en los que buscan ganancias personales por medio de la agitación, que intentan provocar cambios radicales antes de tiempo, pero las fuerzas creadas para la conservación del orden establecido, e interesadas en mantenerlo, han llegado a ser tan poderosas que la revolución es muy difícil, sí no imposible”.
Como pronosticador Bowles resultó un fracaso. En otro diario estadounidense, The Cincinnati Inquirer, se comentaba que “es enteramente cierto que con los materiales que ha tenido el general Diaz que formar el país, ha sido necesario mantener, bajo el nombre de república, un gobierno centralizado…[sin embargo,] el avance hacia el bien en todos los sentidos, ha sido notable en los últimos treinta años, y los Estados Unidos y su pueblo desean de todo corazón que continue el progreso y la prosperidad de México y su pueblo, bajo la férula de libertad, la ilustración y un gobierno estable, por los tiempos venideros”.
Para La Iberia, esos eran periodistas serios y no quienes escribían basados en información errónea o proporcionada por “terceras personas que pueden ser interesadas o puramente convencionales”. Era tanta la bonanza prevaleciente en México que daba para nacionales y extranjeros.
En ese sentido, el mismo día 8, El Heraldo Mexicano publicaba una nota titulada “Una gran empresa colonizadora nos traerá buenos inmigrantes”. ¿Quiénes serían los malos? En ella, se presentaba una entrevista a un hombre de negocios dedicado a la compra de terrenos, Rafael Dorantes. Los adquiría en Chiapas, Campeche y Tabasco.
En este último, en Huimanguillo, fundó la colonia González Cossío con cien familias portorriqueñas dedicadas al cultivo de caña de azúcar cuya zafra permitirá la instalación de un ingenio. Animado por lo que ya consideraba un éxito, viajó a Europa y en Francia contactó con un minero, Francisco Fournier, con quien formó “una sociedad anónima [respaldada con un millón y medio de pesos] para explotar ciento veinte mil hectáreas de las tierras propicias de Palenque, Chiapas, dotadas de vías de comunicación fluvial, de clima suave y sano con numerosas caídas de agua, ricas en caoba y cedro en donde abunde el chicle y el hule… Allí estableceremos colonias europeas de franceses principalmente…” ¿Esos eran los buenos inmigrantes?” Mientras gente como Dorantes veía el futuro envuelto en rosa, no faltaban necios como los miembros del Partido Antirreeleccionista quien acababa de nombrar su presidente a Luis Cabrera Lobato, algo sobre lo que informaba La Opinión editada en Veracruz.
Este diario, al día siguiente, en su editorial daba por concluido el asunto electoral ya que la Cámara de Diputados ha determinado que el presidente Díaz era el triunfador.
Estimaba que una vez que los candidatos de oposición, Madero y Vázquez Gómez se habían retirado, “la clase media del Partido [Antirreeleccionista] sigue o trata de seguir haciendo política curvilínea, tomando el nombre del pueblo, y esto debe de ser duramente censurado porque, en honor a la verdad, el pueblo ya no quiere oír hablar de justicias enrarecidas, ni de derechos ultrajados.
La pasada campaña puso en su alma un dejo de amargura, y ahora ya no quiere sino trabajar – ¿lo entendéis? – sobre un gran fondo de paz”. No obstante que todo parecía estar bajo control, un incidente en los EUA dio pie a que surgieran manifestaciones de inconformidad en México
El 9 de noviembre, El Imparcial daba a conocer que, en Rock Springs, Texas, una multitud linchó, lo quemaron vivo, a un ciudadano, presuntamente mexicano, de nombre Antonio Rodríguez quien estaba acusada de matar a una estadounidense, L. K. Henderson. Por su parte, El Heraldo Mexicano, en su edición vespertina, reportaba como, en la Ciudad de México, se suscitaron manifestaciones que llevaron a la detención de algunos estudiantes y amenazaban con desbordarse lo cual se evitó gracias a la intervención del gobernador del Distrito Federal, Guillermo Landa y Escandón, quien ordenó su liberación. Hasta ese momento, parecía que nada grave había sucedido, salvo lanzar epítetos en contra de los estadounidenses y quemar una bandera de ese país.
El 10 de noviembre, mientras comentaba que las tropas estaban acuarteladas como medida precautoria, The Mexican Herald reportaba que la noche anterior, un grupo no identificado había dado rienda suelta a la violencia y apedrearon las casas en donde moraban estadounidenses.
El ataque más significativo fue el perpetrado en las instalaciones del diario progobiernista, El Imparcial, en donde se destruyeron puertas, ventanas y mobiliario, a la vez que se trató de prenderle fuego. A la vez, en este último diario, se informaba que el embajador mexicano en Washington, Francisco León De La Barra, presentaba ante el gobierno estadounidense una demanda de reparación e indemnización por el salvajismo en contra de Rodríguez, pero que todo esperaban resolverlo por la vía diplomática.
Lo anterior fue confirmado, en la edición del día 11 en El Imparcial por el secretario de relaciones exteriores, Enrique C. Creel, ancestro del actual Santiago, después de que entrevistó con el embajador estadounidense Henry Lane Wilson. En el terreno doméstico el diario, se quejaba de que la noche del asalto a sus instalaciones, la policía de la ciudad de México no atendió sus llamados de auxilio este lo recibió únicamente del Cuerpo de Bomberos.
Para reafirmar los dichos, mencionaban que en ese momento se encontraba de visita en sus instalaciones el propietario de Le Matin de Paris, Philippe Bunau-Varllla, quien no se cansó de preguntar cuando llegaría la gendarmería a prestar auxilio.
Pero no solamente en la capital se ponían violentos, en Ciudad Porfirio Díaz cinco fulanos destrozaron los cristales del Consulado estadounidense. Ante ello, el cónsul. Luther T. Ellsworth, declaró “que no dará importancia al asunto y que el cree que sean enemigos políticos locales. El pueblo de aquí es incapaz de atropello semejante…, [se afirmaba que] hay quien cree que los autores del atropello sean del lado americano”.
Los conflictos internacionales no impedían que hubiera otros de carácter doméstico como los presentados en El Debate en donde se hacía un reclamo al periodista Filomeno Mata por publicar, en El Diario del Hogar, un requerimiento al gobierno para que se rindiera cuentas de lo gastado en los festejos del Centenario y en la adquisición de maíz para venderlo a precios bajos. Lo acusaban de ser un calumniador y de sostener su diario con fondos provenientes del gobierno de Veracruz.
En plena carrera, en otra nota se arremetía en contra del gobernador de esa entidad, Teodoro Dehesa Méndez, antepasado del extinto Germán, a quien calificaba de ladrón por comerciar con joyas, presidir camarillas de conspiradores, obtener ganancias pingues durante dieciséis años de gobierno, además de ser un desleal al presidente Díaz al hablar mal de él. Al, parecer, el México idílico que a principios de mes presumiera el abuelo de su nieto, Paz, no era tal.
Para el domingo 13, El Imparcial daba cuenta de que se prohibían las manifestaciones públicas e inclusive las corridas de toros. Mientras tanto, en Guadalajara, se suscitaban manifestaciones relacionadas con las protestas por el asesinato de Rodríguez. En uno de esos casos, al atacar la casa de un estadounidense, Charles B. Carothers, este repelió la agresión a balazos y mató a un joven, al final resultaron dos fallecidos. Esto no impidió que lapidaran su vivienda, al igual que lo hicieron con otras y negocios propiedad de estadounidenses.
En ese lugar, si apareció la fuerza pública para tranquilizar los ánimos encendidos.
El lunes 14, en el diario católico El Tiempo y en La Patria sus editores, Victoriano Agüeros y el ya referido abuelo de su nieto, salían cual escuderos en la defensa que hacía, ante los ataques que recibía de El Imparcial respecto de su actuación ante los disturbios el inspector general de policía en el Distrito Federal, el general brigadier y sobrino de su tío, Félix Díaz Prieto.
Pero no todo era enfrentamientos, en la primera de las publicaciones se daba a conocer que el obispo de Saltillo, José María Echeverría y Aguirre, recibió a las puertas de la Basílica de Guadalupe a un grupo de trescientos saltillenses quienes participaron en una peregrinación desde aquella ciudad a la capital de la república. Asimismo, se daba conocer que al ciudadano Creel, el gobierno de Francia, lo nombró Gran Oficial de la Legión de Honor.
Para rematar, El Heraldo Mexicano reproducía un artículo aparecido en Los Angles Times en el cual se alababan los logros obtenidos por el presidente Díaz Mori en materia económica, de seguridad, y “el alto desarrollo aun de sus clases más bajas”. Por ello, concluía la pieza, “asombra en verdad, la generación de este pueblo. Si se remonta uno al México del general [López De] Santa Anna, y se compara la intranquilidad, la incertidumbre, la injusticia y desagrado de aquellos días, con la seguridad, progreso y tranquilidad del México del general Diaz, y se piensa en los proyectos de un trabajo en el porvenir, seguro que los buenos resultados en los próximos veinte años, el contraste que surge en la imaginación es magnífico, de un brillante colorido y de un gran regocijo para el progreso de la raza” Vaya flaco favor que le hacían al presidente Díaz Mori al comparar sus logros muy por encima de los de aquel pillo apátrida de quince uñas.
Esto, nos hizo recordar aquella anécdota que nos contaba nuestro abuelo materno sobre lo que le sucedió durante sus años juveniles cuando al danzar con una damita, esta, plena de felicidad, le dijo; “Yo nunca había bailado con un joven tan corriente como usted…”. Pero dejemos remembranzas dancísticas y volvamos al noviembre de 1910, en donde a pesar de que la prensa mexicana insistía en que, salvo incidentes pequeños, el país continuaría bajo la dirección magnánima del presidente Díaz Mori. Sin embargo, entre el 15 y el 22, varios eventos habrían de acontecer, de ello comentaremos en la colaboración próxima. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (23.46.176) Ya se confirmó que, en Hidalgo, también, operó la traición.
Añadido (23.46.177) No se podía haber escogido un rector con mejor combinación de profesiones, economista e historiador.