-Victor Roccas
La excesiva exposición ante un discurso repetido incesantemente es adoctrinamiento, no importa cual sea la calidad del mensaje contenido dentro del discurso sea de índole conservador, derecha o liberal, izquierda, el adoctrinamiento funciona y funciona muy bien tanto que la capacidad crítica se colapsa y el raciocinio se evapora provocando que el receptor del mensaje pueda considerarse ya fanatizado, “Una mentira repetida mil veces se convierte en realidad” -(Frase adjudicada a Joseph Goebbels), empero más allá de la mentira o la verdad lo relevante es la destrucción de la capacidad de razonamiento, de crítica, de escepticismo, de suspicacia naturales en cualquier persona ante un discurso redundante y en ello tiene mucho que ver un aparentemente inocente concepto oculto en la sombra, la esperanza. Esa esperanza que debilita la consciencia de la realidad y provoca el adormecimiento, la hipnosis ante quien se aprecia parece ostentar cada vez más la razón, y que realmente está secuestrando la razón de quién en adelante será un fanático.
Un buen político debería acopiar las inquietudes ajenas sobre la realidad, no verdades o mentiras, para conformar un pensamiento integral propio evitando justamente ser presa del simplismo y considerando las complejidades del razonamiento de otros para ejecutar un propio argumento que utilizará para definir una dirección clara sin flancos débiles consistente en exponer explicación, acción y solución a dilemas.
Un demagogo acopia inquietudes ajenas para reformularlas en un solo argumento panfletario y justamente evitar cualquier crítica mediante la devaluación antecedida de todo aquello contrario a su discurso reiterativo que llamaré en adelante “discursitis” y que enarbolará como su verdad y por tanto la verdad de todos, todo aquello diferente será mentira, aún la realidad. Por regla general el demagogo sustentará su discurso en tres estructuras; la doctrina, la esperanza y la fe.
Entretanto la esperanza refiere todo aquello que se anhela para bienestar propio y ajeno, la fe se refiere a la expectativa de que una elección propia sea correcta, por ejemplo la esperanza de que un convenio sea cumplido con la fe en haber elegido acertadamente a quien profiere dicha promesa.
Y es justamente en está última aseveración en donde la demagogia hace el mayor daño al retraer hechos, experiencia, consciencia, razón y realidad a la esperanza y a la fe en la “discursitis” secuestrando mediante la incertidumbre y vulnerabilidad la mente de los ahora fanáticos.
Esta condición no es por supuesto exclusiva de ninguna corriente política, es una herramienta indispensable en el arsenal de cualquier demagogo o mal político que desprecia cualquier opinión adversa mediante el dogma y la discursitis a diferencia de un político serio que considera, analiza e integra toda opinión dentro de la posibilidad para llegar a consensos y acuerdos, al lector le parecerá todo lo anterior simplemente un efecto “laberíntico” que distrae el fundamento de cualquier problema y es cierto resulta un galimatías pero se debe considerar que anteponer una idea propia ante otras ideas es tarea complicada que requiere algo más que secuestrar el raciocinio de otros, es importante explicar el porqué de una idea pero aún más dilucidar el porque de ideas contrarias conciliando todas las razones siempre sobre la base de la experiencia y no de la esperanza.
Con lo anterior no suponga o piense el lector que señalo únicamente a Andrés Manuel López Obrador en lo particular pues es evidente que otros pueden ser medidos con esta misma vara como por ejemplo Donald Trump, Vicente Fox, Fernández Noroña y multitud de personajes actuales e históricos retraídos a la doctrina y a la discursitis.
Tanto la derecha neoconservadora como la nueva centro-izquierda han encontrado muy útil el uso de la discursitis pues lo panfletario incluye también la torcida imagen de libertad y bienestar en una sociedad sujeta al libre mercado, a la meritocracia, a la frivolidad, al estatus socioeconómico, a la discriminación, a la moralidad, al dinero como fin, al individuo por sobre todo, a la sociedad como recurso para el ego.
Por tanto es imprescindible un cierto grado mínimo de capacidad de razonamiento y consciencia para desarrollar un buen ejercicio político al igual que es imposible dispensar un argumento político sólido entre personas sin un criterio propio o ignorantes o peor aún fanatizados pues la política se deformará en demagogia, la democracia en tiranía y el líder en déspota.
Y es justamente por ello que la masa encefálica activa ha sido adormecida poco apoco, durante décadas los poderes fácticos junto con las corrientes de la derecha han embrutecido al ciudadano común convenciéndole de las bondades de una sociedad donde el individualidad es la meta de un ciudadano exitoso, retrayéndole al principio del dinero como medida del hombre. Entretanto la izquierda se ha convertido en patiño de la derecha, no ha logrado actualizar y reivindicar su origen libertario, su fundamento de equidad y justicia social, tan solo ha seguido con su discurso trasnochado que ya no oculta la corrupción a pesar de la intelectualidad de sus liderazgos, causando que la derecha haga mofa continua de lo que alguna vez fue un ideal de consciencia firme de los derechos del hombre y fuerte oposición cualquier poder oprimiendo al pobre y al vulnerable.
Hoy ambas corrientes son igualmente conservadoras, panfletarias, dogmáticas y populistas, ambas buscan el dominio del individuo para esclavizarle a un pensamiento único y totalitario, las dos corrientes prometen y las dos corrientes mienten, manipulan, controlan y tiranizan la mente de sus adeptos a base de la discursistis.
La diferencia es que la derecha ha encontrado en el hechizo de un supuesto bienestar financiero el anzuelo perfecto pero a sacrificio de un empatía social. La izquierda, la centro izquierda y cualquier otra absurda ramificación de la izquierda se han seguido sujetando a los liderazgos casi mesiánicos y a la holgazanería del razonamiento comunal para imponer su jerarquía vertical.
Lo único que ambas corrientes, sus politiquillos y gobernantes ofrecen es finalmente discursitis a cambio de una fenomenal cantidad de promesas que no cumplirán.
V. Roccas.