Los mexicanos nos convencemos cada vez más de que entre la corrupción de la etapa del neoliberalismo y ésta Cuarta Transformación de la Nación existen parentescos históricos mucho más estrechos de lo que pueda indicar la identidad de la palabra. Aquellos medios de opinión que se atrevieran a realizar una investigación comparativa de ambas épocas políticas, comprobarían bien pronto que históricamente existe un indudable paralelismo; casi nos atreveríamos a expresar que como consecuencia de ello el pueblo se encuentra consumido por un conformismo.
Esa corrupción que tanto ha dañado a nuestra Nación, no ha variado en nuestras salas de justicia. Pero con el correr de los sexenios no han quedado más que las promesas de diversos gobernantes de combatirla, palabras en las que ya nadie cree. Cuando vemos y nos encontramos a un México deteriorado por ello, se nos ocurre pensar en la indiferencia con que tantos mexicanos siguen concurriendo a nuestros recintos de justicia, que por fuerza de costumbre pretenden obtener una fe en ella. Que por desgracia ya nadie siente.
Culpables o no, los mexicanos, el gobierno y su Presidente Andrés Manuel López Obrador, nos deslizamos por un peligroso tobogán de encubrimiento de cuestiones que México requiere conocer, simplemente para continuar viviendo con normalidad, sin sospechar fundadamente que tenemos y tuvimos en puestos claves de la justicia a verdaderos delincuentes, cómplices de forajidos o simples omisos dispuestos a que la narco-política y corrupción siga permeando sobre el suelo y vuelo de nuestra tierra.
No resulta honesto, cuando se habla de los problemas de la narco-política, refugiarse tras las cómodas posturas asumidas por desleales togas de procuración de justicia, las cuáles estiman encontrarse muy por encima de toda crítica y de toda sospecha de complicidad; como si el Fiscal y los Procuradores Generales de la República portaran togas especiales.
Quien se conforma con esas estúpidas palabras que refieren que la narco-política no se indaga por tratarse de un tema de razón de estado y seguridad nacional, ofende la seriedad de la justicia, a la cuál se le debe y tiene que honrar, no convirtiéndose en cómplice del narco sistema, sino ayudando a México para que la justicia se mantenga a la altura de su sitial, a la altura que merece.
Tan elevada debe de ser la estimación de la justicia en México y tan indispensable la confianza en ella, que la corrupción de ese Fiscal y Procuradores que se notan y no justifican deben ser sancionados, no sólo con el desprecio de los mexicanos, sino con la cárcel para los cómplices de la narco-política.
Los funcionarios del ámbito de procuración e impartición de justicia deben ser como aquellos que pertenecen a ordenes religiosas. Cada toga que porten tiene que ser un ejemplo de virtud, si no se quiere que México pierda su fe en ella y en la Cuarta Transformación de la Nación.
Es cuanto.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho
Penal del Colegio de Abogados de México, A.C..