José Luis Parra
La presidenta Claudia Sheinbaum nada en aguas turbulentas. A un lado, el norte, con sus flujos de poder económico, empresarial y político. Al otro, el sureste, infestado de tiburones, con colmillos filosos y hambre de venganza.
Elegir ruta no será fácil. Gobernar tampoco.
Por eso hoy vemos a la jefa suprema del país en una danza anfibia: una mano alzada con bayoneta calada y la otra lanzando besos hacia Macuspana. A un lado combate, al otro saliva.
Porque sí: aunque Claudia reciba el poder, todavía no se lo entregan.
La historia —esa señora puntual, que siempre cobra— enseña que el poder presidencial no se comparte. Se hereda un rato, pero luego se arrebata. A codazo limpio o con caricia mortal. Y cuando eso pasa, viene el parteaguas.
Y con él, el exilio.
Hay signos de ruptura. Las maniobras se aceleran. Los amarres se tensan. Las sonrisas se afilan. Y ya se olfatea la guerra por el control real del país.
No será sorpresa que pronto haya bajas. De las políticas, claro. Aunque en este país siempre cabe todo.
Por eso en la cúspide del poder hay un silencio nervioso. Reuniones súbitas. Traiciones suaves. Y esa pregunta que nadie se atreve a responder: ¿hasta cuándo aguantará la tregua?
En ese contexto, la Reforma Política se encuentra en el purgatorio legislativo. Nadie la empuja. Nadie la entierra. Porque nadie sabe quién va a ganar el último round.
Y como el clima está para valientes, algunos se atreven.
Ahí está Ciro Gómez Leyva. Que, tras el atentado que sufrió, ya no escribe crónicas, sino epitafios con dedicatoria.
Durante una entrevista con Denise Maerker, se desnudó verbalmente: dijo que López Obrador no fue espontáneo en su hostilidad, sino estratégico. Que no lo quería criticar, sino destruir.
“Si me quería destruir, me iba a destruir”, dijo Ciro.
¿A qué nivel llegó la paranoia política? ¿O será simple realismo periodístico?
Lo cierto es que la entrevista escaló a niveles de exorcismo:
“Con el Bart, digo: que Dios te bendiga. Con López Obrador digo: que Dios te bendiga… y que se vaya al diablo.”
Amén.
Parece que Ciro entendió lo que muchos aún no procesan: el séptimo año de un sexenio es el más cruel. Porque se mezclan el miedo al juicio y el deseo de inmortalidad.
Por eso el clima es tenso. Todos se preguntan: ¿y si Claudia marca su raya? ¿Y si el plan transexenal se estrella contra la realidad? ¿Y si, como dicta la historia, el poder se cobra en silencio?
La respuesta la tiene el tiempo.
Pero, por lo pronto, en Palacio Nacional ya se escuchan apuestas.
¿Quién cae primero?
¿Quién se exilia?
¿Quién aparece al lado de Claudia?
¿Quién irá a saludarla… con una daga escondida?
Y lo más urgente:
¿Con qué tipo de regalos vendrá Santoclós este diciembre?