En 1977 fundó el movimiento de Madres con Hijos Desaparecidos y desde entonces no ha tenido descanso.
Redación MX Político.- Propuesta por lo menos dos veces a recibir el Premio Nobel de la Paz, en 1987 y 1989, la mexicana Rosario Ibarra de Piedra, recibe hoy el máxio rconocimiento del estado mexicano, que se entrega a una vida de compromiso con la edificación humana.
El Senado de la República le entregó -en vida- la Medalla Belisario Domínguez, correspondiente al año 2019, como reconocimiento a una vida sublime, de entrega a una causa por demás difícil y constituida de por sí como un monumento al amor materno, al sacrificio y al testimonio de resiliencia, al no dejar de luchar ni un solo momento y seguir buscando a su hijo presumiblemente privado de la libertad por un agrupamiento de la fuerza pública, en el año de 1973, sin que hasta el día de hoy se tenga noticia de su aparición, vivo o muerto.
Regiomontana de nacimiento, ha sido quizá la protagonista de una de las vidas más cruentas e injustas gracias a aquel suceso y, su presea, sintetiza el apostolado de una madre que pierde a lo más valioso, su propio hijo; pero que nunca pierde la esperanza de verlo llegar con vida a su regazo.
Hoy el estado mexicano, en representación de su sociedad, de su gente, le entrega una medalla que por su condición de salud, no puede recibir en persona; sin embargo, su hija acude a recibirla y a transmitir su mensaje de agradecimiento personal.
Y de una forma por demás sublime, devuelve la presea a su amigo que se la entrega en nombre del pueblo de México, para pedirle “que se la resguarde para el mañana”, en que pueda ver de nuevo a su hijo desaparecido; para ese día en que sea el fin de esta terrible historia y de esa inmensa tristeza que la ha embargado; que la ha vuelto un ser brutalmente fuerte, que se ha dado el lujo “de nunca llorar su desgracia frente a un funcionario público”, tal y como ella lo ha relatado.
Se queda en custodia por Andrés Manuel la medalla muy bien ganada por Doña Rosario Ibarra, hasta que aparezca por lo menos la verdad.
El grito de Doña Rosario retumba en las conciencias de los responsables, si es que aun viven.
Pero también agita nuestros corazones.
Porque “¡Vivos se la llevaron..y vivos los queremos!”..
hch