Moisés Sánchez Limón
¿Acompañan los diputados federales del PRI al presidente Enrique Peña Nieto, su líder máximo? Todo indica que ese acompañamiento tiene sus bemoles y cargos de conciencia.
Porque, mire usted, ayer con el rechazo de la mayoría priista, de la mano de panistas, ecologistas y neoaliancistas, de Encuentro Social y Movimiento Ciudadano, integrantes de la Comisión de Puntos Constitucionales en la Cámara de Diputados fue desechada la iniciativa enviada por el Presidente de la República en materia de matrimonios igualitarios.
La ex gobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega, a favor del dictamen, argumentó que es católica y respeta a su iglesia, pero también es mexicana y respeta la Constitución y las leyes, y en tanto que no puede haber mexicanos de primera y de segunda, por lo que apoyó la propuesta presidencial.
El otro diputado priista que votó a favor fue el zacatecano Benjamín Medrano, quien abiertamente ha declarado ser homosexual y sostuvo que no puede ir contra lo que ha defendido.
Es, indudablemente, un tema que evidencia que los legisladores priistas no son lo institucionales que declaran y operan con el doble discurso, uno enfatizado en la pena ajena, las moralinas y, el otro, montado en una supuesta apertura de inclusión y defensa y respeto de los derechos sociales. ¿Acaso homosexuales y lesbianas son ciudadanos de segunda o tercera?
El tema lo defendió el PRD, incluso Guadalupe Acosta Naranjo, presidente de la Comisión de Puntos Constitucionales, había adelantado que a la iniciativa presidencial no se le quitó ni una coma, es decir, el texto original iba a ser votado en dictamen y confió en la posibilidad de que prosperara. Pero la bancada del PRI la desbarrancó.
Sus razones tendrá César Camacho para haber encabezado este rechazo. Y luego pretendió quedar como respetuoso de la pluralidad y hasta defensor del libre albedrío legislativo, tanto que hasta convocó a conferencia de prensa para asegurar que “el priismo nacional integrado por los senadores, diputados y la dirigencia del propio partido, analizó profundamente la iniciativa presidencial en torno a los matrimonios igualitarios, y la tarde de este miércoles sus diputados votaron en pleno ejercicio de su libertad”.
Y explicó que la decisión de no respaldar la propuesta, “se tomó con el pleno conocimiento del presidente Enrique Peña Nieto, quien envió la iniciativa de ley correspondiente y se determinó que México no requiere de un tema que divide a la sociedad”.
Además, acotó que éste es un asunto que se ventiló en los medios de comunicación y dejó claro que no había consenso.
¿Divide a la sociedad? ¿Entre jacobinos y qué? ¿No había consenso? Vaya, vaya. Es evidente el temor de este priismo que se atoró en el púlpito y evito un desencuentro con al Opus Dei y la ultraderecha que se ha opuesto a ampliar las libertades.
Mala señal para las corrientes progresistas; mala señal para la apertura. El Congreso de la Unión es la caja de resonancias de todo el acontecer y quehacer nacional.
En una lástima que se haya desaprovechado una oportunidad de ampliar esta calzada democrática. Así, con 19 votos a favor, ocho en contra y una abstención y en medio de una agria discusión, la mayoría de los legisladores se negó a reformar la Constitución para incluir los matrimonios igualitarios y permitir la adopción por parte de parejas del mismo sexo.
Guadalupe Acosta Naranjo rechazó los argumentos del PRI en el sentido de que la materia del dictamen era un asunto de legislación local y que por ello votarían en contra e hizo ver que el Congreso de la Unión tenía facultades para legislar en estos asuntos, atribución que incluso fue votada a favor por la propia Comisión de Puntos Constitucionales.
Consideró que el argumento de que era un asunto de legislación local era más bien ardid para desviar la atención y el fondo del asunto. Sesión parlamentaria con olor a fundamentalismo. ¡Caray! Digo.
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