MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
La versión final de la derrota de Lorena Martínez Rodríguez en la contienda por el gobierno de Aguascalientes, se sostiene en el voto salpicado de atavismos y temores más que a la ley humana, a la religiosa.
No, no fue el panista Martín Orozco quien ganara con su oferta de gobierno a la priista Martínez Rodríguez.
Al PRI lo derrotó en Aguascalientes el voto apisonado por tabúes, presionado desde el púlpito que amagó con los castigos divinos a quienes apoyaran a una candidata perteneciente al partido del presidente Enrique Peña Nieto, cuya iniciativa para legalizar los matrimonios denominados igualitarios, provocó un escándalo en el que las buenas conciencias protestaron con la estridencia propia de la incultura y el oscurantismo medieval.
Se documentó la embestida del clero católico contra la entonces candidata Lorena Martínez, quien debió asumir una postura contraria a la iniciativa presidencial y rechazar los matrimonios igualitarios, contra su conciencia muy personal y respetable.
Pero fue tarde. En la memoria colectiva se anidó esa idea presidencial que las buenas conciencias descalificaron y adjetivaron de diversa manera, siempre con la pueril y domesticada idea de lo bueno y lo malo.
¿Habría sido Lorena una buena gobernadora? Tal vez. Es una mujer emprendedora, inteligente y de lucha en la arena política. Fue alcaldesa de la capital de Aguascalientes y sus malquerientes le inventaron mil historias imaginadas en mentes torcidas hasta aterrizar en denuncias terrenales de supuestas malversaciones de dineros públicos y tráfico de influencias.
Ninguna denuncia prosperó. Y en la campaña fue como un recordatorio de que sus enemigos esperaban el pretexto para descarrilarla rumbo a la gubernatura. Pero, quien la llevó a la derrota fue la iniciativa presidencial, no necesaria ni perversamente pensada en ese ánimo de influir en la derrota.
A Lorena la venció el miedo de los terrenales electores a los castigos divinos y los señalamientos de las buenas conciencias por votar por un partido que avalaba e impulsaba una reforma de conceptos y alcances prohibidos. Vade retro.
Hoy, llama la atención que en la Cámara de Diputados se defina una línea priista contra una iniciativa que aboga por la protección de las mujeres. Acaso el PRI en el Legislativo resulta, con la experiencia de Aguascalientes, como el clásico que se quema con leche y hasta al jocoque le sopla.
Este jueves 16 de marzo, diputadas federales acusaron que la norma 046, que da acceso al aborto en casos de violación, se politizó y el PRI, por cálculos electorales, le regatea su apoyo.
Hortensia Aragón diputada federal del PRD y secretaria de la Comisión de Igualdad y Género dijo que el PRI está midiendo el costo político que le traería legislar en pro de la irrupción del embarazo en tiempos electorales.
Puntualiza la legisladora del PRD:
“La NOM 046, se ha politizado demasiado porque el PRI tiene un cálculo político electoral, las mujeres somos un cálculo electoral, nuestros derechos son un cálculo electoral, con esto de la elección en el estado de México, y el 2018 se pudiera generar costos políticos sobre todo en grupos conservadores, desde los altares sientes riesgos y dejan de lado los derechos humanos”.
Y es que, mire usted, la norma oficial 046 fue retirada del dictamen de violencia sexual, pero la presidenta de la Comisión de Igualdad y Género de la Cámara de Diputados, la priista Laura Plascencia, justificó con la referencia de que hay mucha inquietud por la temática de esa norma.
“Lamentamos que se haya mal informado, la operación y doble moral de algunos sectores, el que no haya habido consenso entre los que nos representan para avanzar en un tema tan importante”, adujo la diputada Plascencia.
¿Cuál es el temor? Estos temas, no cabe duda, se siembran en terreno electoral y acaban por descalificar al candidato y a quienes lo apoyan.
Son asuntos del oscurantismo que evitan la discusión abierta y civilizada. ¿Tiene temor el PRI al castigo divino? Es temor al voto conservador, a quienes desde el púlpito y mediante campañas de desprestigios pretenden instaurar el sistema de los buenos y los malos. La modernidad mexicana debe abrir espacios para ampliar los existentes en el respeto al que piensa diferente y actúa diferente. ¿Le soplan al jocoque? ¡Qué pena! Digo.
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