Moisés Sánchez Limón
Ricardo Anaya Cortés, dirigente nacional del PAN, planteó ayer la recurrente advertencia de todos los partidos políticos respecto de los responsables de la política social en los tres niveles de gobierno, porque esa es la cartera de las administraciones públicas de la que salen los inagotables recursos para combatir la eterna pobreza y la miseria de millones de mexicanos, cuyo voto cuenta y cuenta bien –me plagio la máxima del presidente Peña Nieto–.
Y, en tratándose de operadores políticos que llegan a ese cargo de secretario de Desarrollo Social, más llama la atención y preocupa a los dirigentes partidistas y legisladores de oposición porque no se requiere ser administrador ni experto financiero para saber a dónde, cómo y cuándo deben destinarse los recursos para allanar el camino a candidatos de elección popular.
Por eso, más allá de si en el equipo de la candidata demócrata a la Presidencia de Estados Unidos, Hillary Clinton, o en la Casa Blanca y los mercados financieros gringos molestó y provocó salpullido que Luis Videgaray Caso haya operado la invitación, primero y con prioridad, del candidato republicano Donald Trump, al grado de que fue imperativa su dimisión al cargo, lo importante fue la pauta para el ajuste en el equipo de Enrique Peña Nieto.
Y llegó como jefe de esa importantísima cartera del gabinete presidencial, el compadre y amigo de Peña Nieto, el operador político y administrativo Luis Enrique Miranda Nava.
Sus cartas credenciales lo ubican lo mismo en la operación de la compra venta de terrenos a favor de su padrino político Arturo Montiel que de los comuneros de San Salvador Atenco, a quienes ofreció bilimbiques por sus terrenos, donde se construiría el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, y hasta propiedades en las Lomas de Chapultepec, que al estilo de Andrés Manuel López Obrador, puso a nombre de su esposa para eludir la obligación de declararlas como lo marca la ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos.
El compadre del Presidente no es muy dado a eso de decir cuánto gana, realmente, a cuánto asciende su fortuna y de dónde proviene la enorme riqueza que se le sabe propietario. Es un as de la opacidad, tanto que en su biografía no aparece la fecha de su nacimiento. Pero, vaya, ronda el medio siglo de vida.
Pero, vaya, precisamente por sus antecedentes y vínculos de amistad y compadrazgo con el Presidente Peña Nieto, es decir, con el poder cupular de México y su pertenencia al exclusivo Club (ya dejó atrás el nivel de Grupo) Atlacomulco, es que esa designación al frente de la Sedesol encendió los focos rojos de la alerta de corrupción en la ruta electoral 2016-2018.
O, ¿usted cree que después de la soberana madriza que la alianza PAN-PRD le aplicó al PRI en los comicios de junio último, los hombres del Presidente y el Presidente mismo, en elemental antonomasia con el equipo que encabeza Enrique Ochoa Reza, repetirán el mismo esquema de campaña para el Estado de México, Coahuila y Nayarit?
El equipo gobernante, aunque suele tropezarse más de dos ocasiones con la misma piedra y no ha entendido que gobernar no solo es acumular riqueza personal, posiblemente proceda con sentido común y utilice los mecanismos proselitistas para demostrar que sabe gobernar y que el electorado reflexione su voto y no lo otorgue a la oposición que también sabe cómo hacerlo.
Por eso es que, mediante un comunicado que divulgó su oficina de prensa, Anaya Cortés advirtió este domingo último que el Partido Acción Nacional pondrá bajo la lupa al nuevo secretario de Desarrollo Social, Luis Enrique Miranda Nava.
Y es que, aduce, no hay registro sobre su experiencia en asuntos relacionados con el combate a la pobreza o el desarrollo humano y social y, por ende, existen dudas sobre si es el perfil adecuado para ocupar un cargo clave para el desarrollo del país.
En realidad, lo que preocupa a Anaya es otra fase, la fundamental de la Sedesol y que han utilizado incluso los panistas en administraciones estatales como en la federal. “Vamos a estar muy atentos a que los programas sociales no se utilicen con fines electorales”, dijo el presidente nacional del PAN. Y ese es el meollo del asunto; vaya, la designación de Miranda, el compadre, fue una decisión toral en el equipo de Peña Nieto.
Quién mejor que Luis Enrique, con toda la confianza absoluta del Presidente, para operar los programas de la Sedesol. Ni Rosario Robles que salió con más pena que gloria de la encomienda, y menos el hoy secretario de Hacienda, José Antonio Meade Kuribreña, quien con todo y su empeño y experiencia no cuadraba en esos actos y recorridos en las zonas pobres y miserables del país.
Pero. Lo cierto es que tiene razón Ricardo Anaya, porque el ex subsecretario de Gobernación carece del perfil requerido para encabezar a la Sedesol. Miranda es operador tras el escritorio, negociador cuando se tiene vastos recursos públicos y, sobre todo, el apoyo del Presidente de la República, como lo tuvo en el Estado de México con los gobernadores Arturo Montiel y Enrique Peña Nieto.
Y Anaya Cortés acota que Acción Nacional no permitirá que se regrese a las épocas en las que los programas sociales servían para la compra y coacción del voto. ¿Y de que han servido en los más recientes gobiernos federales, incluidos los dos panistas?
Dice Ricardo Anaya que México “necesita un secretario de Desarrollo Social capaz de enfrentar los retos que representan los recortes presupuestales y el incremento constante de los índices de pobreza”. Eso sería lo idóneo.
Y para ello se comprometió, en su momento, Rosario Robles Berlanga, aunque de acuerdo con el joven dirigente albiazul, “el último reporte de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) reveló que la tasa de pobreza en México se incrementó en 2.9 por ciento, siendo sólo superada por la de Venezuela (además) el INEGI y el Coneval también confirman que, en los dos últimos años, la pobreza en nuestro país ha ido en aumento, por lo que la Sedesol es una dependencia clave en la tarea de superar uno de los principales retos del país”.
Si doña Rosario, que se dice amiga del presidente Peña Nieto, solo echó rollo en tres años y lejos de disminuir la pobreza, creció, ¿creerá alguien, Anaya incluido, que el compadre del Presidente llegó para combatir a la pobreza y despojar del carácter clientelar y electorero a los programas de la Sedesol? Digo
LUNES. ¿Y qué hacemos con Luis Videgaray Caso y Manlio Fabio Beltrones?, se preguntan quienes creen que van en caballo de hacienda. Conste.
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