Moisés Sánchez Limón
En aquellos años del proteccionismo comercial mexicano, en el que las zonas libres tenían la connotación de zonas para fayuquear, floreció este comercio que mucho tenía de contrario al consumo de lo hecho en México, pero se sustentaba en el pésimo control de calidad que había en la producción y fabricación destinada al consumidor cautivo.
Quien carecía de medios económicos para comprar un televisor –malo y caro—de fabricación nacional recurría al que se vendía en la fayuca, en los mercados de pulgas como el de Tepito, que era de mejor calidad y costaba un poco más que el doméstico, pero estaba garantizada su duración.
Lo mismo ocurría con la ropa e incluso hasta calzado y perfumes, artículos que producidos en el país tuvieron enorme mercado entre los consumidores extranjeros por esa alta calidad que se perdió cuando el consumidor nacional no tuvo otra opción.
En la década de los años setenta, los artículos mexicanos –salvo contadas excepciones en productos agropecuarios—no tenían alta demanda en el exterior y nuestra planta industrial no estaba en condiciones de competir extra fronteras, hasta que tocó a la puerta la globalidad con la apertura comercial y México estuvo obligado a negociar.
Por supuesto, aquellos empresarios que tenían al mercado cautivo como factor de pingües ganancias, protegido por las fronteras cerradas al comercio exterior como hoy lo conocemos, se opuso y hubo campañas contra las negociaciones para ingresar al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio y Turismo (GATT, por sus siglas en inglés); finalmente en 1985 México firmó como socio de este añejo bloque cuya nacencia se registra en 1947.
Entonces, el mercado mexicano se abrió paulatinamente al intercambio internacional y la planta productiva en todos los rubros ingresó en la dinámica que hoy la tiene en libre competencia, en ésta donde la calidad es factor para crecer y ganar-ganar.
La suscripción del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y luego los acuerdos comerciales firmados con otras naciones, incluso con la Unión Europea, han impulsado el necesario desarrollo, la modernización y constante actualización del aparato productivo nacional, cuya planta exportadora ha permitido abandonar paulatinamente el concepto de economía petrolizada.
Ayer, en un acto al que se convocó a empresarios e industriales, comerciantes y representantes del sector social, el presidente Enrique Peña Nieto relanzó la campaña Lo Hecho en México, está bien hecho. Y la relanzó porque, aparejada a la entrada en vigor del TLCAN en 1994, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari instruyó lanzar esa campaña para posicionar la marca México.
La pretensión de fortalecer al mercado doméstico, tenía al factor de la apertura con los dos gigantes económicos firmantes del Tratado. Así, en la edición del 26 de abril de 1994 del Diario Oficial de la Federación se publicó el acuerdo, acompañado del logotipo de Hecho en México, que era la cabeza del águila que identifica a México.
En las administraciones de Vicente Fox y de Felipe Calderón hubo campañas tendentes a convocar al consumidor mexicano a adquirir lo producido en México, aunque no cuajaron por su cortedad y la falta de impulso a éstas.
Hay estados como Michoacán, donde la campaña permanente tiende a convocar a consumir lo que el estado produce con el objetivo de concretar una economía doméstica que reinvierte y fortalece a productores y comerciantes domésticos.
Por eso la importancia de que el gobierno federal haya relanzado esa campaña de Lo Hecho en México está bien hecho. Sin falsos patrioterismos, hoy que míster Trump trae metido en el cerebro el tema del proteccionismo y de cerrar fronteras, diríamos que con su pan se lo coma y voltear la cara hacia nuestra planta productiva, nuestro campo, nuestros artesanos y recordar que, en efecto, lo que hacemos en México lo hacemos bien y lo haremos mejor si impulsamos el consumo de casa.
Por supuesto, hay que voltear también a otros mercados, con otros socios, que los tiene México y dejar que al señor Trump se le haga bolas el engrudo cuando sus importaciones lleven altos aranceles, en la mecánica espejo, y sus consumidores enfrenten carestía y, por consecuencia, inflación que trae aparejados tantos males como los que conocemos con bastante largueza. Consumamos lo nuestro, que está bien hecho. Sin mezquindades ni críticas patrioteras y absurdas posturas políticas. Digo.
VIERNES. Campesinos del Frente Auténtico del Campo (FAC) levantaron el plantón que tenían frente a la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU) porque llegaron a un acuerdo para que la dependencia resuelva alrededor de 800 asuntos que no han sido atendidos, algunos de los cuales tienen de 15 a 20 años tramitándose.
En una reunión con los subsecretarios de Desarrollo Agrario, Gustavo Cárdenas Monroy, y el de Ordenamiento Territorial, Enrique González Tiburcio, los dirigentes de las cuatro organizaciones que integran el FAC reclamaron la violencia que se generó en horas previas por la falta de atención a las demandas que traen los campesinos, principalmente de los estados de Campeche, Jalisco, Guanajuato, Veracruz, Baja California, Hidalgo, Guerrero, Tabasco, Puebla, Zacatecas y Chiapas.
Los dirigentes del FAC: Marco Antonio Ortiz, de la CODUC; Francisco Chew, del MST; Federico Ovalle, de la CIOAC y Álvaro López, de la UNTA, revisaron con los subsecretarios, directores del Registro Agrario Nacional y la Procuraduría Agraria expedientes que sólo requieren de un trámite administrativo o de voluntad política para resolverse. Conste.
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