MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Enrique Ochoa Reza ha consumido los primeros cien días al frente de la dirigencia nacional del PRI con una tarea justiciera doméstica para dejar de ser candil de la calle y oscuridad de la casa en eso de combatir a la corrupción, pero también al recuerdo de su antecesor Manlio Fabio Beltrones Rivera.
¡Nada que tenga relación con Manlio!, fue la orden salpicada de mentadas de madre y chingados que dio Ochoa, incluso en la cocina, a donde llevó a su chef personal y marginó al que preparaba los alimentos de Manlio y su equipo en la dirigencia nacional, en el segundo piso del edificio principal del complejo del CEN priista.
Ese segundo piso –ni siquiera en tiempos de Beatriz Paredes Rangel– se ha convertido en un búnker al que sólo tienen acceso los palomeados por Ochoa Reza y sus asistentes. La diputada federal Carolina Monroy, secretaria general del Comité Ejecutivo Nacional, supo de esa orden porque le prohibieron el acceso, hasta que alguien la reconoció.
Otros priistas destacados, como el doctor Manuel Añorve Baños, quien mantenía el cargo en la nueva dirigencia, supieron de cómo el maestro Ochoa Reza comenzaba a pelearse con los fantasmas y había decidido deshacerse, botar a todo aquello que tuviera el sello de Manlio.
¡Chinguen a su madre!, dijeron al unísono colaboradores que habían sido de Beltrones en su dirigencia, cuando en la antesala de la antesala de la antesala de ese segundo piso les dijeron que no tenían acceso al espacio ocupado por Ochoa Reza, por órdenes de éste y hasta que los autorizara. ¡Chinguen a su madre!, ¡Vámonos!, resolvieron los beltronistas y dejaron los cargos.
Bien por el esfuerzo de Ochoa Reza por blindar su espacio, evidencia de que al interior del tricolor, en el búnker de la avenida Insurgentes algo ocurre que no acaba de cuadrar y que eso de la unidad priista es el slogan harto conocido cuando de demagogia y mentís al vecino de enfrente se trata.
En la calle, en público, el moreliano es todo amor y ternura, besos y abrazos, sonrisas y hasta arrugar el traje y la corbata, sudar en el escenario y entrarle a las selfies, enfrentar a sus contrapartes del PAN y del PRD e irse duro contra el licenciado Andrés Manuel López Obrador.
Bien por el priista vergonzante que fue y, en el fast track para relevar a Manlio Fabio Beltrones y acallar críticas respecto de su ADN tricolor difundió en redes la imagen del chamaco que en 1991 se convertía formalmente al priismo, con todo y firma de Luis Donaldo Colosio y don Rafael Rodríguez Barrera.
Bien por el académico y, sin duda, parte de los tecnócratas que se montaron en los cargos de decisión política y administrativa carentes del conocimiento del tejido social, como los ilustrados en las solapas de los libros que de la pobreza sabe que existe porque hay pobres y los pobres llenan urnas y generan victorias electorales.
Bien. Pero, qué ocurre en la cúpula del Partido Revolucionario Institucional, ¿dónde están los cuadros combativos?, ¿por qué ahuyentar a la experiencia y pretender maquillar a un Comité Ejecutivo Nacional con supuestos expertos y dejarlos en segundo término porque carecen de la libertad de opinar?
Ser o no ser, estar y haber sido. Silvia Hernández Enríquez ha sido diputada federal, senadora en seis legislaturas –tres periodos de seis años–, secretaria de Turismo, directora del INJUVE y del CREA, en esencia un activo del Partido Revolucionario Institucional, de cuyo sector popular fue lideresa.
Parcialmente retirada de los escenarios políticos, llamó la atención su asunción, el cuatro de este mes que fenece como secretaria de Relaciones Internacionales del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. ¿La llamó Ochoa Reza después de evaluar propuestas? ¿Fue imposición?
Como haya sido, lo cierto es que Silvia Hernández renunció al cargo el viernes último, antes de cumplir un mes en la encomienda. ¿Se hartó? ¿La maltrataron por ser amiga de Manlio?
Su renuncia al cargo en el CEN lo fundamentó Silvia en la prioridad de atender compromisos profesionales y personales. Menos de un mes en la cartera de Relaciones Internacionales sirvieron para que la ex lideresa de la CNOP optara por renunciar a un espacio en la estructura del partido en el poder. Ningún medio de comunicación, sobre todo los llamados “nacionales” dio espacio destacado a esa renuncia.
Ochoa Reza informó que revisará el perfil de otros candidatos para ocupar el espacio que dejó Silvia. Y lo dejó, no la dejaron. Y no dude usted que habrá otras renuncias en el CEN del PRI; hay un problema de trato y vanidad, de doble personalidad si usted quiere, en el dirigente nacional de un partido al que, por cuestiones de ambición profesional y ascenso personal, negó en su momento.
Leí un artículo de Miguel Carbonell publicado en la edición del pasado 19 de julio, en el que éste pondera las cualidades profesionales de Enrique Ochoa Reza, a quien recuerda haber conocido hace 25 años cuando fue su alumno en el primer semestre en la Facultad de Derecho de la UNAM.
“He atestiguado no solamente el meteórico ascenso de su carrera, sino también la forma analítica y siempre razonada que caracteriza su trabajo (…).
“Algunos le han criticado a Ochoa Reza su falta de experiencia en la política partidista. Creo, sin embargo, que esa es una de sus fortalezas, Eso es lo que le permite, por ejemplo, abanderar la lucha contra la corrupción o criticar a los propios priistas que han quedado mal ante la ciudadanía (…)”, refiere Carbonell respecto de Ochoa Reza, a quien considera su amigo.
Y los imagino amigos entrañables, parte de esa pléyade exquisita de académicos que a los políticos ven por encima del hombro y consideran especímenes a los que debe combatirse en una titánica tarea para extinguirlos paulatinamente, pero no pueden prescindir de ellos porque, sobre todo, los viejos y experimentados conocen las extrañas de esta praxis que lleva al poder.
Poder es poder. Tecnócratas convertidos en políticos, sobre todo los cuarentones y estos llamados millenial, carecen de esa experiencia de piso-tierra en la política y, lo que saben de ello, lo aprendieron en los libros y en las maestrías y doctorados, mas no en la práctica; creen que besar niños indígenas y abrazar abuelitas o tomarse la selfie con la chaviza de todos niveles, es cumplir con la cuota para luego, en su entorno privado y cercano, mostrarse tal cual, de suerte que sus colaboradores, empleados y asistentes no votarían por ellos, porque saben de qué espécimen se trata. Y acusan, además de manera grave, el síndrome de pelearse con fantasmas. Conste.
LUNES. Me dicen que al procurador Raúl Cervantes hay que darle el beneficio de la duda. Pero, comentan legisladores cercanos a éste, que debe rodearse de verdaderos conocedores del derecho, de esto de procurar justicia y conocer del ámbito legislativo. Y, como un prospecto que incluso puede ayudarle en asuntos internacionales, me recuerdan al ex diputado federal Eddie Varón Levy quien fue director General de Cooperación Internacional en la gestión del general Rafael Macedo de la Concha, como procurador General de la República; en la 58 Legislatura federal fue vicecoordinador de Asuntos Internacionales de la bancada del PRI. Es egresado del Seminario de Seguridad Nacional del Colegio de Guerra del Ejército de Estados Unidos. Ha sido integrante del Comité Asesor del Centro De Derechos Humanos, vice presidente del Comité de Seguridad Nacional, Derecho Penal Internacional y Presidente del Comité de Delitos Trasnacionales y, desde hace unos días, reconocido entre los abogados del mundo que son de la American Bar Association (ABA). ¿Qué le parece, procurador? Digo.
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