Moisés Sánchez Limón
Dice Manlio que no renuncia; hay voces que atizan esa posibilidad. La derrota es huérfana; el triunfo tiene hasta padrastros, pero hay quienes carecen de progenitora y aprovechan la crisis de la postguerra para salvar el pellejo, acusar amnesia y pedir justicia en los bueyes del compadre. En fin.
Cuando Manlio Fabio Beltrones estaba en la ruta del desempleo, en esos días cuando se avecinaba la conclusión de su cargo como diputado federal integrante de la LXII Legislatura, su futuro se barajó entre ocupar la oficina principal de la Secretaría de Gobernación y la presidencia del CEN del PRI.
Un político desocupado, con las características de Manlio, es un político de alto riesgo para el sistema. Y, bueno, nadie puede regatear al sonorense su enorme desempeño como coordinador de la diputación federal priista y en la presidencia de la Junta de Coordinación Política, espacios desde los que operó el buen rumbo de las reformas estructurales. ¿Emilio Gamboa? Bien, gracias.
Recuerdo a Manlio como director de orquesta en el salón de plenos, al centro de la llamada burbuja, rodeado de personajes como Manuel Añorve Baños y Marco Antonio Bernal, entre otros operadores que trataban en corto los temas con sus contrapartes de otros partidos, mientras Manlio tejía el final de las iniciativas planchadas en comisiones. Diputados de todos los partidos hablaban y trataban con respeto a Manlio.
Ahí, el joven Ricardo Anaya Cortés, tuvo todo el respaldo de Manlio y la mayoritaria bancada priista para ocupar la presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. Anaya hizo buen papel como presidente camaral y eventual coordinador de la fracción parlamentaria del PAN en San Lázaro.
Podría decirse que, incluso, Anaya tuvo un curso rápido de negociación política impartido por Manlio. Ricardo siempre se dirigió con respeto a Manlio. Hubo mucha proximidad y, de ahí, Ricardo se proyectó a la presidencia nacional del PAN. Y Manlio apisonaba su camino hacia un buen cargo, porque el presidente Enrique Peña Nieto no iba a dejarlo libre y en el desempleo.
En esos días de tormenta política en la Cámara baja, diputadas de todos los partidos acudían, entre curules, a solicitar opinión a Manlio; se recuerda cómo las diputadas más radicales de la oposición, incluso se retrataban con el sonorense, amén de que otros legisladores lo consultaban.
Manlio era el eje del trabajo legislativo, sin duda. “Perdóneme, señor”, clamó a Manlio el diputado perredista converso al morenismo, Rafael Huerta Ladrón de Guevara, luego de haber faltado al respeto a las diputadas, desde tribuna en una sesión tormentosa que le valió la reacción de todos el pleno que le dio la espalda, en repudio a sus palabras.
Manlio sonaba para sustituir a Miguel Ángel Osorio Chong, pero no daba muestras de ninguna naturaleza, evitaba el tema y solía referir la máxima de los políticos de las grandes ligas, que estaría donde sirviera a México y apoyara al presidente Enrique Peña Nieto.
¿Por qué aceptó buscar la presidencia nacional del PRI? Tal vez porque era el único espacio que nadie le iba a disputar –y nadie se registró para pelearle el cargo–, además de que era su escenario natural como coordinador experto, dueño de la sapiencia política que sacudiría al tricolor de aquellas inercias, por cierto muy costosas, de César Camacho Quiroz.
¿Fue la rifa de tigre? Para nada; el cargo de dirigente nacional del PRI, del partido en el poder, se significa como una Vicepresidencia de la República, porque es lugar privilegiado para la negociación de toda naturaleza. ¿Para qué ir a Gobernación, si en el PRI de deciden presentes, pasados y futuros de los prohombres y mujeres en su trayecto a ser gobierno, gobernantes y legisladores?
¿Qué le ocurrió a Manlio en ese tramo en que se decidió la nominación de 12 candidatos a gobernadores? Todo indica que el PRI no se merece a Manlio. Y no se lo merece porque en su estructura prevalecen los grupos que no son de los suyos y operan bajo instrucciones extramuros del Revolucionario Institucional.
¿Todos los candidatos fueron propuestos y calificados por Manlio? No, evidentemente no fue así. Lo peor, en todo caso, es que el Presidente del PRI no negoció con el Presidente de México que, por lo menos en la praxis priista, es el jefe del partido. Y ayer acotó a su partido en espacios de reflexión; total, la democracia es así.
Por supuesto, no es Enrique Peña Nieto quien debe asumir la derrota del domingo último en las urnas, porque para eso está el dirigente nacional del partido.
Y también por supuesto que la culpa de que en siete estados los ciudadanos hayan votado en contra del PRI, dándole el triunfo a los abanderados por la alianza PAN-PRD, es del gobierno de Enrique Peña Nieto, cuyos yerros han sido calificados de esa forma por millones de mexicanos.
¿Demócratas por ese ejercicio comicial del domingo último que tumbó las previsiones de Manlio? Sí, es parte de la democracia mexicana, aleccionadora y matrona que decide rumbos partidistas y opera el cambio de carácter en quienes triunfan y olvidan el respeto que les merece el vecino de enfrente.
Porque fue un espectáculo lamentable, el del supuesto debate del domingo por la noche, cuando concluida la jornada comicial, Ricardo Anaya hizo cera y pabilo de Manlio Fabio, su maestro del curso intensivo que tuvo en San Lázaro.
Sí, el que se ríe se lleva. Y mientras Ricardo tuvo la sartén por el mango, Manlio no iba preparado para una discusión de esa naturaleza, en la que Agustín Basave fue un espectador que se divirtió y apenas asumió que el PRD se había ido hasta el cuarto sitio en lugares donde no fue del brazo del PAN.
El PRI no se merece a Manlio. No como el hombre solitario que apareció, sin un Estado Mayor de asesores que lo orientaran hacia los mejores escenarios en los que asumiera la derrota en siete estados, de los cuales sólo dos eran previsibles de perderse ante la oposición.
¿Todos los candidatos priista fueron propuestos por Manlio? Evidentemente no. Repartir culpas no es la mejor salida, aunque sí procede una operación limpieza en el PRI. Errores graves en materia de comunicación e imagen, muchas manos de personajes que se han enriquecido en la operación de campañas, como las manos allegadas al ámbito de Emilio Gamboa Patrón, que dieron al traste a operaciones básicas.
En fin, así es la democracia y las elecciones se ganan hasta por un voto y se pierden hasta por un error. ¿Renunciará Manlio a la presidencia del CEN del PRI? Dice que no. Conste.
MIÉRCOLES. Por cierto, este miércoles las cifras oficiales confirmarán lo que el PREP adelanta. Bien hará el PRI en abstenerse de judicializar la elección. Todo está dicho y debe preparar el escenario para no perder el Estado de México en 2017. Digo.
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