Si no fuera porque se trata de una estrategia pueril, infantiloide, de obstrucción sin rumbo ni sentido para reventar a como dé lugar los debates sobre la nueva Constitución Social de la Ciudad de México, las posiciones superficiales que han asumido los partidos minoritarios de la capital –PRI y PAN, fundamentalmente– deberían ser repudiadas de inmediato por la población, antes de que sea demasiado tarde.
Nadie tiene derecho a defender posturas hipócritas basadas en la opinión de supuestos especialistas y sacerdotes de la ley a modo, anclados en criterios de otros siglos, muy rebasados, para utilizarlas en impedir a todo trance el avance social que propone el nuevo constitucionalismo. Son tartufos habilitados de buenas conciencias jurídicas que enseñan los colmillos y las frustraciones de sus valedores.
Menos tienen derecho a poner por encima de la búsqueda del progreso, sus posiciones burocráticas y sus canonjías y prebendas económicas, logradas a base de agachar la cerviz y servirle incondicionalmente al patrón, como la borrachita de Tata Nacho. Nunca, ningún avance se ha logrado pensando en el pasado, sino proponiéndose lo imposible, siendo transformadores de la realidad.
Deben reconocer derechos que han sido ganados a pulso
Las viejas tácticas de legisladores trasnochados y de rabanitos empedernidos no pueden ser esgrimidas en un momento tan definitorio de nuestra identidad. Deben reconocerse derechos que han sido ganados a pulso por movimientos sociales que han dejado honda huella entre la población capitalina, entre sus modos y maneras.
Por ese camino no se llega a ninguna parte. Atascar el avance de las discusiones que se llevan a cabo en la casona de Xicoténcatl, a base de ausencias, petardazos en tribuna, amenazas con el petate del muerto y viejas artimañas de usos y prácticas parlamentarias decimonónicas, representa la parte más oscura de la envidia y de la inquina, gracias a las cuales no tienen la aceptación del electorado capitalino.
El perfeccionismo neurótico conservador de otros tiempos de nuestra historia, argumento central de científicos, juristas al servicio del dinero, centralistas y contrarrevolucionarios de toda estofa, quiere imponerse sobre el contenido trascendente de los fondos programáticos de articulados que sólo desean acudir al auxilio de la población vulnerable, quiéranlo o no, ampliamente mayoritaria en esta megaurbe.
La verdadera universalidad de la política reside en los valores
Pontifican ridículamente en tribuna para significar su función frente a los orejas del gerifalte, para cobrar caros sus favores y hacerse indispensables en el reparto de las prebendas. Sólo para estar al lado de los impresentables que hoy reparten el bacalao y las limosnas políticas.
Es reflejo de una vieja batalla, ganada en todos los frentes por la historia, entre liberales y conservadores, federalistas y centralistas, juaristas y corifeos de la clerigalla, revolucionarios y porfiristas, salinistas, foxistas, calderonistas, amén de nacionalistas y necios defensores de la reacción de todos los tiempos, siempre presente para impedir cualquier oxígeno democrático.
Nunca entenderán que la verdadera universalidad de la política reside en los valores, los derechos del hombre, las libertades, la tolerancia, la cultura y la democracia. No es cierto que la forma sea el fondo, como repitieron los antiguos loros académicos del sistema, sacando de contexto expresiones intelectuales que jamás vinieron al caso.
El fondo es el planteamiento que debe superar los obstáculos de las formas para evitar que se impongan los adornos semánticos que vacíen de contenido a las palabras. Sostener lo contrario, es apostar contra la historia. Desconocer que el tiempo no espera, que el progreso no pertenece a los displicentes ni a los aburridos.
Se oponen a priori, esgrimiendo purismos insustanciales
Negar que la historia transite a montañazos, golpes de imaginación social y atrevimiento sociales que jamás han comulgado con la defensa del statu quo. Que, como decía el analista contemporáneo de los símbolos políticos, Jean Baudrillard, “la cobardía intelectual se ha convertido en una disciplina olímpica de nuestro tiempo”.
Si lo que se busca con esas tácticas dilatorias de los habilitados es debatir de a deveras, que lo hagan. La urgencia no debe estar por encima de la importancia, reza el refrán. Pero que participen en el debate, para hacer posible que fluyan las ideas y que a base de ellas se llegue a las síntesis requeridas. No oponerse a priori, esgrimiendo purismos insustanciales.
Tricolores, blanquiazules, verdes… bloque que estanca la discusión
El Estado debe ser la obra superior del conocimiento y de la cultura. No de los remilgos de alambicados juristas, ni de los escuderos de las superficialidades, dispuestos sólo a defender la chuleta y dejar al garete un proceso constitucional que sintetiza y recoge políticas y programas sociales que hace mucho ya se aplican en la Capital, y son replicadas por otras entidades y muchos países de concepciones modernas, ansiosos de defender sus entornos.
Pero no. Protegidos e impulsados desde las cavernas del presupuesto priísta, tanto tricolores como blanquiazules, verdes, rojos, evangelistas y paniaguados de dedo forman un bloque común de interesados en estancar la discusión, impedir que cualquier contrario se lleve el gato al agua y defienda los derechos de la población desprotegida.
Ciudad de México, refugio de los expulsados de sus estados
Es preciso tomar el toro por los cuernos. Asumir que la megaurbe es un vasto mosaico donde se deben atender las necesidades de 21 millones de habitantes, la máxima concentración urbana del país. Todos exigen solucionar sus reproches de falta de agua, alimentación, vivienda, infraestructura, salud, educación y seguridad que los caifases de sus entidades de origen les niegan.
Millones de arrumbados citadinos que han sido materialmente expulsados de sus pueblos y se les ha arrinconado en el comercio informal, en la lucha por la subsistencia, en la prostitución y en la negrura de la lucha por la sobrevivencia. Todos ellos deben tener un refugio en la Ciudad de México, única posibilidad de pervivir con cierta dignidad e integridad.
Ambulantes, comunidad LGBTTTI, discapacitados, madres solteras jefas de familia, personas de la tercera edad, solicitantes de todos los servicios requieren de una nueva constitucionalidad que albergue su derecho al empleo, al pan, a la tranquilidad y la justicia. Nadie tiene derecho a negrales el reconocimiento de sus potestades como seres humanos. ¿O sí?
Igual que migrantes, indígenas en situación de calle e insolvencia e indigencia, deben ser atendidos con organización y voluntad, antes de que nos tornemos en el infierno perfecto. Antes de que lleguemos al peor de los mundos posible. Antes que la apatía y la indiferencia destruyan definitivamente las posibilidades de convivencia.
Si no quieren jalar con la ciudadanía, que se desenmascaren ya
Los derechos de participación ciudadana, representados por las figuras de revocación del mandato, referéndum y plebiscito, deben ser consagrados, antes que la historia y el tiempo nos arrase, con todo y formas jurídicas majestuosas e inservibles. Los programas sociales en favor de los desprotegidos, deben tener rango constitucional.
Especialistas ñoños, reventadores profesionales, habilitados sin formación, truculentos, pueden si lo prefieren, quedarse a vivir en el pasado. Aquí no deben tener cabida. Se está confeccionando el único futuro posible, sin el cual ningún sistema político tiene sentido: el que respete el imperativo de la equidad social.
Las decisiones políticas fundamentales de la quinta parte de la población nacional, los que contribuyen con el 20% del producto interno bruto y de la generación de empleos y derramas económicas para beneficio de todos, deben ser parte activa, vinculante, de los derechos y obligaciones de gobernados y de Nación.
Lo contrario, lo que se mueve y manipula desde la inquina y la envidia política debe echarse al basurero de la historia. Ya no está el horno para bollos.
Si no quieren jalar parejo con la marcha de la sociedad, si lo que desean es la petrificación de las desigualdades, que se quiten de una vez la máscara y desnuden sus oscuras intenciones.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Escribe desde Shanghái el corresponsal del Índice Político: “Li Liguo, quien fungía como secretario de Asuntos Civiles del gobierno chino, estuvo en México el año pasado. Se reunió con Rosario Robles, ¡y se le pegaron las malas mañas! Y es que es investigado por corrupción, según lo publicó el South China Morning Post, un periódico serio de Hong Kong…” Y mientras todo esto sucede, el gobierno de Xi Jinping acaba de recibir la solicitud de placet para el nuevo embajador mexicano en el pujante país que encabeza políticamente, pero ¡sin que se sepa quién es el agraciado! La sede diplomática mexicana está vacante, luego de que el embajador Julián Ventura fue desplazado a la legación mexicana ante la Corte de Saint James. Así se maneja la cancillera (sic) Claudia Ruiz Massieu y –no se olvide– Salinas de Gortari. Con un sigilo (jejeje) que más bien parece ocultar que, ¡otra vez! traman en contra de nuestro país. + + + Don Alfredo Álvarez Barrón comenta este día que “el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, terminó con lesiones en brazo y codo luego de que su caballo resbalara en la clausura del Congreso Nacional Charro en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas…”. Y El Poeta del Nopal le hace segunda: “Quiso brincar la tranquera / pero falló en el intento / y tuvo un leve escarmiento / en una suerte cualquiera; / hombre tenaz, persevera, / con afición que no mengua, / pide una ligera tregua / sin aceptar lo evidente: / en público de su gente / ¡le quedó grande la yegua!”
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El Sr. juan antonio gonzález hernández (con minúsculas) parece que sólo ve el efecto y no la causa, que está muy clara en el mismo artículo.