Si en los estados del norte de la República que este domingo tendrán elecciones la mayor amenaza es la presencia del crimen organizado, en los del sur lo es la guerrilla que, pese a no dar muestras de existencia, está ahí como acechanza siempre presente.
No se ve, en efecto. Porque, mire usted, apenas hace unos días el especialista en movimientos armados Jorge Lofredo advertía de la posibilidad de que el EPR o el ERPI se hiciesen presentes, ninguno de estos grupos dio señales de vida:
“En un lapso de poco más de treinta días y en un ámbito geográfico perfectamente delimitado –escribía Lofredo en el periódico guerrerense El Sur–, en mayo y junio se conmemoran fechas que mucho tienen que ver con la actual generación de organizaciones político-militares clandestinas mexicanas. Un 25 de mayo, en Oaxaca, se produjo la desaparición de los dos eperristas, hecho que preludió el accionar militar del actual Ejército Popular Revolucionario (EPR) contra los ductos de Petróleos Mexicanos entre otros, durante aquel convulsionado 2007. El 7 de junio de 1998 una nueva masacre inaugura la existencia del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), sucedida en El Charco, en el estado de Guerrero. Y el 28 de junio tuvo lugar el suceso que ha permitido la presentación de esta nueva generación de grupos, en 1995 ocurrió la masacre de Aguas Blancas y, al año siguiente, la presentación pública del EPR.”
Tales fechas, empero, pasaron en blanco.
Una de las causas, advierte quien también es cofundador del Centro de Documentación de los Movimientos Armados (cedema.org) es no sólo la falta de coordinación entre los diferentes grupos guerrilleros, incluso el antagonismo que les caracteriza tras la ejecución de Miguel Ángel Mesino en septiembre de 2005.
No se ven los grupos guerrilleros clandestinos.
Pero ahí están.
¿Acechantes?
TIMING Y MIMETIZACIÓN
Tanto el EPR como el ERPI, señala el investigador, “aparecen ensimismadas en un proceso de acumulación de fuerzas en silencio de largo aliento, propio de la guerra popular prolongada o por contacto con sectores que podrían incorporarse aunque muy lentamente a su desarrollo organizativo en espacios rurales.
“El hecho más significativo es que la lógica y los tiempos entre las zonas urbanas y las rurales son distintos por completo. En este caso particular de los tiempos y su incidencia en ambas organizaciones disintieron profundamente sobre la cuestión.
“La guerrilla, para uno, no puede ser una organización justiciera sino revolucionaria; el otro, en cambio, debe acompañar a las comunidades para ejecutar actos de rebelión que no deje afrenta sin cobrar.
“Por tanto, para unos los tiempos son políticos mientras que para los otros prima lo social. Y la diferencia no es menor ya que, de hecho, aún perdura. Si bien ambas son respuestas a los agravios, lo de fondo que varía entre ambas posturas son nuevamente los tiempos, respecto al objetivo que lo condiciona y a la situación que responde.”
ERPI y EPR parecieran, además, vivir sendos procesos de reestructuración interna. Una, por haber sido descabezada un par de ocasiones. La otra, por la desaparición forzada de dos de sus miembros, uno de ellos dirigente del grupo.
Más adelante, Lofredo indica que “puede notarse la ausencia explícita en movilizaciones sociales y populares, en tanto organización. La reciente reivindicación del encapuchado por el EPR (comunicado del 29 de abril) apunta a esa misma dirección: el llamado a una mayor invisibilización de sus miembros. Contrario a la ausencia en causas sociales y políticas, la idea es la mimetización ahora más que nunca.
“La forma de enmascaramiento urbano es confundirse en la multitud, aclarado desde los tiempos del Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo y del Partido de los Pobres, cuando se especificó claramente que anonimato y aislamiento no son sinónimos para este caso.”
Otro dato, con el que se cierra el artículo en el diario El Sur confirma que la guerrilla no se ve, pero que ahí está:
“La notoria baja en la producción de textos por parte de todas las organizaciones conocidas también puede resultar un indicador del mismo sentido y estrategia. Lo particular de una de ellas, el ERPI, es que ya lleva tiempo de una baja producción de sus comunicaciones, muy espaciadas entre sí y acotadas de un tiempo a esta parte. Al respecto vale la acotación de Jacobo Silva Nogales, el comandante Antonio del ERPI (en una imprescindible entrevista que realizó Zósimo Camacho para Contralínea), cuando aclara que no es necesario priorizar las efemérides cuando lo fundamental es el crecimiento al interior de la organización, obviando cualquier necesidad de expresión para privilegiar el silencio necesario para el desarrollo organizativo. En idénticos términos también lo hizo el Comando 28 de Junio hace unos años atrás.
“Tras el silencio también crece la incertidumbre y los próximos pasos de este sector resultan, hasta este momento, un enigma a descifrar. Lejos de la especulación será necesario aguardar a sus movimientos y considerar los distintos contextos que las condicionan y que hacen posible a que distintos proyectos armados sean viables en el México actual. En este repaso, silencio no es sinónimo de no decir, pero se ha convertido en un elemento esencial, un signo de estos tiempos.”
Hasta ahí el texto de Lofredo. La pregunta ahora es si, como ya lo hizo el crimen organizado en las elecciones de los estados norteños, ¿reaparecerá la guerrilla en los estados del sur? ¿Usted que cree?
Índice Flamígero: Un nuevo grupo clandestino anunció su existencia el 28 de junio, también escisión del EPR: el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) anunció su fundación “a un aniversario más de la masacre realizada por el Estado-Burgués en el vado de Aguas Blancas, Guerrero”, sin que hasta la fecha se haya hecho justicia.