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Era una villa, pasó a ser Ciudad Porfirio Díaz y sería nuestro pueblo, Piedras Negras, Coahuila

Redacción Por Redacción
14 junio, 2025
en Rodolfo Villarreal Ríos
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Rodolfo Villarreal Ríos

 

Iniciaba la segunda mitad de la década de los 1880s, en las poblaciones diversas de Nuevo León prevalecía la idea de que en Coahuila existía una villa fronteriza cuyo futuro pintaba bien. Aun cuando ese lugar había visto pasar su época de esplendor cuando, entre 1862 y 1864, su Aduana se convirtió en motivo de disputa entre el estadista Benito Pablo Juárez García y el gobernador de Nuevo León, Santiago Vidaurri Valdés. La derrota del neolonés, no impidió que continuara considerando a Piedras Negras como tierra de oportunidades.

En uno de los poblados neoloneses, Montemorelos, una pareja, con 17 años de casados, cavilaba sobre su futuro. Él, dedicado a las labores del campo y con 43 años a cuestas convencía a su esposa, a quien le llevaba nueve años, de que dada la situación lo mejor era emigrar hacia un sitio que ofreciera alternativas mejores. Así, un buen día del año de 1886, Rafael del Refugio Villarreal González y María Petra González Cantú, acompañados por sus hijos, uno de ellos de nombre Manuel, decidieron cambiar su domicilio hacia la Villa de Piedras Negras, Coahuila. Un poco más al noreste, en Reynosa, Tamaulipas, alguien, también, consideró buscar un lugar nuevo para morar. Con Cástulo Guerra Guera, la vida había sido poco generosa. Su primera esposa, Dionisia Gutiérrez, falleció y la segunda de nombre Anastasia de apellido semejante corrió con suerte similar. Del primer matrimonio tenía una hija, Elisa, quien contaba con 14 años.

Acompañado por ella, determinó buscar horizontes nuevos y, en 1887, optó por trasladarse a Piedras Negras. En 1893, Manuel y Elisa unirían a ambas familias y de ellos nacería, nuestro abuelo paterno, Rafael. Ninguna de esas personas imaginó que, casi 139 años después, uno de sus descendientes daría cuenta de su arribo al pueblo y narraría algo que ellos vieron suceder ante sus ojos, el cambio de nombre de la Villa de Piedras Negras a Ciudad Porfirio Díaz y de esta nuevamente a Piedras Negras.

Mañana, 15 de junio, se conmemora el aniversario número 175 de la fundación del pueblo y no quisimos dejar pasar la fecha para rememorar algunos pasajes de cómo se determinó que, entre 1888 y 1911, se llamara Ciudad Porfirio Díaz en honor al soldado de la Reforma, al héroe del 2 de abril, al Llorón de Icamole, al héroe de la paz, al presidente que le sobró una reelección para haberse ido glorificado y no denostado. Asimismo, revisaremos el proceso que permitió se le regresara el nombre original de Piedras Negras.

Eran ya los últimos días de noviembre de 1888, para entonces ya se habían efectuado la elecciones presidenciales, en julio, y la calificación, el 10 de octubre, de lo que fue un triunfo indiscutible. Con el 98 por ciento de los sufragios a su favor, José de la Cruz Porfirio Díaz Mori estaba listo para iniciar, el 1 de diciembre, su tercer mandato. En Coahuila, algunos, estimaban cuán necesario era demostrar el regocijo que aquello causaba. El gobernador del estado, José María Garza Galán, había dispuesto una serie de festejos para celebrar la buena nueva. Sin embargo, no todo debería de ser jolgorio, se requería algo que dejara constancia del amor de los coahuilenses hacia el héroe del 2 de abril convertido en guía de la patria.

Con la maquinaria bien aceitada, X Legislatura (1887-1889) del Congreso del Estado inició, el lunes 26, la última semana de sesiones de noviembre bajo la presidencia de Mariano Sánchez Peña. Repasemos la crónica de esa reunión publicada en El Coahuilense. Órgano del Gobierno del Estado Libre de Coahuila de Zaragoza. En ella, se mencionaba que, tras de dar lectura y aprobar el Acta de la sesión previa, celebrada dos días antes, se procedió a presentar una iniciativa de ley suscrita por los diputado locales José T. Viesca (Parras de la Fuente) Mariano Sánchez Peña (Saltillo), Antonio Garza Zertuche ( Monclova) y Marcos Castilla (Monclova). Al parecer, los diputados Manuel Rosas y Fortunato Santos, ambos representantes de Distrito de Río Grande, y los pobladores del sitio involucrado, nada tuvieron que ver con aquella propuesta.

En ella, se leía: “Procurar el engrandecimiento y prosperidad el Estado, por medio de acertadas disposiciones que tiendan al mejoramiento público; ya sea concediendo franquicias a toda empresa benéfica, ya estimulando a los ciudadanos para que se dediquen a sus trabajos con las garantías necesarias o bien fijando la atención en aquellos pueblos que día con día necesitan mayor espacio para su desenvolvimiento físico e intelectual, por los progresos continuos en su modo de ser o por su aumento constante de la población, es uno de los deberes del legislador, que tenga conciencia plena de su alta misión pública.-

Persuadidos de semejante verdad, aunque nuestras luces no corresponden al voto de confianza de nuestros conciudadanos; y haciendo uso de las facultades que nos concede la fracción 1ª del art. 62 de la Constitución Política del Estado, nos proponemos iniciar ante V.H. un proyecto de ley que creemos de fructíferas consecuencias para la marcha ascendente del progreso en la Villa de Piedras Negras. El desarrollo inusitado que en ella se nota tanto en el aumento constante de población, como en el tráfico provechoso del comercio y en el perfeccionamiento de las industrias, necesita de vías más amplias, para facilitar su desbordamiento fecundante; y nada más justo que estimular el ahínco trabajador de los laboriosos habitantes de esa Villa progresista erigiéndola en ciudad y dándole una denominación más significativa en la época revolucionaria del engrandecimiento de México.…” Ateniéndonos a tanta alabanza, los ancestros inmigrantes tenían una percepción correcta del futuro. Pero, los legisladores aún tenían que concretar su propuesta.

En el contexto de lo anterior, los diputados coahuilenses continuaban: “Al desaparecer la humilde Villa entre las ricas vestiduras de la naciente ciudad, el antiguo nombre debe de sustituirse con otro más adecuado; y sobre todo con otro que signifique como el monumento erigido al hombre que ha ocasionado, por decirlo así, la evolución regeneradora porque atraviesa nuestra nación como consecuencia de doce años de paz y de trabajo.- Perpetuar el nombre de un gobernante modelo, por más que lo nieguen los rezagados del progreso y los optimistas de la prensa, no es un acto de servil adulación, ni significa enervamiento moral de los ciudadanos que así lo pregonan; porque los inmutables principios de la justicia lo exigen como la expresión de una gratitud honrada y digna.

Si el factor principal de nuestra prosperidad pública, de nuestro crédito nacional y de nuestro progreso creciente ha sido el Sr. Gral. Porfirio Díaz; ¿Por qué no ha de tributarle el pueblo coahuilense, por conducto de sus representantes, un voto de sincera estimación?- Nosotros, que creemos representar los sentimientos levantados del pueblo de Coahuila y que no podemos permanecer indiferentes a las manifestaciones de la justicia, creemos cumplir estrictamente con un deber sagrado, suplicando a V.H. se digne a emplear con mayor abundamiento de razonadas conclusiones, la iniciativa que sometemos a consideración de la Cámara bajo el siguiente proyecto de decreto.- Artículo único. Se erige en ciudad la Villa de Piedras Negras, tomando la denominación de Ciudad Porfirio Díaz”. Aquello lucía como el acto de un grupo de “quedabien” en camino a convertirse en lamesuelas. Lo más cercano que había estado el presidente Díaz con la villa de Piedras Negras era Icamole, sitio próximo a García, Nuevo León y sus recuerdos no eran nada gratos pues ahí se ganó el apodo del Llorón de Icamole. Esto, no importó a los legisladores coahuilenses.

En la sesión del 30 de noviembre, se indicó que la Comisión de Gobernación determinó que “si cumple ya la referida Villa con las prescripciones de la ley en la materia para figurar en tal rango [de ciudad] entre los pueblos civilizados del país, la Comisión nada tiene que objetar sobre este punto; menos aun que la denominación dada por los iniciadores reconozca un móvil inspirado en innobles sentimientos de; por lo que es de parecer se apruebe la iniciativa de que se trata en los en que fue concebida [o como diría aquel, sin moverle ni una coma] honrando así merecidamente al gobernante modelo que indiscutiblemente ha sido el factor principal del engrandecimiento y prosperidad nacionales…” Con aprobación tan elogiosa, el gobernador Garza Galán procedió en consecuencia y, a partir del 1 de diciembre de 1888, mediante decreto, le enjaretó al pueblo el nombre de Ciudad Porfirio Díaz, en donde se efectuó “un suntuoso baile que dio en honor del Sr. General Porfirio Díaz, la culta sociedad de aquella población la noche del día 2 del presente mes [de diciembre]”.

Con el cambio de nombre, la perspectiva de un sitio con futuro prevaleció y llegó hasta el occidente de México. Por allá, en un poblado pequeño, Teocaltiche, Jalisco, un hombre dedicado a las labores del campo, al transporte de mercancías y al comercio, cuyo nombre era Francisco Martínez De Quesada trataba de superar sus limitantes originadas por haber sido el consentido de sus abuelos y no haber asistido a la escuela para aprender a leer y escribir. Era 1891, tenía 31 años y desde hacía seis había contraído nupcias con María Bruna Gallardo González, nueve años menor que él, una mujer de raíces indígenas quien, aparte de enseñarle a “hacer cuentas”, le daría 18 hijos. Dado que las cosas se complicaban, decidieron que habrían de emigrar. Ellos, sin embargo, no solamente serían acompañados por sus dos hijos mayores, a estos se agregarían hermanos, sobrinos y quien sabe cuántos familiares más de ambos quienes decidieron, también, que Ciudad Porfirio Díaz sería su punto de destino. Una década después, nacería la novena de sus hijos a quien pusieron por nombre Marcelina quien se convertiría en nuestro primer ancestro directo nativo de esa población que viviría bajo el nombre del héroe de la paz por diez años más.

En 1911, tras de que el presidente Díaz Mori triunfara en la reelección que le sobró y que terminaría por generar el movimiento armado que lo llevaría a renunciar, Francisco Ygnacio Madero González fue electo presidente y asumió el cargo el 6 de noviembre de ese año. Unos días después, el 22, Venustiano Carranza Garza prestaba juramento como Gobernador Constitucional de Coahuila. Pero, antes, aconteció algo.

Una vez que el presidente Díaz Mori renunció, en la ciudad que llevaba su nombre algunos ciudadanos empezaron a mostrar su inconformidad con que el sitio cargara ese nombre. El 3 de julio, enviaron una carta al gobernador Carranza Garza en la cual le solicitaban que “se devuelva a dicha ciudad su nombre primitivo de Piedras Negras”. Cuatro días después, el mandatario la turnó a la XXII Legislatura (1911-1913) del Congreso del Estado. La petición fue guardada hasta que, el 25 de noviembre de 1911, se dio primera lectura a la iniciativa presentada por el diputado por Parras de la Fuente, Gabriel Calzada, quien agregó la solicitud de los vecinos del sitio denominado Manuel Romero Rubio para que se sustituyera el nombre por el original de Candela. La moción fue turnada para estudio a la Comisión de Gobernación. Solamente dos de los integrantes de la Comisión referida, los diputados por Saltillo, Alfredo V. Villarreal y Pablo López Del Bosque, firmaron el dictamen mediante el cual negaban la autorización para que se realizara el cambio de nombre a los dos poblados.

Argüían: “…no hemos encontrado ningún razonamiento que sirva de base a lo que solicita. Creemos que no es tiempo todavía de aquilatar los méritos de las personas que sirvieron al régimen pasado ni debemos tomar como una humillación especialmente infligida a Coahuila, la forma en que fue gobernado, sino una consecuencia necesaria del sistema general de gobierno empleado en todos los estados de la república y cuyas ventajas no creemos que sean asunto que deba ocupar de esta H. Cámara porque se necesitaría un profundo estudio de nuestro estado sociológico a la luz de un criterio enteramente desprovisto de toda parcialidad, que es difícil conseguir a consecuencia de los sucesos que han cambiado la faz de la política nacional para obtener una conclusión justa y convincente”.

Tratando de aparecer como los adalides de la ecuanimidad, llamaban a olvidar cualquier encono político ya que en caso de darse llevar por él, harían que la “gente sensata” desconfiara de ese órgano legislativo. Por lo tanto, apuntaban: “…esta H. Cámara, en estos solemnes momentos en que se trata de reorganizar el país, debe de ocuparse de asuntos de mayor trascendencia y no de aquellos que no tienen trascendencia alguna desde el punto de vista del bien general y sí pueden ser un incentivo más para las discordias civiles ahora que la unión de todos los mexicanos es indispensable para cimentar la paz y con ello la vida y la prosperidad de la nación”. Al parecer este par de diputados saltillenses querían que todo cambiara para que quedara de manera similar. Sin embargo, no todos opinaban igual

El diputado por el Primer Distrito de Monclova, Francisco P. Cuellar, el 7 de diciembre, emitió un voto particular por no estar de acuerdo con el dictamen antes mencionado. “En cumplimiento con el Artículo 82 del Reglamento Interior de esta H. Cámara… [He] encontrado justas y razonadas tanto la solicitud de los vecinos de Ciudad Porfirio Díaz como la iniciativa del diputado Calzada y considerando que al cambiar el nombre de esas poblaciones [se refería también a Romero Rubio] no se tomó en cuenta la voluntad de sus habitantes, pues como todos lo sabéis, en el gobierno tiránico del general Díaz se tenía por norma ahogar las opiniones del pueblo y matar sus deseos, los nombres con que se dio nuevo bautizo a esas poblaciones, fueron creados por personas que para sostener la posición política que el autócrata les había deparado, no buscaban el cumplimiento de su deber, sino la manera rastrera de ganarse el cariño del déspota.

Pero ahora que el sol purísimo de la libertad nos viene a dar calor, los pueblos quieren borrar aquellos recuerdos dolorosos de una época de humillaciones y bajezas; los vecinos de Ciudad Porfirio Díaz quieren que el pueblo en donde han nacido lleve el nombre con que fue bautizado al nacer, y que se le había robado por gobernantes indignos; quieren que se les devuelva lo que les pertenece, y nosotros los representantes del pueblo que no tememos al fantasma, debemos de devolver al pueblo lo que es de su propiedad: su nombre que nos está pidiendo y que no podemos negarle”. Sustentado en esos argumentos, el diputado Cuellar propuso un proyecto de decreto.

El texto de lo anterior, se leía: “Decreto Núm.1190. Artículo 1º. Se deroga el decreto Núm. 246 de fecha 30 de noviembre de 1888, que impuso a dicha población su antiguo nombre de Piedras Negras…”. No sería justo dejar de mencionar que quien, también, apoyó con argumentos serios la propuesta fue el diputado por Viesca, Jesús González Hermosillo. El artículo segundo se refería a la población de Manuel Romero Rubio para que recuperara el nombre de Candela. En todo esto, nos queda una duda: ¿Por qué, únicamente el diputado por el Distrito de Río Grande, Jesús Sánchez Herrera votó a favor del cambio de nombre y del otro, Atilano Barrera no se manifiesta cual fue su postura? Eso sí, ninguno de los dos hizo un pronunciamiento verbal. Una vez que se dio paso al procedimiento reglamentario, se terminó aceptando el cambio de nombre.

Así, el 18 de diciembre de 1911, el Gobernador Constitucional del Estado Libre y Soberano de Coahuila de Zaragoza, Venustiano Carranza Garza, firmó el decreto cuyo texto era similar al propuesto. De esta manera, el pueblo volvió a llamarse Piedras Negras. Un nombre que continuaría llamando la atención de quienes consideraban que ahí podían encontrar horizontes nuevos en la vida. Ese fue el caso de una pareja de zacatecanos formada por un médico de 43 años, Fernando Schroeder Ramírez Del Coy, hijo de un inmigrante prusiano y una dama guanajuatense, y una dama tres años menor que el, Luisa Calderón Álvarez, quienes tras de una estancia breve en Ciudad Juárez, Chihuahua-El Paso, Texas, arribarían, en 1915, junto con seis hijos a Piedras Negras. Dos años más tarde, llegaría por estos rumbos quien sería nuestro abuelo materno, Rafael Ríos Lozano originario de Lampazos Nuevo León quien provenía de San Antonio, Texas en donde vivía con sus padres, Francisco Ríos Mora y Adelaida Lozano Ortiz. En esa forma, se cerraba el ciclo de aquellos inmigrantes quienes decidieron hacer de Piedras Negras su destino y origen, un proceso que inició hace 139 años.

De estas personas que hemos mencionado como nuestros ancestros, provienen doña Estela y don Rafael, una pareja orgullosamente nigropetense y enamorada de su pueblo, quienes inculcarían en sus hijos el cariño por ese lugar que fue una villa, pasó a ser Ciudad Porfirio Díaz y que, desde hace 114 años, recuperó su nombre original de Piedras Negras, Coahuila bajo el cual, mañana 15 de junio, nos congratularemos de que celebre 175 años de haber sido fundado. vimarisch53@hotmail.com

Añadido (25.24.80) Gracias a la gentileza del periodista don Francisco Rodríguez y de usted, lector amable, con ésta colaboración llegamos a la número 100 en Índice Político. Mientras contemos con el respaldo de ambos, salvo que en el Libro de los Tiempos esté escrito otra cosa, aquí continuaremos semana a semana.

Añadido (25.24.81) Ayer, 13 de junio, se cumplieron seis décadas de que una etapa nueva dio inicio en el periodismo coahuilense cuando don Francisco Juaristi Juaristi junto con sus hijos, don Carlos y don Francisco Juaristi Septién fundaron Zócalo, órgano informativo que hoy se encuentra bajo la dirección de Francisco y José David Juaristi Santos. Felicidades para todos ellos, así como a su grupo de colaboradores quienes, día a día, con profesionalismo singular mantienen un alto nivel de calidad informativa.

(25.24.82) Al parecer nuestros paisanos son un poco tardados en eso de reconocer a los personajes en el pueblo. Apenas antier, entregaron (post mortem) la presea Piedras Negras al profesor Fausto Zeferino Martínez Morantes. Finalmente, se percataron del tamaño de la obra realizada por este personaje. Sus acciones generaron una revolución educativa en el norte de Coahuila, labor que es preservada y enriquecida por el actual rector de la Universidad Autónoma de Piedras Negras, nuestro profesor de biología, Xavier N. Martínez Aguirre.

Añadido (25.24.83) Quienes generan la violencia en Los Angeles no son miembros de la comunidad mexicana trabajadora. Los paisanos que andan por allá, nacionalizados, residentes permanentes o con visa laboral, no se prestan a esas cosas y lo que menos quieren es que los estigmaticen como violentos. Ellos están ocupados en sus labores y no van a arriesgar lo que tienen, poco o mucho, para irse a armar alborotos. Los que están alebrestados son sujetos a quienes se les paga para actuar como agentes del caos. ¿Quién será la fuente de financiamiento, los Demócratas, George Soros o algún gobierno extranjero?

Añadido (25.24.84) Poco le duró lo bravucón a Elon Musk. Perder 34 mil millones de dólares en un solo día no hizo felices a los dueños verdaderos de Tesla. Le recodaron que él es solamente la imagen, algo que no muchos perciben. Ante ello, so pena de que le den un asiento en alguna de las naves de la empresa con boleto de no retorno., no le quedó sino salir con el rabo entre las piernas a reconocer que se fue de la lengua.

Añadido (25.24.845) ¿Cuál sería la respuesta si, en la Avenida Reforma de la CDMX, ciudadanos estadunidenses se treparan en autos, ondearan banderas de su país, lanzaran diatribas en contra de México y sus autoridades e incitaran a la destrucción? ¿Los miembros de nuestra clase gobernante, con su corte, saldrían a aplaudirlos y los convertirían en héroes?

Añadido (25.24.86) El españolito, Pedrito Sánchez, salió a pedir perdón porqué su tercero de abordo en el PSOE, en realidad era su mano derecha, le salió un coyote a la hora de asignar contratos y Pedrito ni enterado. Antes, la esposa y el hermano del gobernante hispano fueron acusados de acciones no muy apegadas a la ley. Al parecer la vergüenza es algo de lo que carecen los miembros de la izquierda en el mundo, de tener siquiera un gramo de ella Pedrito hubiera salido a ofrecer su renuncia y convocar a elecciones, pero…

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