La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
No se enreden: primero es la soberbia y después del arrepentimiento
La escena fue icónica: Rosario Robles anunciando la Cruzada Nacional contra el Hambre (abril de 2013, en Zinacantán, Chiapas), después, el ex presidente Peña Nieto reconociendo la eficiencia de su colaboradora y diciéndole, ante las críticas recibidas: ‘no te preocupes Rosario, hay que aguantar’. Como testigo de lujo, el brasileño Lula da Silva.
Unos cuantos años después, la señora Robles fue encarcelada y, más allá de sus responsabilidades administrativas y/o penales, ha recibido todo el rigor legal de la 4T. Por supuesto que tenía que haberse inquietado, al menos, habría buscado asesores legales.
El caso, toda proporción guardada, parece repetirse con el doctor Hugo López-Gatell, el zar anti Covid que, a pesar de haber sido cuestionado, en su estrategia contra la pandemia, por connotados expertos y revistas especializadas, nacionales y del resto del mundo, sigue recibiendo desmesurados elogios de YSQ.
Y decimos que se deben guardar las proporciones, porque la, en su momento, protegida de Peñita, habría malversado fondos públicos y en lo que toca a Huguito, su ineptitud se corresponde con la presunción de que se pudieron evitar miles de muertes por el coronavirus, de haber modificado sus fallidas propuestas de gestión ante la mentada peste, o sea, la diferencia es entre pesos y difuntos.
Desde luego, la corrupción trae como daño colateral la pérdida de vidas humanas, sin embargo, para el caso que nos ocupa, no se trata de desvió de recursos, sino, de perversión política traducida en soberbia, en negación del principio de realidad.
El desdén por proteger a la comunidad médica, por imponer el uso del cubrebocas, por la aplicación de pruebas y por el aferre al, acientífico, modelo centinela, tendrá costos para Gatell, cuestión de tiempo. Mientras tanto mi matasanos ¡sígale con los mariachis!