Luis Farías Mackey
No hallo entusiasmo en ningún rincón de México. El de Palacio y su candidata no soportan la prueba de la realidad. Las elecciones despiertan más agobios que venturas, el futuro lastra aún antes de ser.
A estas aprensiones se suma una realidad de hecatombe en todos los frentes: seguridad, salud, economía, ingreso, alimentación, educación, futuro y esperanzas.
Por si fuera poco, medios y analistas palpitan a favor, en interesada neutralidad o rabiosamente en contra de la distracción hecha gobierno. Nuestra discusión y sus humores son predecibles sin necesidad de algoritmo alguno. No hay absurdo y barbaridad mañaneros que seamos capaces de ignorar ni evadir.
México muere entre el desgano, la indiferencia, el delirio, la medianía, la complicidad y la estupidez.
No, no es nuestro pecado la traición, tampoco la falta de arrojo, ni siquiera la incapacidad; no lo es la maldad, ni lo es la irracionalidad: es la estupidez. Aferrarnos a la quántica duda de la posible ilusión, que a todas las certezas juntas.
Pero también es minoría de edad y miedo a ser. Esperamos el premio mayor del salvador, en lugar de asegurarnos hacer del Congreso, a todas luces a la mano, el espacio desde donde recuperemos del sátrapa México
Vota por ti: piensa en el Congreso.