La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Al pie del cadalso los malformados gritaban: ¿me puedes hacer tu Frankenstein?
Carácter de clásico, adquirió la frase, que el estratega James Carville, diseñó para la primera campaña presidencial, en 1992, de Bill Clinton: “es la economía ¡estúpidos!”.
El asunto era sencillo: hay que cuidar el bolsillo del elector.
Hoy, cuando a los promotores-estrategas (‘ex’-priistas-neo-fanáticos), del presidente López Obrador, se les expone que uno de los flancos débiles de la 4T, es el decrecimiento económico, ufanos te dicen: ¡no hombre!, el peje tiene asesores, ya sabe cómo hacerle.
A modo de metralleta verbal, los conversos disparan (sin petición de parte): siempre estuve con Andrés, pinches tecnócratas nos hundieron.
Durante lustros, los flamantes arrepentidos, fueron colita de león en las alfombras rojas de los neoliberales, pero, gracias a su colaboracionismo, alcanzan parte de los jirones que, el águila juarista (ajuarada, mientras tanto, a toda luz feérica), dispersa.
Simuladores, se afanan frente a un espejo opaco, que es laberinto, no reflejo, para decir: espejito, espejito: tu opinión no importa, me reconstruí.
Al alimón, en Macuspana, desde la comodidad de una hamaca, el clásico tropical sonríe, para sentenciar en la pausa de los dos minutos: es el control político ¡estúpidos!