Por Arturo Sandoval
“Amo la traición, pero odio al traidor”. Julio César
Pues empecemos con el chocante: sí y no. Sí por tomar dinero de cochupos y comprarse casas y otras baratijas. Sí porque usaba un helicóptero diariamente para ir de su casa al trabajo en una distancia de 5 ó 10 kilómetros. Y sí por desviar dinero público para ganar elecciones de Peña Nieto. Finalmente sí por 500 faltas más a la legalidad. Entre hechos dudosos está el atentado con explosivos en la Torre Ejecutiva de Pemex en enero de 2013, donde alrededor de 32 persona murieron y hubo 121 heridos. Don Emilio era el director de Pemex ¿qué pasó ahí?
Pero, carajo: No, porque todo lo realizó obligado, le hicieron manita de puerco, quizás tehuacanazos o extorsiones como la que él le hizo a Santiago Nieto.
La nueva profesión o la que está de moda es la de Vendedor de Pecados a cambio de una Catafixia o de mejor certidumbre de recompensa. Puede ser una pulsera de seguridad para no escapar del sistema de localización, confiscar una visa y pasaporte para no salir del País, como si no se pudieran comprar falsos como lo hizo Javier Duarte. También la pulsera localizadora se puede cortar. Lo bueno es que don Emilio es gente de fiar. Es importante mantenerlo muy bien cuidado; así no escapa por segunda vez o no lo matan. El hedor cruza la ciudad 30 kilómetros, desde donde está el juzgado en el reclusorio norte hasta el hospital en Fuentes del Pedregal.
Se nos cuecen las habas por oír: “Peña Nieto, Felipe Calderón, Luis Videgaray” principalmente; ¡Vamos don Emilio, sí se puede! No sólo lo haga por ganar su libertad, también para dejar impolutas a su mamá, hermana y esposa. Fue tanto lo robado que por más de lo recuperado, usted tiene asegurada su vida de lujos. Eso sí, con temor hasta de su sombra cada segundo de su vida, por violar la ley del silencio. En este nuevo orden mundial lleno de sorpresas y de entelequias colectivas, no será difícil encontrar sus iníciales en apuestas de algún casino para atinar cuál es su destino. Ni estas casas de juego usurarían su nombre real, hoy tabú legalizado. Sus nuevos enemigos tienen el tiempo y los recursos.
Tan necesaria una válvula de escape a tanto estrés y nos privan de ver en vivo y en directo las caras y gestos del nuevo innombrable, del juez, del fiscal y de los abogados del don acusado. Se pierden estos detalles tan importantes para crear una crónica digna de ser parte de una serie de televisión. Muy sabroso contaba Jesús Esquivel lo sucedido minuto a minuto en el juicio del Chapo Guzmán. La ropa de la esposa del acusado, las caras y miradas del Chapo al ver a sus hijas, los gestos de los testigos ex amigos de Guzmán Loera, las miradas entre ellos, las lapidarias palabras del juez; desde luego: todas las declaraciones.
Nota: el juicio del siglo está medio entretenido ¿Queremos darle vuelo al morbo?…
– Aquí entre nos: se llama Emilio Ricardo Lozoya Austin –