Luis Farías Mackey
A Andy no le gusta que le digan Andy, a Bernardo Bátiz que le griten traidor e hipócrita, a Sheinbaum no le place que le llamen presidente y a Noroña le molesta que acompañen su nombre con una mentada de madre. Para ser tan chiras pelas tienen quijada de cristal.
“¿Qué hay en un nombre? Eso que llamamos rosa con cualquier otro nombre despediría el mismo aroma”, decía Shakespeare en voz de Romeo. El problema de Andy no es que le llamen Andy, es que se siente Andy, Bátiz cosecha lo que sembró y le falta, la presidente podrá cambiar la Constitución, más no la realidad y vida autónoma de la lengua, y Noroña tendrá que acostumbrarse o aclichin…
Nadie les dijo que el poder desgasta y enloquece.