MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
La elemental práctica política de echar la culpa de todos los males al antecesor en el cargo, no sorprende porque es parte de la liturgia entrega-recepción. Sorprende y preocupa cuando ésta se vuelve una constante en el discurso oficial, porque advierte insuficiencia de recursos en el ejercicio del poder, incapacidad para operar con soluciones que todo resume en la retórica cotidiana que escurre el bulto y descalifica y estigmatiza.
Yeidckol Polevnsky, dirigente que no lideresa de Morena –autora de la división que priva en el partidazo propiedad de Andrés Manuel López Obrador (¿a poco no?, paráfrasis de Ricardo Anaya) por su terca postura de reinventar a Luis Miguel Barbosa Huerta como candidato moreno al gobierno de Puebla–, niega que este instituto político esté atrás de los abucheos a gobernadores panistas, priistas y perredistas que acompañan en actos públicos a su jefe el Presidente de la República.
Aduce, con esa soberbia de quienes hoy se presumen dueños del gobierno federal, que Morena no tiene necesidad de esa práctica porque tiene tal fortaleza como la popularidad que goza López Obrador.
Incluso tuvo la ocurrencia de acusar a los partidos de oposición de la autoría del documento que circuló en redes sociales y en medios de comunicación, en el que se dispone cómo comportarse en un acto público al que asista el presidente López y un gobernador de un partido diferente al de Morena. Al primero loas, vivas “es un honor estar con Obrador” y etcétera, y a los segundos el abucheo, la descalificación insolente y, ésta sí, primitiva como aludió la señora Polevnsky.
Juega con el sentido común la señora dirigente de Morena. Porque esa estrategia de descalificar al gobernador anfitrión apenas forma parte de esta praxis presidencial de mantener fija la vista en el espejo retrovisor nacional, en el ámbito del ejercicio del poder, para echar la culpa de todos los males nacionales a esos gobiernos neoliberales que, incluso, ha señalado causantes de divorcios y familias disfuncionales.
Porque disponer del poder absoluto como el César cuya voluntad es única e indivisible, toda vez que ha emprendido el desmantelamiento de los contrapesos y está en vías del control del Poder Judicial de la Federación cuando ya avasalló al Congreso de la Unión con una mayoría obediente, dispuesta a dar la vida en defensa de las contrarreformas, mediante campañas de linchamiento a falta de argumentos legales.
López Obrador, el señorpresidente que desde el púlpito –ya no tribuna—máximo del país convoca a linchar a esos corruptos funcionarios que hicieron añicos al país que recibió el 1 de diciembre, pero a cuyas instituciones desmadró desde hace rato en esa campaña del capricho y el honor que lo llevó a contar con 30 millones de votos, bono democrático que ha comenzado a gastar a manos llenas con el cierre de estancias infantiles y el desapego a la protección y defensa de las mujeres golpeadas y perseguidas, por citar dos casos de interés público.
¿Misógino? ¿Herodes del nuevo siglo? No, se despoja de esos adjetivos y emprende la persecución política y fiscal contra quienes disienten de sus medidas, de lo que imagina el basamento de la 4T, porque el Estado es él, porque desde la Cámara de Diputados y del Senado de la República se alzan las voces, las mismas voces que lo califican jefe máximo.
Andrés Manuel y la ausencia de ideas fundamentales y la ira contra la senadora Josefina Vázquez Mota y los gobernadores que lo cuestionaron y ha logrado someterlos, como el de Campeche, Alejandro “Alito” Cárdenas, que hace no pocos meses, en la campaña electoral, lo calificó de corrupto y hoy le abre las puertas de aquella entidad pese a que fue uno de los primeros abucheados por los grupos adiestrados fieles al señorpresidente.
Pero, vaya, dígame usted ¿hasta cuándo el licenciado Andrés Manuel López Obrador mantendrá esa postura de pastor que a la grey convoca a hacer justicia en nombre de Dios? La guerra santa declarada por este hombre que todo decide autonombrándose ético, sin cargos de conciencia, incorruptible, mesías que ha llegado al templo a correr a madrazos mediáticos a los comerciantes de lo material.
Mirar por el espejo retrovisor y acusar sin pruebas, apoyado en dichos y el desparpajo que evidencia incultura política, porque sólo se sabe el libreto de la Decena Trágica y aquellos pasajes del porfiriato aunque seguramente desconoce quién fue Limantour en esencia y preeminencia en el gobierno del general Díaz, pero evita hablar del echeverrismo y menos del lópezportillismo, gobiernos en los que fue protegido de Ignacio Ovalle Fernández.
Andrés Manuel López Obrador ha soltado a sus huestes en redes para asumirse perseguido político desde aquellos tiempos de la década de los 70 cuando estaba matriculado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, pero no asistía porque trabajaba para el PRI en Tabasco. Y sí, el CISEN lo tenía fichado como nos tenía a tantos estudiantes que habíamos participado en actividades políticas, en el 10 de junio de 1971 en nombre de una izquierda que se confundía con comunismo, aunque se fuera de pedigrí o, como se entendería después López fue parte de estos izquierdistas de lavanda. ¿Comunista en el PRI? ¡Ja!
Y, mire usted lo que es la vida, hoy con todo ese acervo político que le debió haber aportado la sapiencia de quien se prepara en el ejercicio del poder, se gasta el tiempo con la vista puesta en el espejo retrovisor y ejerce el poder en esa mar del voluntarismo revanchista salpicado de la demagogia que ofrece el maná y se ceba en quien considera enemigo político y disculpa a aquellos de evidente ropaje corrupto.
¿Por qué no requirió a las instancias judiciales para enjuiciar a Enrique Peña Nieto, a Miguel Ángel Osorio Chong, Gerardo Ruiz Esparza, Rosario Robles Berlanga y etcétera y etcétera? ¿Por qué ensañarse con funcionarios menores, con integrantes de las organizaciones que no le gustan como el INAI o el INEE?
¿Por qué? Porque el espejo retrovisor le da vida, le oxigena el discurso de la estigmatización nuestra de cada día.
¿Qué ha hecho en cien días? Ha emprendido el desmantelamiento del Estado mexicano, pero sin las piezas de repuesto a la mano. A la oposición la califica corrupta y al servicio del neoliberalismo y los conservadores golpistas, acompañada de la prensa fifí que lo cuestiona y critica.
–¿Presidente, puedo cuestionar sus descabelladas decisiones como dejar sin estancias a los niños de madres solteras y trabajadoras?
–Usted ya preguntó y no me ha gustado, que mejor pregunte el otro.
¡Al diablo las instituciones! Conste.
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