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Evocación acerca de don Rafael en el centenario de su natalicio

Redacción Por Redacción
6 septiembre, 2025
en Rodolfo Villarreal Ríos
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Rodolfo Villarreal Ríos

 

Mañana, 7 de septiembre, se celebra el centenario de tu natalicio y ya no estás aquí físicamente. El Gran Arquitecto decidió que la cita con Él sería en una fecha previa, hace poco más de once años. Ello, sin embargo, no me impide que en este día evoque tu memoria.

En esta remembranza, partamos de cómo te presentabas ante nosotros tus hijos. Nunca fuiste alguien quien buscaba mostrarse envuelto en aromas de santidad. Siempre, te reconociste como un ser humano con virtudes y defectos. De manera directa, sin ambages, nos comentabas que cometiste muchos errores a lo largo de tu vida. En tu juventud, el éxito te llegó demasiado pronto y, en consecuencia, duró poco. Estabas cierto de que eso se debió, en gran parte, a la falta de experiencia y la carencia de instrucción formal. Una y otra vez, nos lo hiciste saber, no para autoflagelarte, sino para enviarnos el mensaje de que, ante todo, deberíamos de prepararnos y estar listos para enfrentar los éxitos y fracasos con madurez y no dejarnos llevar por las circunstancias del momento.

Los buenos tiempos no pueden ser eternos y hay que tomarlos con la mesura debida. Los fracasos es algo que, en una forma u otra, habrán de presentarse y lo importante es ver como los superamos para revertirlos y volver a incorporarnos a la senda correcta. Dicho mensaje lo he llevado conmigo toda la vida.
En igual forma, de ti, y de mi Madre, aprendí el valor de la lealtad y el agradecimiento.

En el primero de los casos, la practicaste en tus relaciones con mi Madre, con tus hijos, con tus padres, con tus hermanos y con tus amigos. Nunca lo hiciste bajo la premisa de que existiera una coincidencia total en los puntos de vista, eras respetuoso de la perspectiva de cada uno y estabas perfectamente cierto de que cada ser humano es distinto sin importar si se tienen o no relaciones consanguíneas. Bajo esa premisa, he tratado de comportarme en la vida.

En ese contexto, me enseñaste a enfrentar la traición y jamás convertirte en un seguidor de ella como una forma de revancha. De manera similar, una y otra vez me lo repetiste que siempre hemos de tener presente y mostrarnos agradecidos con quienes, en una forma u otra, a lo largo de la vida nos otorgan su respaldo. A los otros, a quienes buscan denostarnos o tratan de dañarnos, lo mejor es olvidarlos. A esos, el tiempo los ha de colocar en el sitio que se merecen acorde con su condición de adoradores de la ruindad.

Muchas fueron las ocasiones en que conversamos acerca del tema de la honestidad en todos los sentidos. Me enseñaste que en ninguna circunstancia hay que dejarse llevar por la ambición y, envuelto en ese espejismo, tratar de hacerse de bienes o recursos que no sean producto del trabajo honesto. Durante tu existencia fui testigo de cómo, muchas de las veces, desempeñabas labores físicamente extenuantes o bien tenías que alejarte de nosotros por largo tiempo, todo con el fin de que nada nos faltara. Lo hacías para que nosotros nos dedicáramos a estudiar y no tuviéramos que pasar por esas circunstancias. Cuando las cosas cambiaron y tuviste a tu cargo manejar los recursos económicos de tu pueblo, así llamaste siempre a Piedras Negras, Coahuila, lo realizaste bajo la premisa de que esos dineros no te pertenecían y deberías de adminístralos correctamente.

En el contexto de lo anterior, procediste a modernizar los sistemas de captura y computarizar los procesos, siendo el primer municipio de Coahuila en hacerlo. Los resultados fueron positivos totalmente. Recibiste una hacienda pública municipal en ruinas y, entre 1979 y 1981, lograste sanearla e incrementar el presupuesto anual de tu pueblo de 28 millones a 300 millones de pesos. Cuando fuiste llamado a colaborar en el Gobierno del Estado, y tu firma era muy importante al momento de los egresos, jamás buscaste sacar provecho de ello. Siempre, estuviste dispuesto a facilitar las cosas, inclusive a quienes en el pretérito de tu vida habían tratado de destruirte. No accediste a responsabilidades mayores en la política debido a que fuiste víctima de la traición y, como lo mencionaba párrafos arriba, tu no ibas a adoptar una actitud similar para alcanzar nada, eso no estaba escrito en tu código genético.

Durante tú vida, el espíritu de organizar siempre estuvo presente. Se inicia desde aquella tarde de viernes en que convenciste a tus compañeros de sexto año de primaria para que, junto contigo, se fueran a nadar al río y no asistieran a clases. En tu edad adulta temprana, hasta un sindicato formaste, acto que casi te ocasiona el encarcelamiento.

Como olvidar cuando, apoyado en tu capacidad de convencimiento, creaste veinticuatro de cooperativas de consumo. O bien cuando a tu hermano no se le daba oportunidad de mostrar sus facultades beisboleras, le organizaste un equipo y lo pusiste a participar en una de esas ligas de fin de semana en el pueblo o le armabas giras por poblaciones de Texas. Y en ese mismo deporte, cuando contabas con alrededor de treinta años, te diste a la tarea de crear la liga otoñal de beisbol. Y ni modo que yo vaya a olvidar cuando en mi infancia practicaba el beisbol en una liga cuyos partidos se efectuaban a las cuatro de la tarde en pleno verano nigropetense. Con ahorros por aquí y por allá, pudiste lograr que el municipio contara con recursos para que se instalara alumbrado eléctrico en el campo de beisbol infantil.

Convertido en periodista fuiste, en las páginas de El Bravo, el primer cronista deportivo con que contó el pueblo. Desde ahí, junto con otros románticos, colaboraste para hacer que el basquetbol tuviera presencia y varias generaciones, entre ellas la mía, pudiéramos practicar dicho deporte en forma organizada hasta lograr que viviera sus años más exitosos allá por la década de los 1960s, primera mitad de los 1970s. En ese contexto, cuando estuvo en tus manos, fuiste capaz de convertir en realidad el sueño tuyo y de todos ellos, tener una cancha con piso de duela.

Aquí, hay una historia que poco se menciona. Cuando una persona decidió donar un millón de pesos para edificar el auditorio que albergaría dicha cancha, lo que nadie imaginó es que faltaban 79 millones de pesos para que eso se pudiera edificar. Como conseguirlos y administrarlos fue algo que debiste enfrentar, porque tú eras el responsable de las finanzas y no podías salir con que se descuidaba lo esencial para concretar aquello que, por más que hubiese sido un sueño, no era prioritario. Esa es la historia real, no las consejas que algunos narran de oídas.

Cuando rondabas las ocho décadas de existencia, al momento en que la gran mayoría cree que nada queda por hacer, pudimos convencerte de que llevaras al impreso todas aquellas narraciones que te habíamos escuchado durante muchos años. Publicaste el primero de tus dos libros, en el cual plasmaste la historia de nuestra familia y las vivencias que tuviste a lo largo de tu vida en el pueblo. En el trascurrir de ese periodo habías tenido oportunidad de conocer a la gran mayoría de quienes conformaban tu generación en aquel lugar. Sabías quienes eran, no les eras extraño, los viste en su camino al ascenso y, a varios, los encontraste en el trayecto de regreso. Conocías muchas historias, pero solamente publicaste aquellas que no iban a causar escandalo o lastimar a terceros.

Dado que no faltaron escépticos acerca de la autoría de ese primer libro, con ochenta y cinco años a cuestas, publicaste el segundo en el cual atendiste comentarios que te hicieron acerca de asuntos que no habías tratado en el primero y repásate el diario vivir de tu pueblo durante ocho décadas y un lustro.

Antes de partir, dejaste lista la segunda versión de tu primer libro en la cual corregías algunas imprecisiones y adicionabas información. Ahí la tenemos, mientras decidimos cuando publicarla. Ambos ejemplares, estuvieron dedicados a tus nietos. La familia era para ti el motivo y razón de tu vida.

En el contexto de lo anterior, estoy cierto de cuán orgulloso estarías de ver como tu hija se sobrepuso a la adversidad, se reinventó y triunfó. El cuarto de tus hijos acaba de cumplir cuatro décadas desde que les pidió, a ti y a mi Madre, su apoyo para dedicarse a lo que le apasionaba, hoy es figura destacada en ese medio en la capital del estado. El menor de tus hijos realiza lo que le gusta y, como tú siempre lo expresaste, sabe que si se trabaja con ahínco las cosas pueden pasar de ser buenos deseos a realidades concretas.

En eso, cuenta con el apoyo de tu hija política quien ha demostrado un espíritu indomable ante las situaciones difíciles y es el respaldo principal en el accionar de mi hermano menor. Por lo que concierne a tu otra hija política, sigue inmersa en su labor de investigación planteando, con base en evidencia empírica, una versión diferente sobre los orígenes de las enfermedades neurodegenerativas. Ambas, recuerdan el cariño con el cual las recibiste como parte de tu familia.

Por lo que respecta a tus nietas y nietos, tanto las hijas de mi hermana, al igual que las de mi hermano menor, las mías y mis hijos, mientras se desempeñan con éxito en su vida profesional, continúan añorando al abuelo que, si bien proyectaba una imagen dura, siempre demostró tenerles un cariño inmenso. Ya no tuviste oportunidad de convivir con tus bisnietos. A los dos primeros, ella y él, los conociste por fotografía y posteriormente llegarían otros dos, él apenas unos meses después de tu partida y ella hace seis meses.

Sí, mañana se conmemora el centenario de tu nacimiento y en torno a ese suceso, retornan a mi mente todas aquellas pláticas que sostuvimos. No siempre nuestros puntos de vista coincidían, pero ello no importaba lo valioso era enriquecer la perspectiva de uno y otro. Fuiste quien despertó en mi la curiosidad por la historia, tema del cual eras lector ávido. Coincidíamos plenamente en la admiración por el estadista Juárez García. Yo no entendía, sin embargo, el porqué de tu respeto hacia el estadista Carranza Garza.

Esto no lo vine a comprender hasta después de que publiqué mi libro primero, el cual gira en torno a él, y me pusiera a estudiar a fondo acerca de dicho personaje, entonces me hizo sentido total todo lo que mencionabas con respecto a él. Un tercer protagonista de la historia por quien profesabas respeto singular era el coahuilense más ilustre del México posrevolucionario, el general Pérez Treviño. Durante tu niñez observaste su comportamiento y la impresión que te causó la llevaste contigo el resto de tus días. Fuiste tú quien me sugirió que investigara acerca de él y terminé por descubrir la injusticia que se cometía en la historiografía al ignorar su accionar.

Recuerdo que no solamente sobre lo anterior conversábamos, la política era otro tópico sobre el cual intercambiamos puntos de vista durante muchísimas horas. En ese contexto, platicamos y platicamos…sobre asuntos de los tres niveles de gobierno, federal, estatal y municipal. Entre los personajes estatales dedicados a ese quehacer, profesabas admiración y agradecimiento al gobernador de Coahuila, Oscar Flores Tapia, así como a José De Las Fuentes Rodríguez.

En asuntos de política, nunca negaste tu condición de miembro del Partido Revolucionario Institucional, eras de aquellos leales que no estaban afiliados a dicho órgano político como un medio para sacar beneficios, te regías bajo los principios originales de quien creara el antecedente de este, el Partido Nacional Revolucionario, el estadista Elías Calles Campuzano. Eso lo mostraste en tu accionar como funcionario público y en la actividad política.

Aunado a los temas anteriores, charlar contigo acerca de tauromaquia y deportes era un deleite. En el primer caso, habías visto torear a las figuras principales de tu generación y cada vez que tenías en tus manos un libro al respecto, lo leías con interés singular. En medio de todo ello, hasta tuviste la inquietud, durante tus años juveniles, de tratar de incursionar en la actividad, pero un novillo tuvo a bien indicarte que por ahí no era el camino. Respecto a los deportes, dado que no poseías las facultades requeridas, poco los practicaste. Eso, no te impidió ser un aficionado y, como lo mencioné párrafos arriba, involucrarte como organizador en el beisbol y basquetbol.

Estoy cierto de que mañana, 7 de septiembre, en el lugar en el cual El Gran Arquitecto haya decidido ubicarte, te reunirás con mi Madre, mi hermano mayor, tu hijo político, tus padres y tus hermanos y juntos celebrarán el centenario de tu natalicio. Mientras tanto, aquí, tu familia, te estaremos recordando como el ser humano que, con virtudes y defectos, aciertos y errores, coincidencias y discrepancias, nos enseñó que en la vida nunca debemos de darnos por vencidos. Aun en las situaciones más difíciles, se ha de persistir en lograr nuestros objetivos que, quizá, pudieran parecer sueños, pero si se acompañan con el esfuerzo habrían de transformarse en realidades.

Hubiera deseado que mañana estuvieras aquí físicamente, pero en el Libro de los Tiempos estaba escrito algo distinto. Ante ello, no me queda sino reiterarte, como lo hice durante tu presencia terrenal y lo hecho en ocasiones varias tras de que partiste, cuán orgulloso y agradecido estoy de que hayas sido mi padre, DON RAFAEL VILLARREAL MARTÍNEZ vimarisch53@hotmail.com

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