Conviví el fin de semana con un grupo de amigos, propietarios de empresas en su mayoría. La plática, como casi todas ahora, derivó en torno a la corrupción. En síntesis, comentaron cuál ha sido su evolución:
En la época del viejo PRI, la “comicha” era del 10 por ciento. Llegaron los panistas y perredistas a los cargos y el “moche” o el “cochinito” –según fuera el partido– subió al 30. No porque fueran más avorazados, sino porque siempre había que repartir en tres niveles, dada su proverbial desorganización.
Ahora, con el viejo PRI reloaded –eso que los ingenuos llaman “nuevo PRI”– la cosa está peor. Ya no piden comisión. Ahora demandan, exigen, formar parte de la empresa.
Las comaladas de millonarios al final del sexenio, avizoran, serán impresionantes.
¿”POLÍTICOS” O ACCIONISTAS?
Y es que, quienes tuvieron la oportunidad de observar de cerca el desempeño del Grupo Atracomulco en el Palacio de Gobierno de Toluca, nunca les pasó desapercibido el hecho de que funcionaban, desde el poder, con todas las reglas –y disciplinas– de un gobierno corporativo.
Desde el momento que algún funcionario tomaba posesión al frente de una cartera de nivel secretarial, por ese sólo hecho, desde ese mismo momento, tenía participación en las industrias o comercios privados que comprendía el sector a su mando.
Así, armadoras de autos o camiones, constructoras, semilleros, transportistas, vivienderas, y negocios o comercios de todo tipo, contaban con socios importantes que, con una tozudez ejemplar, les hacían florecer y alcanzar capacidades productivas de ensueño.
Ese fue el éxito de la clase política mexiquense. El código de honor tenía como vértice el interés empresarial, que se vendía a la opinión pública como “productivo”.
Cuando Fox, al tomar posesión de su desgraciada presidencia, habló de formar un gobierno de empresarios, todo el mundo se alarmó. Nunca se llegó a concretar porque la única empresa que realmente floreció fue la de la familia Sahagún. Martha tomó la dirección de las concesiones más importantes para su familia en las empresas estratégicas del Estado per-so-nal-men-te, con o sin el consentimiento del Tancredo con el que compartía sábanas.
Pero ahora, en agosto del 2014 nos espantamos del altísimo nivel de inflación en transporte, área donde son socios los gobernantes; energéticos, donde ya tienen empresas, y alimentos básicos, que también controlan. ¿Por eso la enorme desconfianza del consumidor que reporta hipócritamente el INEGI?
¿Qué otra ficha esperábamos sino la de Atracomulco?
POPULARIDAD ARTIFICIAL
¿¡Cuarenta por ciento!? ¡Ja, ja, ja! Ya empezaron –como se pronosticó hace días en esta columna– a sacar de las catacumbas de Los Pinos las grandilocuentes encuestas que tienen como única finalidad, desmentir la cruda verdad de que el gobierno de EPN –o lo que quiera que este sea– tiene sólo el 13% de la aceptación nacional.
Dice el diario de los magnates norteños –que se redacta y edita en terrenos patrimonio público de la esquina de Félix Cuevas y Universidad– que EPN se asoma rumbo a las elecciones del 2015 con un 40% de preferencias electorales, lo doble que su inmediato perseguidor, el palafrenero blanquiazul.
¡Brincos dieran! ¿Con qué ojos, divina tuerta? Si algo tiene la población es rabia y desengaño. Y con ellas van a votar en contra de los candidatos de Los Pinos. Ya se verá.
¿¡Cuarenta por ciento!? ¡Ja, ja, ja!
CAMBIOS EN EL GABINETE
Se llenaron la boca diciendo que ya no iba a haber jueces de consigna. Se atragantaron gritando que ellos no iban a aplicar, como los panistas, el derecho penal sólo a los enemigos.
Dijeron que sólo estaban esperando la aprobación de las leyes secundarias… y para su espanto, se promulgan hoy, hoy, hoy. Más de un inútil debe andar ya estreñido, simple y sencillamente, porque la promulgación no trae motor fuera de borda.
El país desgraciadamente, pinta para seguir igual o peor, porque el aparato gubernamental no tiene, entre otras cosas, ejecutores, operadores que aterricen las leyes, conjunten a los inversionistas con las nuevas posibilidades que se abren, hagan realidad la letra de la ley, que por si sola, no se come.
¿Por qué se atreven a hablar de la reforma del campo, si no lo conocen, ni en fotografía? ¿Por qué de la reforma judicial, si ya la desacreditraron Osorio Chong y Chauyffet Chemor? ¿Por qué de la anticorrupción, si vivimos en medio de un lodazal de inmundicia? ¿Por qué de la ciencia y la tecnología, si no es materia de pelafustanes?
Ahora, amarrándose el dedo, poniéndose el huarache, están hablando de que se van del gabinete los secretarios que no supieron “mover a México”. ¿No deberían irse primero los que no supieron cómo mover a los secretarios? ¿O se trata de pasarse seis años echándose la pelotita?
El país vive una de las peores tragedias de su historia. Engañados, los ciudadanos están verdaderamente preocupados, pensando en serio lo que van a hacer, pues no se trata de que todos nos hagamos como que la virgen nos habla.
¡Algo va a pasar! Ojalá, por el bien de todos, no se responda con una desgracia a una tragedia. Qué no se junten el hambre con las ganas de comer, porque de simuladores, de incapaces y de corruptos, ¡estamos hasta la madre! No es justo.
Índice Flamígero: Después de la pifia de soltar los perros fiscales, antes de ejercer el presupuesto, creando una verdadera catástrofe nacional, ahora viene la aterradora amenaza de, en medio de la resequedad económica, intentar doblar o hasta multiplicar los montos de los salarios mínimos. ¿Cómo se llama este juego macabro? Destruir el país o lo que quede. Dónde pisan los muchachitos pontificadores de Los Pinos, ni el zacate crece. ¿Adónde quieren llegar? Al borderline del fracaso total. Al saqueo despiadado de la patria. Al reino de Alí Baba. + + + Y en el reino de Dios, o en sus sucursales terrenales, hay pavor. En el curso de esa comprobación de ingresos y egresos de tooodas las asociaciones religiosas –y por ende iglesias– que pide el tecnócrata Aristóteles Núñez, se encontrarán sorpresas que van a enseñarles a los ñoños incautos cómo se maneja el país, desde hace 400 años. No por nada, Miguel de Cervantes puso en boca del ingenioso hidalgo las palabras clásicas de la literatura del Siglo de Oro: “¡con la Iglesia hemos topado, Sancho!” ¿Conocerán estos badulaques las honduras del caudal donde se están metiendo, buscando “entres” bajo las piedras? ¿En manos de quién estamos, por Dios?
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